Star Wars
CUENTOS DE LA NUEVA REPUBLICA
“Sin desintegraciones, por favor…”
Paul Danner
La mayoría de los seres habrían encontrado molesto el sonido intermitente. Algunos podrían incluso haber llegado a volar en astillas el ruidoso cartel de replimadera. Pero la calle principal del establecimiento de Nueva Esperanza estaba actualmente desprovista de vida. Solo había algunas bolas del polvo que se movían de acuerdo a la voluntad caprichosa del viento. La fila de tiendas que flanqueaban la calle principal permanecían en silencio, cerradas y olvidadas. Las arenas color óxido de Ladarra volvían ya para reclamar la tierra que había perdido hace años...
Y así el cartel continuaba chirriando, colgando de un único duracable raído. La leyenda estaba un poco descolorida, pero las palabras seguían siendo legibles: "Bar Ellstree – Lum frío; Aceptamos Droides; Sin desintegraciones, por favor... “Como el resto de las tiendas en el centro de Nueva Esperanza, el bar lucía abandonado desde hacía largo tiempo. Pero como dice el viejo refrán, "la apariencia y la verdad tienen tanto en común como los jawas y los hutts."
Los niños estaban sentados en semicírculo alrededor del hombre. Había por lo menos una docena de ellos, la mayoría humanos, pero algunas otras especies también estaban representadas. Eran huérfanos y pilluelos, la última generación de la fallida colonia; demasiado pobres para comprar una pasaje fuera de Ladarra y poco dispuestos o incapaces de hacer frente a las dificultades de la vida en las pocas ciudades más grandes del planeta.
El hombre no tenía nombre por lo que los niños sabían. Simplemente lo llamaban el Narrador. Estaba vestido como ellos, con ropa desigual tomada de una docena de guardarropas y amontonada en un traje informe. El Narrador era un humano viejo, con una cara muy arrugada y una mata de pelo blanco. Tenía la mirada de un hombre que ha visto demasiado y sus ojos eran incapaces de permanecer enfocados en un lugar por más de un minuto —como si estuvieran buscando constantemente cualquier posible amenaza.
— ¿Desean otra historia? —pregunto con voz cansada.
Los niños cabecearon al unísono. Hablaban raramente, y él no estaba seguro de que todos supieran como hacerlo.
— ¿Qué tal la leyenda del joven y audaz Caballero Jedi que rescató a la hermosa princesa?
Un coro de gruñidos contestó a esa pregunta.
—Bien, entonces. Siempre está el cuento del malvado gobernador imperial que deseó conquistar el pequeño mundo inocente de... —al ver las miradas en sus caras no pudo evitar reír—. ¿No? Bueno, esta es una audiencia exigente —sacudió la cabeza fingiendo irritación—. ¿Qué les gustaría escuchar, entonces?
—Cuéntenos uno nuevo —dijo una de los niños. Era una pequeña bonita, aunque era difícil de decir bajo toda esa suciedad.
—Vamos, ya han escuchado todos al menos una vez. Solo elijan uno que les guste.
La niña cruzó los brazos e hizo sobresalir su labio inferior.
Él luchó para mantener un rostro serio.
—Está bien, está bien... —rascó su barbilla dramáticamente—. Una nueva historia. Déjenme ver... ¡ah, sí, la tengo!
Sus ojos se encendieron.
—No, no... esa no servirá.
Los niños fruncieron el ceño.
—Bromeaba, bromeaba —rió entre dientes por un momento, y luego se puso serio rápidamente—. Tengo un cuento que oí hace un largo tiempo. Hasta donde sé nunca ha sido contado otra vez. —Él tenía su completa atención—. ¿Cuántos de ustedes han escuchado hablar de... —su voz bajó a un susurro peligroso—...Boba Fett?
Sus ojos se abrieron de par en par a la mención del nombre, y una por una cada pequeña mano se levantó en el aire.
—Bien, sucede que conozco un cuento olvidado hace tiempo del caza-recompensas más grande que jamás haya vivido. ¿Les gustaría que la compartiera con ustedes?
Cada cabeza en el cuarto asintió lentamente.
El Narrador tenía su audiencia... Él sonrió brevemente, luego se reclinó nuevamente en la silla cómoda y cerró lentamente los ojos. Comenzó la historia después de un dramático momento de silencio. Los niños escucharon con embelesada atención.
Mientras la escotilla de salida de la lanzadera descendía lentamente, el súbito silbido del escape de gases casi causó que Rivo saltara de la plataforma. De hecho, apenas recuperó el equilibrio suficiente para evitar rodar de manera muy poco ceremoniosa por la rampa.
El general Gaege Xarran dejó escapar un suspiro dramático indicando su disgusto y extendió un brazo para estabilizar a su hermano mientras bajaba a tropezones por la rampa.
Xarran echó un rápido vistazo a la severa línea de tropas de asalto que servían como guardia de honor. El pelotón permanecía en una atención tan rígida que por un momento se preguntó si el Señor Oscuro del Sith había emergido repentinamente de la lanzadera de clase Lambda. Las tropas de asalto en armaduras color marfil no siempre eran los especimenes más brillantes, pero al menos sabían lo suficiente para mantener sus bocas cerradas y seguir órdenes.
A diferencia de algunas personas pensó el general mientras su mirada se posaba en Rivo. Xarran sintió repentinamente su cuerpo inflamarse con furia y sus labios se crisparon desdeñosamente.
— ¿Cómo puedes ser tan estúpido? —susurró. No le importaba si los soldados escuchaban; habían escuchado conversaciones de mucha mayor importancia que la reprimenda de un hermano.
Rivo podría haber sido parte del grupo silencioso de guardias, porque actuó como si su hermano nunca hubiera hablado. Sus ojos aun miraban a su alrededor salvajemente, buscando una posible amenaza en cada sombra.
Xarran abofeteó ligeramente a su hermano con la mano abierta, golpeando la parte posterior de su cabeza. Si había una cosa que no le gustaba al general, era ser ignorado.
— ¡Contéstame!
La respuesta de Rivo fue rápida: Xarran estuvo doblemente aturdido mientras miraba fijamente la boca del cañón de un bláster. Para empezar, el general jamás habría imaginado que su propio hermano le apuntaría con un arma, y además se suponía que Rivo había sido despojado de sus armamentos. Alguien iba a morir por el descuido, pero el general pretendía evitar ser la parte desafortunada.
Sin embargo, era la vida de su hermano la que parecía estar en un peligro más inmediato...
