Cuando sea grande -- Elsa Bornemann
.
“Cuando sea grande”
***
“À Qué vas a ser cuando seas grande?”, me pregunta todo
el mundo. Y aparte de contestarles: “Astrónomo” (o
“colectivero del espacio”…, porque nunca se sabe…), tengo
ganas de agregar otra verdad: “Cuando sea grande voy a tratar
de no olvidarme de que una vez fui chico.”
Recuerdo que –cuando aún concurría al jardín de infantes–
mi tía Ona me contó un cuento de gigantes. Después me
mostró una lámina en la que aparecían tres y me dijo:
–Los gigantes sólo existen en los libros de cuentos.
–¡No es cierto! –grité– ¡El mundo está lleno de gigantes!
¡Para los nenes como yo, todas las personas mayores son
gigantes!
A mi papá le llego hasta las rodillas. Tiene
que alzarme a upa para que yo pueda ver el
color de sus ojos… Mi mamá se agacha para
que yo le dé un beso en la mejilla… En un
zapato de mi abuelo me caben los dos
pies… ¡Y todavía sobra lugar para los pies
de mi hermanita!
Además, yo vivo en una casa hecha
para gigantes: si me paro junto a la mesa
de la sala, la tabla me tapa la nariz…
Para sentarme en una silla de la cocina debo treparme como
un mono, y una vez sentado, necesito dos almohadones
debajo de la cola para comer cómodamente.
No puedo encender la luz en ningún cuarto, porque no
alcanzo los interruptores. Ni siquiera puedo tocar el timbre de
entrada. Y por más que me ponga de puntillas, ¡no veo mi cara
en el espejo del baño!
Por eso, ¡cómo me gusta cuando mi papi me
lleva montado sobre sus hombros! ¡Hasta puedo
arrancar ramitas de los árboles con sólo estirar
el brazo!
Por eso, ¡cómo me gustaba ir al jardín de
infantes! Allí hay mesas, sillas, armarios,
construidos especialmente para los nenes.
Las mesas son “mesitas”; las sillas son
“sillitas”; los armarios son “armaritos”…
¡Hasta los cubiertos son pequeños y mis
manos pueden manejarlos fácilmente!
También hay una casita edificada de acuerdo con nuestro
tamaño. Si me subo a un banco, ¡puedo tocar el techo!
Sí. Ya sé que también yo voy a ser un gigante: cuando
crezca. ¡Pero falta tanto tiempo!
Entre tanto, quiero que las personas mayores
se den cuenta de que hoy soy chico, chiquito,
chiquitito.
¡Chico, chiquito, chiquitito, en un mundo tan
grande!
De gigantes. Hecho por gigantes. Y para
gigantes.
“Cuando sea grande”
***
“À Qué vas a ser cuando seas grande?”, me pregunta todo
el mundo. Y aparte de contestarles: “Astrónomo” (o
“colectivero del espacio”…, porque nunca se sabe…), tengo
ganas de agregar otra verdad: “Cuando sea grande voy a tratar
de no olvidarme de que una vez fui chico.”
Recuerdo que –cuando aún concurría al jardín de infantes–
mi tía Ona me contó un cuento de gigantes. Después me
mostró una lámina en la que aparecían tres y me dijo:
–Los gigantes sólo existen en los libros de cuentos.
–¡No es cierto! –grité– ¡El mundo está lleno de gigantes!
¡Para los nenes como yo, todas las personas mayores son
gigantes!
A mi papá le llego hasta las rodillas. Tiene
que alzarme a upa para que yo pueda ver el
color de sus ojos… Mi mamá se agacha para
que yo le dé un beso en la mejilla… En un
zapato de mi abuelo me caben los dos
pies… ¡Y todavía sobra lugar para los pies
de mi hermanita!
Además, yo vivo en una casa hecha
para gigantes: si me paro junto a la mesa
de la sala, la tabla me tapa la nariz…
Para sentarme en una silla de la cocina debo treparme como
un mono, y una vez sentado, necesito dos almohadones
debajo de la cola para comer cómodamente.
No puedo encender la luz en ningún cuarto, porque no
alcanzo los interruptores. Ni siquiera puedo tocar el timbre de
entrada. Y por más que me ponga de puntillas, ¡no veo mi cara
en el espejo del baño!
Por eso, ¡cómo me gusta cuando mi papi me
lleva montado sobre sus hombros! ¡Hasta puedo
arrancar ramitas de los árboles con sólo estirar
el brazo!
Por eso, ¡cómo me gustaba ir al jardín de
infantes! Allí hay mesas, sillas, armarios,
construidos especialmente para los nenes.
Las mesas son “mesitas”; las sillas son
“sillitas”; los armarios son “armaritos”…
¡Hasta los cubiertos son pequeños y mis
manos pueden manejarlos fácilmente!
También hay una casita edificada de acuerdo con nuestro
tamaño. Si me subo a un banco, ¡puedo tocar el techo!
Sí. Ya sé que también yo voy a ser un gigante: cuando
crezca. ¡Pero falta tanto tiempo!
Entre tanto, quiero que las personas mayores
se den cuenta de que hoy soy chico, chiquito,
chiquitito.
¡Chico, chiquito, chiquitito, en un mundo tan
grande!
De gigantes. Hecho por gigantes. Y para
gigantes.
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