Los soldados de asalto seguían estando inmóviles, pero en algún momento en el intervalo de un parpadeo nueve rifles bláster apuntaban ahora expertamente a Rivo.
El hombre joven no pareció notarlo. Sus ojos tenían una mirada fija y vacía que no se enfocaba en nada. El general no estaba seguro siquiera de si Rivo todavía lo reconocía.
—Solo soy yo, hermano —dijo Xarran suavemente—. Soy el que está intentando mantenerte con vida.
Lenta pero firmemente el general extendió una mano enguantada. La distancia entre sus dedos y el arma era menor de medio metro, pero le tomó una eternidad cubrirla.
Cuando el general tomó el bláster, la energía nerviosa de Rivo escapó de él como si fuera una célula de poder filtrada. Su cuerpo entero se desplomó y el arma se deslizó como líquido a través de sus dedos a las manos expectantes de Xarran.
—Lo siento —consiguió decir Rivo entre sollozos estrangulados. Se tambaleó inestable, perdido en su angustia.
Xarran lo atrajo hacia sí en un abrazo, dirigiendo un cabeceo a los guardias por sobre el hombro de Rivo. El gesto era innecesario. Sus blásters ya estaban enfundados.
El general acunó la parte posterior de la cabeza de su hermano, en el mismo lugar en donde momentos antes lo había golpeado. Eso ahora parecía hacía una eternidad —repentinamente estuvo claro para él cómo el tiempo, sin importar cuán breve, podía afectar irrevocablemente su existencia entera. Cada momento era una encrucijada de infinitas posibilidades —el talento más grande de Rivo, además de beber y apostar, era elegir la trayectoria incorrecta a seguir. Afortunadamente los resultados, malos como eran, nunca habían terminado con un desastre absoluto. Esta vez era diferente, sin embargo, porque el último error de Rivo podría terminar costándole la vida.
Por supuesto, no hacía falta decir que Xarran haría todo en su poder para prevenir que eso ocurriera. Y como general del Ejército imperial, ese poder era considerable.
Xarran sostuvo suavemente a su hermano, ayudándole a caminar la larga plataforma de aterrizaje hacia el complejo de la guarnición. Las tropas de asalto ejecutaron una media vuelta y los siguieron.
—Ya no tienes nada que temer, hermano. Dudo que alguien haya podido rastrearte hasta aquí.
Rivo alzó la vista hacia su hermano y por primera vez, había una luz tenue de reconocimiento en sus ojos.
Animado por el gesto pequeño, Xarran continuó.
—Y en el caso muy improbable de te hubieran seguido, ciertamente tendrían que estar locos para siquiera considerar atacar una guarnición imperial entera.
En la distancia, bien oculto por la cubierta provista por el denso follaje, una figura silenciosa acechaba en las sombras.
Él observaba, aunque no sostuviera macrobinoculares, por un par convenientemente incorporado dentro de su casco marcado en batalla.
Escuchó tan fácilmente como si fuera uno de los soldados de asalto, su antena de banda ancha descifrando la señal de sus comunicadores y convirtiendo efectivamente los silenciosos soldados en dispositivos espías.
Una vez más, nada escapaba de su atención.
Al igual que nadie escapaba de él.
Bajó de su percha entre los árboles con sorprendente gracia, considerando el volumen de su maltrecha armadura gris y verde.
Para cuando terminó su descenso, la oscuridad había comenzado a bajar como una manta del terciopelo, y las lunas gemelas de Vryssa se levantaban en el cielo del norte.
Se detuvo solo una vez para mirar fijamente la elevada silueta de la base de la guarnición imperial. La masiva estructura permaneció en las sombras por unos momentos, luego sus poderosas lumas reflectoras se encendieron. La cruda luz se reflejó fríamente en la máscara de la figura.
El general Xarran había lanzado involuntariamente un desafío arrogante.
Un desafío que Boba Fett estaba más que listo para aceptar...
La patrulla de motos speeder lo tomó por sorpresa. Acababa de bajar de su observación y estaba comprobando su equipo. Sus sensores de movimiento no se activaron hasta que estaban sobre él. Las motos eran tan rápidas que no las registró con suficiente tiempo de advertencia.
Mientras se zambullía para cubrirse en la espesa maraña de arbustos, Fett vio a uno de los exploradores gesticular en su dirección. Sus dos compañeros giraron inmediatamente, moviéndose para flanquearlo en la posición estándar imperial. Sus vehículos eran modelos nuevos, simples motos de exploración por su apariencia, muy rápidas, pero sin ningún armamento o protección.
Fett necesitaba saber cuánto sabían. Él activó su antena...
—...ví algo a través de esos árboles. Es difícil de decir, sin embargo. Podría haber sido solo una bestia buldo.
—Mantengan sus posiciones. Lo comprobaré
—Entendido.
— ¿Deberíamos contactar la otra patrulla?
— ¿Quieres oír sus bromas de cómo nos asustamos por un pequeño buldo?
—Negativo.
—Eso es lo que pensé. Ahora, esperen.
Fett observó como el líder se aproximaba, dándole a su vehículo una aceleración mínima. El flotador de repulsión se deslizó unos pocos metros por sobre el suelo mientras el explorador conducía una búsqueda de cuadrícula del área.
Muy lentamente, Fett rodó sobre su espalda y serpenteó su brazo derecho hacia arriba a través del matorral. Tomó una sola respiración profunda y entonces su cuerpo se congeló. El cazador estaba tan inmóvil que parecía que estuviera hecho de ferroconcreto.
El explorador motorizado pasó por encima, directamente sobre el lugar en se que ocultaba Fett. El cazador podía sentir la turbulencia de los motores del repulsor presionando contra él. El explorador se estaba inclinando sobre su vehículo, examinando el área de cerca. La cabeza del soldado se irguió repentinamente como si hubiera encontrado algo.
Fett flexionó su muñeca y el dardo impulsado por un cohete contenido en el compartimiento de su antebrazo cruzó silenciosamente a través del aire. La puntería del cazador era perfecta. El dardo impactó en el suave traje negro entre el casco del explorador y la placa pectoral. El veneno actuó rápidamente, comenzando con las cuerdas vocales de la víctima. El hombre se movió bruscamente hacia delante en silencio y después cayó de su asiento, dejando la moto flotando en su lugar.
Moviéndose rápidamente, Fett saltó sobre la moto y bloqueó los comunicadores de los otros dos motociclistas. Apretó el acelerador y viró hacia uno de ellos. Sin siquiera un vistazo al otro, el cazador activó el lanzador de la granada de su armadura.
El soldado se sorprendió al pasar a Fett en la moto speeder persiguiendo a su compañero. Creyendo tener la ventaja sobre el cazador, abrió fuego sobre su moto justo mientras la granada de Fett completaba su arco y caía en su regazo.
El caza-recompensas sintió la onda expansiva de la explosión pero no se molestó en mirar hacia atrás. Estaba demasiado ocupado concentrándose en su blanco final. Este soldado no tomaba ningún riesgo. El explorador estaba huyendo de las inmediaciones para escapar el bloqueo y conseguir ayuda. Ya tenía una considerable ventaja sobre el cazador y aumentaba rápidamente la distancia entre ellos. Fett sabía que no podría alcanzarlo; el soldado era más familiar con el terreno.
Dirigiendo el vehículo con una mano, el caza-recompensas extrajo su rifle bláster modificado. Conectado por medio de un enlace scomp a los macrobinoculares en su casco, el arma finalmente apuntó a su blanco a trescientos metros. El explorador no vio siquiera los dos disparos de un rojo furioso que impactaron en su espalda y lo arrojaron de su vehículo.
Fett desaceleró su moto hasta detenerla y exploró el área buscando alguien más. El cazador no estaba contento —había gastado tiempo y energía innecesarios. Y ahora sabrían con certeza que él estaba en el planeta.
Quizás eso podría usar eso en su ventaja...
La voz de Rivo cortó el silencio, aunque era solamente un susurro.
—Él está aquí. Ahora.
—Imposible —dijo Xarran, ocultando apenas el disgusto de su voz. Al general no le gustaba ver a su hermano acobardarse. Especialmente delante de sus hombres—. Le das demasiado crédito a este caza-recompensas, hermano. Nuestros sensores habrían detectado la llegada de su nave.
Rivo sacudió su cabeza.
—Este caza-recompensas no es la basura de mente simple con la que estás acostumbrado a tratar. Boba Fett es diferente. Él nunca ha fallado. Dicen que es el mejor que hubo jamás...
El comandante Tyrix comprobó su consola.
—La patrulla debería haberse reportado, señor.
— ¡Eso lo confirma! —dijo Rivo.
Xarran no le hizo caso.
—No hay razón para hacer ninguna conexión entre tu situación y este incidente. Por lo que sabemos...
—Señor —dijo Tyrix—. Otra patrulla ha encontrado los restos de la unidad perdida... —El comandante escuchó por un momento, presionando su auricular contra el oído. Palideció considerablemente—. Están todos muertos.
El general se puso de pie.
— ¿Cómo?
—Bláster, granada, y cierta clase de dardo envenenado. Las armas de los soldados estaban completamente cargadas... ninguno de los hombres llegó a hacer un solo disparo.
Rivo dejó escapar una risita nerviosa.
—Te lo dije... viene por mí.
Xarran lo ignoró.
—Comandante, envíe dos destacamentos. Si este caza-recompensas realmente está aquí, entonces quiero que lo encuentren y lo traigan ante mí. Preferiblemente vivo... aunque un cuerpo servirá igual.
— ¿Dos destacamentos, señor? —Tyrix giró su silla para enfrentar al general—. ¿Por un solo hombre?
El rostro de Xarran no se inmutó.
—Lo siento, comandante, ¿dijo usted algo?
—No, señor —dijo Tyrix, volviéndose rápidamente hacia su consola para activar el comunicador.
Fett se sentó en su escondite entre una espesa maraña de ramas de espiral-madera. Miró como la primera ola de motos speeder rugía debajo de él, zumbando como mosquitos. Sintió los temblores de impacto causados por un par de caminantes imperiales marchando flanqueados por una media docena de sus cómicas contrapartes AT-ST. Sacudió la cabeza con asombro mientras pelotón tras pelotón de tropas de asalto marchaban entre los matorrales. Sus brillantes armaduras blancas no eran exactamente el mejor camuflaje en el bosque.
Esta demostración masiva de fuerza le dijo al caza-recompensas todo lo que necesitaba saber sobre sus oponentes...
Dos destacamentos significaban que sabían con certeza que él estaba aquí. Y estaban nerviosos.
Detrás de la teñida placa frontal de su casco maltratado, Boba Fett realmente sonrió.
Xarran se inclinó sobre la pantalla táctica mirando orgulloso sus fuerzas desplegadas en el bosque. Escuchó la charla excitada del comunicador mientras sus hombres se ponían en posición y comenzaba una búsqueda expertamente coordinada y completamente sistemática. No habría escape. No de la fuerza del Imperio. El general resopló con desprecio y cruzó los brazos sobre su pecho.
—Es prácticamente nuestro.
Mientras hablaba, todas las comunicaciones murieron.
Boba Fett comprobó la unidad de bloqueo de comunicaciones. Era un prototipo avanzado y muy poderoso. Desafortunadamente, su duración era también extremadamente corta: cincuenta y ocho minutos. Y entonces estallaría.
Fijó su cronómetro en modo de cuenta regresiva. Los segundos comenzaron a desaparecer. Tenía menos de una hora para eliminar dos destacamentos imperiales.
El cazador giró y levantó su rifle bláster. Fett sólo preveía un problema: qué hacer con los tres minutos que le sobrarían...
Encaramado en el borde de su asiento en la carlinga del caminante, el teniente Byrga se relamió los labios en nerviosa anticipación. Los conductores del AT-AT intercambiaron una mirada rápida, pero no se atreverían a comentar respecto al hábito de un oficial superior. Incluso si era extremadamente irritante.
Byrga miraba tan fijamente las lecturas del sensor que sus globos oculares estaban a punto de salir expelidos de su cabeza. Al teniente no le gustaba el hecho de haber perdido las comunicaciones. A pesar de todos los esfuerzos, no podían hacer contacto con el resto de su destacamento o la base de la guarnición. Eso ponía a Byrga ansioso. Sus labios se relamían a toda marcha.
—No se preocupen —dijo intentando tranquilizar el resto del equipo del comando, que había aprendido no hacer caso de su charla incoherente y aun así hacer su trabajo con eficacia—. Somos lo mejor que el Imperio tiene para ofrecer. Nadie escapa de nosotros. Encontraremos a este tonto que se atreve a oponerse a la voluntad de Palpatine y lo machacaremos en el apretón del hierro de...
El gancho magnético conectó con el bajo vientre armado del AT-AT y se aseguró en su lugar. El cable de veinte metros que se arrastraba detrás de él se tensó y una pequeña figura armada emergió de los espesos matorrales. Fett esperó tranquilamente que el cabrestante en su traje lo elevara hasta el estómago del caminante.
El cazador usó el tiempo para cargar los lásers de su muñeca.
Los desvaríos de Byrga continuaron. Lo bueno de eso, por lo menos para el resto del equipo del comando, era que cuando su boca estaba funcionando cesaban los chasquidos de sus labios.
—Hagan que me sienta orgulloso, señores. Quiero ser quién encuentre a este cazador de recompensas. —El teniente inclinó bruscamente su cabeza hacia un lado—. ¿Alguien más escuchó eso?
Los conductores sacudieron sus cabezas.
Byrga se volvió hacia el túnel oscuro que conducía al compartimiento de pasajeros del caminante.
—Es extraño. No estamos llevando tropas. —Activó la puerta blindada y miró adentro. Después de un momento de decisión, puso una mano en la funda de su bláster y caminó lentamente por el cuello del AT-AT—. Estaré atrás, señores. Continúen sin mí por un momento.
Los conductores obedecieron felices.
— ¡Quiero todas las comunicaciones otra vez en línea! —gritó Xarran en el comunicador interno, frustrado— ¡inmediatamente!
El comandante Tyrix suspiró y apretó los dientes.
—Eh, señor... el apagón está afectando el comunicador también —su voz bajó casi a un susurro—. Los equipos de ingeniería no pueden oírle.
El general estaba junto a la consola de Tyrix en tres zancadas.
La cara de Xarran estaba tan cerca que el comandante podía contar las venas que bombeaban en la frente del hombre.
Xarran habló a través de dientes apretados, sus palabras lentas y precisas.
—Entonces baje allí y dígales.
— ¡Sí, señor! —dijo Tyrix mientras se zambullía en el turboascensor más cercano.
Los conductores del AT-AT estaban tan encantados por el maravilloso silencio en la carlinga que ni siquiera notaron la prolongada ausencia de su oficial en jefe. Ése fue su primer error. Cuando la puerta finalmente volvió a abrirse deslizándose, no se molestaron siquiera en alzar la vista de sus consolas. Y de hecho, ese descuido fue el último.
Boba Fett bajó su rifle bláster humeante y tomó un momento para admirar su nuevo modo de transporte.
El teniente Grejj estaba sentado en su silla de comando, con las yemas de sus dedos unidas en frente de su rostro. El equipo de comando del caminante estaba haciendo un buen trabajo dadas las circunstancias. Sólo esperaba que pudieran poner las comunicaciones en línea lo antes posible. Después podrían eliminar al caza-recompensas y reasumir sus deberes normales. A Grejj le gustaba su rutina. No le gustaban las sorpresas.
— ¡Señor! Estamos captando algo en los sensores.
El teniente se inclinó hacia adelante.
— ¿Qué es?
El conductor sacudió su cabeza.
—Solo otro caminante... debe ser el teniente Byrga.
—Veamos si su caza ha sido más productiva.
—Ya debe habernos visto —dijo el conductor—.Vienen hacia aquí.
Grejj asintió, buscando la palanca de liberación de la carlinga.
—Con algo de suerte esto terminará pronto.
De hecho, así fue.
Los restos del AT-AT del teniente Grejj y un par de AT-ST que habían tropezado en la lucha estaban desperdigados por el suelo. Los dos pequeños caminantes estaban tan confundidos por el duelo entre sus hermanos mayores que habían abierto fuego sobre Grejj.
Fett dirigió su AT-AT a través de las ruinas humeantes mientras sus sensores captaban un grupo grande de soldados de asalto cerca. El cazador comprobó su cronómetro y notó que todo iba justo según lo previsto.
—Las comunicaciones han sido restauradas, señor.
— ¡Finalmente! Póngame directamente con nuestras fuerzas.
Los dedos de Tyrix volaron sobre su consola y señaló rápidamente su éxito con un cabeceo al general.
Xarran alcanzó su comunicador.
—Xarran a los grupos alfa y delta. Todas las unidades reporten su situación inmediatamente.
Hubo silencio.
Rivo le dirigió a su hermano una mirada significativa, pero Xarran lo ignoró e intentó otra vez.
—Repito, soy el general Xarran ordenando que todas las unidades reporten su situación actual. Grupo Alfa... reporte.
Nada.
Una gota de sudor bajó por la frente del general. Se inclinó más cerca del micrófono.
—Grupo Delta... repórtese.
Otra vez, no hubo un sonido.
Xarran miró acusadoramente a Tyrix.
—Debe estar equivocado, comandante. El sistema de comunicaciones todavía está fuera de línea.
—Lamento informarle, señor. Está funcionando dentro de los parámetros normales. Nuestras fuerzas deberían responder.
—Pero ese no es el caso —la voz de Xarran había perdido un poco su firmeza—. ¿Por qué?
Rivo contestó con un gemido lastimero.
— ¡Porque están todos muertos!
Xarran giró abofeteando duramente a su hermano en la cara.
— ¡Quieres callarte!
El golpe inesperado envió a Rivo desmoronándose a la cubierta, donde se estremeció, alzando sus manos en súplica. La cara de Xarran se suavizó inmediatamente con pesar. Ayudó a Rivo a incorporarse y dijo en un susurro bajo.
—Perdóname, hermano...
— ¡Espere un minuto! —Tyrix casi saltó de su consola—. General, los sensores están captando uno de nuestros caminantes en el perímetro exterior.
Xarran se iluminó.
—Póngalo en la pantalla.
Tyrix obedeció y la imagen de un AT-AT con huellas de batalla llenó la pantalla.
— ¿Regresa victorioso? —dijo el comandante.
—Averigüémoslo —Xarran probó el comunicador otra vez—. Base a caminante. Informe.
Una lengua de fuego floreció repentinamente en el bajo vientre del AT-AT seguido por una ruidosa explosión que envió una descarga de estática por el comunicador. El caminante surgió hacia delante, como un coloso mortalmente herido, después cayó. Su barbilla conectó con la tierra, y luego el resto de su cuerpo lo siguió, haciendo retumbar el suelo. Entonces el monstruo de metal desapareció en una nube de humo y llamas.
— ¿Qué fue eso? —barbotó Tyrix.
—Un mensaje —dijo Rivo suavemente.
La sala de control de la base estaba absolutamente quieta. Nadie se atrevía a moverse o hablar. Todos miraban fija y silenciosamente la imagen terrible que asomaba en la pantalla.
Todos, excepto Xarran. El general se pudo de pie y caminó lentamente hacia su oficina, sus botas repicando en las placas de la cubierta. Su voz resonó a través del cuarto.
—Que alguien apague esa maldita cosa...
Tyrix apagó la pantalla, pero mientras el resto del equipo de la base reasumía apresuradamente sus deberes, él continuó mirando fijamente la pantalla oscura por algunos momentos. Su mirada se movió a través del cuarto, y fue a posarse en Rivo. Después de treinta años de servicio militar, el comandante había visto su porción de cosas horribles, pero la mirada de terror en los ojos de Rivo envió un escalofrío a lo largo de su espina dorsal.
A Fett le hubiera gustado haber visto la expresión del general cuando el AT-AT estalló. Probablemente no tendría que haber desperdiciado el detonador termal, pero el efecto psicológico en el hombre y sus tropas lo valdría.
Ambos lados habían tomado sus fintas y estocadas —ahora era tiempo de moverse al encuentro final. Fett casi lamentaba verlo llegar. Las escaramuzas antes del acontecimiento principal siempre servían como diversiones interesantes, especialmente dado que el resultado de su misión nunca estaba en duda.
Boba Fett no perdía.
— ¿En qué estabas pensando, Rivo? —Xarran estaba sentado en la cómoda silla de replicuero detrás de un escritorio que empequeñecía la mayoría de los deslizadores terrestres.
Rivo se sentó frente a él en un asiento mucho más pequeño. Al parecer, sus ojos habían encontrado algo interesante en el piso.
—Dinero —masculló después de un momento. Finalmente hizo contacto visual con su hermano mayor—. ¿Qué más? Estaba cegado por la codicia, Gaege. Nunca pensé que Jabba pudiera identificarme como la causa de su filtración de información.
— ¿No pensaste que alguien como Jabba el Hutt tendría sus propios expertos en computadoras? Siempre dije que tu ego sería tu perdición, ¿no es así? Puedes ser bueno, pero siempre habrá alguien mejor. Y eso es cierto sin importar si eres un experto en computadoras, un soldado, o un caza-recompensas.
—Lo gracioso es que ni siquiera quise irrumpir en los archivos de Jabba. Fue un completo accidente. Pero una vez que descubrí con lo que había tropezado, no pude resistirme.
—Nunca puedes dejar pasar una ocasión de hacer crédito fácil —suspiró Xarran—. Especialmente si no implica trabajo honesto.
—No vine aquí por una reprimenda, hermano. Vine aquí por ayuda. —Él miró fijamente por la ventana de transpariacero que daba sobre los bosques frondosos de Vryssa—. Aunque por lo que parece, quizás vine al lugar equivocado.
La cara del general se crispó levemente.
—Quizás tendrías mejor suerte solo allí afuera. Siéntete libre de marcharte en cualquier momento.
—De acuerdo, arruiné todo otra vez. Me disculpo, Gaege... Sé que estás haciendo todo lo que puedes. Es que nunca pensé que terminaría huyendo de Boba Fett.
—Robaste información vital de uno de los señores de la escoria más peligrosos de la galaxia y después la vendiste al mejor postor... ¿cuánto perdió Jabba como resultado de tus acciones?
—Más de ciento cincuenta mil créditos. Pero no pienso que realmente se preocupe por el dinero. Es solo una cuestión de principios. El hutt desea hacer un ejemplo de mí. Y lo que Jabba desea, Jabba lo consigue.
—Bien, él no va a conseguirte, hermano. No me importa cuantos caza-recompensas envíe.
— ¿Realmente piensas que Boba Fett puede ser detenido?
—El hombre es bueno. Muy bueno. Pero ahora veo su estrategia, y me rehúso a seguir su juego más tiempo. Ningún soldado dejará la base. Si él te quiere, tendrá que venir aquí. Y grábate mis palabras, nadie puede penetrar la "cerca de la muerte." Está puesta a su voltaje máximo según mis órdenes. La carga es tan alta que la chispa más minúscula podría freír un bantha en segundos —Xarran sonrió con los labios apretados—. Nadie sale. Y nadie entra.
La noche había caído en Vryssa.
Fett estaba agachado en los arbustos, a veinte metros del perímetro exterior de la base. La pared de diez metros de alto que rodeaba el complejo parecía estar viva, chisporroteando con arcos azules de electricidad. Las ondas bailaban sobre la superficie como serpientes retorciéndose.
El punto que había escogido estaba a una buena distancia de la garita más cercana, aunque las tropas de asalto patrullaban constantemente a lo largo de las pasarelas fortificadas fijadas detrás de la cerca. Las torres de observación estaban espaciadas unos cien metros a lo largo del pasadizo, y la seguridad se mantenía con una combinación de reflectores, sensores de detección, y droides. La posición actual de Fett lo ponía a unos cincuenta metros de las dos torres laterales Era una buena distancia, pero no creía que fuera suficiente para evitar la detección.
Fett activó su comunicador interno. Era hora para una pequeña distracción...
El Esclavo I rugió por sobre la línea de árboles, aullando hacia la base de la guarnición a máxima velocidad. Su sofisticada antena de bloqueo de sensores funcionaba a su máximo poder y el mismo casco estaba polarizado magnéticamente para embrollar y confundir las lecturas enemigas. Y así, la base fue tomada por sorpresa.
En su primer pasada, la nave lanzó una andanada espantosamente potente de misiles de impacto, torpedos protón, disparos de bláster, y ráfagas iónicas. El ataque fue tan feroz que los poderosos escudos deflectores de la base fluctuaron y la estructura entera se estremecido con el impacto.
— ¿Ven? —gritó Xarran desde el centro del comando—. ¡El hombre se está desesperando! Sabe que no hay manera de entrar así que recurre a un ataque suicida. —Enfocó su mirada en Rivo—. Todos se equivocan, tarde o temprano. Y yo me aseguraré de que este sea su último error.
De pie junto a una de las estaciones tácticas, Tyrix se volvió hacia su oficial en jefe.
—Todas las torretas de turboláser preparadas y listas, señor.
Xarran cerró su mano enguantada en un puño apretado.
— ¡Fuego a voluntad! ¡Vuélenlo del cielo!
Mientras el Esclavo I giraba para otra pasada, seis torretas láser pesadas gemelas montadas alrededor del edificio abrieron fuego, seguidas por el rugido atronador de las tres torretas turboláser pesadas gemelas del nivel superior de la base. Desafortunadamente, las armas pesadas eran lentas para disparar e incluso más lentas para seguir un blanco tan rápido.
La nave de Fett ejecutó una serie de maniobras asombrosas que le permitieron continuar su bombardeo mientras danzaba alrededor del enjambre verde de furiosos disparos láser. Girando, doblando y rodando. El Esclavo I impartió un contraataque vicioso rematado con un despliegue completo de torpedos protón que abrió un agujero enorme en los deflectores de la base. A cambio, la nave de Fett sufrió algún daño menor, pero eludió fácilmente cualquier golpe crítico.
El Esclavo I ejecutó un rápido Rizo de Segnor y se colocó en posición para otro asalto.
—No está funcionando —dijo Tyrix, golpeando su consola con la mano—. Esa nave es demasiado rápida para que nuestras torretas puedan seguirla. Apenas lo estamos tocando y él ya ha deshabilitado tres cuartos de nuestros generadores de escudo. —La pantalla del control de daños destellaba las malas noticias—. ¡Otra pasada como esa y nos dejará indefensos!
—Nadie es tan bueno, —tronó Xarran. El general se estaba sacudiendo con rabia—. Lance el escuadrón entero. Quiero a cada TIE que tenemos en el aire ahora.
Asintiendo, Tyrix accionó el panel de comunicaciones, llamando a todos los pilotos a reportarse en sus naves. Se volvió hacia Xarran.
— ¿Deberíamos dar la alarma codificada, señor?
—No —dijo Xarran, mientras su rostro se sonrojaba levemente-. He servido en el Ejército Imperial la mayoría de mi vida y no seré forzado a sonar la alarma completa por un hombre, sin importa que tan poderoso pueda parecer. Además, Fett no romperá el perímetro... los TIEs se ocuparán de eso.
Tyrix hizo una pausa antes de responder, una señal de desaprobación que nunca se atrevería a expresar.
—Como desee, señor.
Rivo sacudió la cabeza.
— ¿Por qué no tomas todas las precauciones? No haría daño...
Xarran lo interrumpió.
—No hay mucho que puedas hacer aquí, hermano. Quizás deberías regresar a tu cuarto.
—Pero, yo... está bien —Rivo vio la mirada en la cara de Xarran y caminó silenciosamente al turboascensor.
El Esclavo I se elevó a través de los cielos, disparando contra los cuarenta cazas TIE que lo perseguían. Fett odiaba ver una lucha tan injusta, pero no había nada que pudiera hacer al respecto. Su nave era más rápida, más maniobrable, y erizada con dos veces más armamento que todos los cazas juntos. Y a diferencia de los TIE, el Esclavo tenía escudos. Los cazas imperiales estaban desesperadamente en desventaja, incluso con las simples rutinas de combate que había preprogramado en la nave. Los ataques contra la guarnición eran los típicos bombardeos rebeldes que daban tanto problema al Imperio, mientras que las maniobras evasivas contra los TIE eran seleccionadas al azar según la información del sensor. Fett evitó que el Esclavo I fuera demasiado agresivo con los combatientes. La preprogramación no era oponente para un piloto vivo.
Considerando las cosas, era una buena distracción, pero terminaría relativamente pronto. Tenía que apresurarse.
La mayoría de las patrullas de soldados de asalto habían despejado las pasarelas —los que quedaban tenían su atención fija arriba en los cielos.
Fett corrió hacia la cerca del perímetro. Cuando había cubierto la mitad de la distancia, encendió su mochila propulsora y se alzó en el aire con una explosión de llamas. Elevándose rápidamente, el cazador superó fácilmente la cerca de diez metros de alto, continuó sobre el campo minado de energía entre la cerca y la base, y ejecutó un aterrizaje perfecto sobre la pasarela.
Comprobó su rifle bláster y se movió rápidamente hacia la plataforma de observación a su izquierda. El primer soldado que le salió al paso recibió un disparo en el casco y cayó. Sin detenerse, Fett lanzó una granada de aturdimiento formando un arco a través del aire dentro de la garita. Su placa frontal se volvió opaca mientras que la explosión estallaba, y el cazador no perdió un instante, zambulléndose dentro de la puerta blindada sobre su estómago. Salvajes disparos de bláster estallaron sobre su cabeza mientras Fett disponía tranquilamente de los cinco soldados de asalto que servían en la torre.
Selló la entrada tras él y caminó hacia la terminal. Fett introdujo los códigos de cifrado que había comprado a un desagradable bothano y se puso a trabajar. Lo primero que extrajo fue un diagrama esquemático tridimensional de la guarnición.
— ¿Estado?
Tyrix echó un vistazo al general y casi sonrió.
—Sufrimos grandes pérdidas, pero los TIE lo están conduciendo. Eche un vistazo.
El comandante se alejó de la pantalla táctica. Xarran estudió las imágenes por algunos momentos, mirando mientras que el Esclavo I conducía lentamente los cazas TIE lejos de la base.
—Es una trampa.
— ¿Qué?
—Fett no está en esa nave.
Tyrix estaba confundido.
— ¿Entonces donde está?
—Aquí —al general le dolió decirlo—. Dentro del perímetro ahora, aventuraría. Suene la alarma codificada; reporte una alarma de intruso. Ordene que todos vayan a sus puestos de combate e intensifique las patrullas interiores.
Xarran caminó en silencio de nuevo a su silla y se dejó caer como si el peso de un AT-AT se apoyara sobre sus hombros.
Fett permanecía junto a la consola de comando del sub-nivel 3. Más de una docena de técnicos aturdidos o muertos se dispersaban alrededor del cuarto. El cazador estudió los paneles iluminados que controlaban el poder principal de la base, los generadores de reserva, los rayos tractor, y los generadores de los escudos deflectores. Se puso a trabajar...
Tyrix casi cayó de su silla.
— ¡Señor… lo tenemos!
— ¿Qué? —el general estaba a su lado en cuestión de segundos.
—Alguien está accediendo a las unidades de control principal en el sub-nivel tres —mostró la información—. ¿Lo ve? Está utilizando un código del mes pasado, y la computadora lo detectó.
—Tiene que ser Fett. Está intentando desactivarnos —Xarran contempló su respuesta—. Envíe tres escuadras abajo a... no, espere. Aísle ese sitio inmediatamente. Lo inundaremos con el gas Chemtrox y ese será el final de nuestro pequeño cazador de recompensas.
La voz de Tyrix bajó.
— ¿Pero si no es él...? Incluso si es, podría tener algunos técnicos...
Xarran empujó al comandante fuera de su camino. Sus dedos volaron sobre la consola y una sonrisa apareció lentamente en su cara. Fett estaba desactivando todos los sistemas y no había tiempo para discutir sobre moral. La carrera continuaba y esta vez Xarran ganaría.
Fett giró cuando las pesadas puertas blindadas se sellaron y trabaron. Estaba atrapado. Así pues, finalmente habían descubierto su truco y ahora sabían donde estaba. Ciertamente les había tomado bastante tiempo. Por supuesto era demasiado tarde. Fett estaba a punto de cortar la energía.
Estaba tan absorto en su trabajo que casi no lo notó... afortunadamente, sus sensores de sonido captaron los respiraderos huecos abriéndose con un chasquido y el silbido lento, constante del gas que era bombeado en el cuarto.
Un rápido examen reveló que la sustancia era Chemtrox —un agente extremadamente mortal. Fett había oído que causaba una muerte particularmente dolorosa. No se proponía descubrir si los rumores eran verdaderos.
Fett activó el sello del filtro ambiental de su armadura. Lo protegía de la atmósfera dañina o mortal y tenía una fuente de dos horas de aire.
Mientras el gas Chemtrox se arremolinaba a su alrededor, Fett se preparó para desactivar la computadora principal.
-—Listo... —Xarran se limpió el sudor de la frente y se sentó en la silla de Tyrix—. Se terminó. Nadie podría sobrevivir a eso.
Todo se apagó. Hasta el último bit de energía en la base entera. Solo había oscuridad.
— ¿Usted decía, señor? —sonó la voz del comandante.
Un disparo de bláster lanzó un flash de luz carmesí a través de la sala de mando y el cuerpo de Tyrix golpeó el piso. El general Xarran activó una barra luminosa y levantó su pistola bláster.
Sus ojos danzaron violentamente en la suave luz, después se enfocaron en el cadáver de su comandante.
Las caras aterrorizadas del equipo de comando lo miraban fijamente como si se hubiera transformado repentinamente en un mynock. Xarran hizo tres disparos al techo.
—Todos afuera. ¡Ahora!
El equipo obedecido rápidamente, tropezando entre ellos para alcanzar las escaleras de emergencia. El general entró en su oficina y se sentó frente a su consola. Había un sistema que no sería afectado por la pérdida de energía principal o de reserva. Se alimentaba de un generador especial que solo él conocía —bueno, él y Tyrix, pero el comandante no hablaría pronto.
Xarran activó el panel y sonrió mientras el sistema de autodestrucción de la base se encendía con letras carmesí. El general bajó su cabeza para acomodar el explorador de retina y comenzó a recitar el código para activar la cuenta regresiva.
Fett se movió a través de los pasillos obscurecidos y abandonados de la base. A excepción de los firmes soldado de asalto, casi todos habían huido de la una vez poderosa guarnición. Con sus sensores de sonido, movimiento, infrarrojo, y de blanco activados, acertarle a los oponentes en armaduras de marfil era ridículamente fácil
Por supuesto, la única persona que importaba también estaba presente... en alguna parte en las entrañas de la guarnición.
Fett había pagado una pequeña fortuna para lograr que el tonto fuera involuntariamente marcado con uno de sus rastreadores especiales subdermales microscópicos especiales antes en Inat Prime. Fue una sabia inversión.
Jabba no había ofrecido una recompensa abierta por Rivo Xarran; en vez de eso, Su Grandiosidad había ofrecido el trabajo solamente a Fett... cincuenta mil créditos. Muerto o vivo.
Fett sospechaba que el hutt quería ver que tan bueno era Fett en realidad. Jabba sabía que Rivo correría con su hermano mayor en busca de ayuda y una guarnición imperial entera se interpondría entre el cazador y su presa.
A Fett no le agradaba el hutt, pero pagaba bien y a tiempo. Eso era más de lo que podía decir sobre la mayoría. Además, un día Jabba obtendría lo que se merecía. Después de todo, la justicia era un cazador paciente.
Fett conocía el valor de esa virtud particular muy bien, así que continuó su cuidadoso ascenso a través de la torre principal de la guarnición. No había necesidad de apresurarse. El final llegaría pronto. Y sin importar que tan novedosa hubiera sido la caza, la conclusión era siempre la misma.
Con una risita aguda, el general Gaege Xarran, oficial ejecutivo de la base de la guarnición imperial en Vryssa, bajó la escalera. Había enfundado su bláster en favor de una carabina más grande. Una luma reflectora estaba montada encima del arma, y el grueso barril de un lanzador del microgranadas colgaba debajo.
—Sal, sal donde quiera que estés...
Fett emergió de la escalera en el nivel 5. Su unidad rastreadora le informó que Rivo estaba a menos de cincuenta metros de distancia, en los cuarteles que colindaban con las instalaciones de la recreación de la base. El cazador se movió por el pasillo en sombras, deteniéndose ante la última puerta. Fett imaginó que el experto en computadoras se estaría ocultando bajo la cama, probablemente aferrando su bláster extendido y prometiendo que si sobrevivía esta situación nunca haría nada malo otra vez.
Fett presionó con su palma una pequeña carga explosiva en la entrada y retrocedió. Activó el detonador y miró mientras la puerta se evaporaba en una niebla fina. El cazador se detuvo por un momento, a medias esperando que Rivo hiciera algunos disparos desesperados a través del umbral.
Sosteniendo su rifle preparado, Fett se acercó cuidadosamente. Cuando la alarma de su sensor de movimiento se activó, el cazador se congeló y apuntó, imaginando que Rivo intentaba escapar a través de la puerta.
Fett estaba tan enfocado en la situación que le tomo una fracción de segundo más de lo normal darse cuenta que la alarma de movimiento no había venido de enfrente de él. Giró sobre sus pies, aunque aun mientras lo hacía, sabía que era demasiado tarde. Se preparó para el impacto.
El pesado disparo de bláster golpeó al cazador en su costado izquierdo con tal fuerza que lo arrojó al suelo. Aterrizó duramente, con fuerza suficiente para dejar sin aliento a cualquier hombre ordinario. Pero Fett no era ningún hombre ordinario.
Él estaba disparando su rifle en el momento en que se recuperó del impacto. La furiosa andanada obligó a su atacante a escurrirse otra vez en el vestíbulo para cubrirse. Dagas de dolor empezaron a lacerar su costado, pero la herida no era seria y tendría que ser ignorada por el momento. Fett tenía cosas más importantes de qué preocuparse
Su atacante asomó repentinamente y comenzó a tirar. Mientras Fett regresaba el fuego, reconoció los rasgos de Gaege Xarran. El intercambio se cobró su precio en ambos hombres... Xarran recibió un disparo en la pierna izquierda que lo envió tambaleándose en busca de refugio; Fett fue rozado en el brazo derecho y la sensación en el miembro desapareció rápidamente, entumeciéndose. El rifle cayó sus manos y tuvo que hacer una elección. Rápido.
El cazador se lanzó en el cuarto justo cuando un disparo de bláster chamuscaba el piso donde había estado microsegundos antes. Fett rodó dentro de la gran oficina y se incorporó, su láser restante de muñeca preparado; sin embargo, su unidad de rastreo le dijo que Rivo debía estar en el cubículo sanitario. Esa puerta estaba cerrada, así que Fett mantuvo su atención mayormente centrada en la entrada del cuarto. Súbitamente lamentó haber vaporizado la puerta delantera.
Fett se arrastró hacia la pared, empujando su espalda contra ella. Su brazo derecho aun colgaba inútil a su costado. Afortunadamente su brazo izquierdo estaba ileso, permitiéndole mantener el láser de su muñeca apuntado al umbral.
El cazador de recompensas no tenía tiempo para reprocharse por el descuido. El tiempo era demasiado precioso ahora. Decisiones rápidas y racionales podrían significar la diferencia entre la vida y la muerte, éxito y fracaso. Podía sentir su corazón latiendo apresurado en su pecho. El resultado estaba en duda por primera vez. Y por extraño que pareciera, lo estaba disfrutando.
Fett comenzó con una valoración rápida de su situación. Rivo tendría que ser ignorado por el momento. Incluso si salía disparando, el hombre no estaba entrenado en combate. Gaege Xarran estaba entrenado, al menos... Fett sabía que el general había servido una vez como miembro de la Guardia Real Imperial. Y mientras que el general podría no estar en su mejor momento, estaba muy bien armado.
Por otra parte, la armadura de Fett había perdido muchos de sus sistemas secundarios. Mientras que el traje básico aun funcionaba, sus sensores estaban fuera de línea y no podría desviar energía a la mayoría de las armas. Las unidades de comunicación estaban indemnes, pero eran relativamente inútiles por el momento. El único artículo intacto que podría resultar provechoso era su mochila propulsora.
Las cosas no lucían bien...
Sin sus sensores, no tenía manera de saber si o cuándo el general vendría por el marco de puerta. Peor aun, Fett no podría defenderse, con excepción de combate mano a mano. Y en ese momento a él le hacia falta una mano.
Fett buscó en uno de sus bolsillos y retiró su último detonador termal. No se permitiría ser capturado. Se llevaría a sus enemigos con él.
Entonces lo vio...
El bláster de Xarran había sido equipado con una luma reflectora. En su estado de frenesí, el general no debía haberse dado cuenta de que esto traicionaba su cauteloso acercamiento.
Mirando el halo de luz incrementarse en intensidad, Fett podría estimar exactamente que tan lejos estaba Xarran en el momento. Fett realizó rápidamente otro análisis del cuarto y formuló un nuevo plan. El cazador de recompensas apenas resistió el impulso de sonreír mientras fijaba rápidamente el temporizador del detonador termal.
Alzó la vista una vez más hacia la luz cada vez más brillante fuera de la puerta y bajó su mano izquierda, rodando suavemente la esfera de plata hacia el umbral.
Un momento después, el general Gaege Xarran rodeó la esquina explorando expertamente el cuarto con su bláster.
— ¡Esto se terminó! —gritó triunfante, justo mientras algo chasqueó contra su bota.
Xarran bajó la vista hacia el detonador termal con horror.
—Sí —dijo Fett—. Terminó... —y una explosión de un microsegundo de su mochila repulsora envió al cazador como un rayo a través del cuarto.
Antes de que Xarran pudiera siquiera pensar en reaccionar, Fett estaba en el otro extremo de la oficina, oculto y seguro detrás de un gran escritorio.
La explosión que siguió sacudió el piso entero.
La cubierta elegida por Fett era de típico diseño imperial —grande, abultado, y absolutamente resistente. Justo como había esperado, la monstruosidad de duracero absorbió el grueso del impacto mientras que su armadura desvió cualquier despojo ardiente.
Sacudiéndose el polvo, se acercó a la puerta del cubículo sanitario. Tomando impulso, la abrió de una patada y se preparó para golpear a Rivo y dejarlo inconsciente con una sola mano si era necesario. Pero resultó que no tuvo que hacerlo...
Donde debería haber estado Rivo, Fett vio solamente un pequeño holopad. Existía la posibilidad que el dispositivo estuviera arreglado, pero el cazador pensó que no era el caso. Giró la pantalla hacia adelante y fue saludado por el rostro holográfico sonriente de Rivo Xarran.
—Hola, Fett. Te preguntaría cómo te está yendo, pero la respuesta es bastante obvia. ¿Un encuentro con mi hermano, quizás? —Rivo hizo una pausa—. Bien, ¿vas a decir algo o solo te quedarás parado ahí?
Fett estaba un poco sorprendido de que el mensaje fuera en vivo... había asumido equivocadamente que era un mensaje grabado.
— ¿Qué quieres?
—Oh, sí. Lo olvidé. Eres hombre de pocas palabras, ¿no es así? Bien, como seguramente ya has descubierto, descubrí tu maravilloso pequeño rastreador. Apuesto a que te gustaría saber cómo. Desafortunadamente, no puedo develar todos mis secretos... Debo decir que estoy impresionado. Nunca pensé que realmente burlarías una guarnición imperial entera, —dijo Rivo con desprecio—, incluso una comandada por el idiota de mi hermano. Por supuesto, tampoco tenía sentido correr ningún riesgo. Es por eso que me transporté a salvo, fuera de tu alcance.
—Por el momento —dijo Fett, estudiando la imagen de Rivo—. No eres en absoluto el cobarde lloroso que pareces ser.
—No, no lo soy. Pero tampoco soy un individuo verdaderamente malvado. Mis únicas armas son mi computadora y mi boca. Desafortunadamente, son mi don y mi perdición a veces —agitó una mano—. Pero ya basta sobre mí. Vayamos a los negocios. No puedo volver a mi vida normal contigo persiguiéndome alrededor de la galaxia, y sé que no descansarás hasta que me arrastres a mí o a mi cadáver ante su Grandiosidad. ¿Correcto?
Fett no contestó.
—Entonces, propongo un compromiso... y para demostrar mi buena fe, incluso te diré un pequeño secreto. Mi hermano accionó el sistema de autodestrucción de la base. Relájate, tienes diez minutos antes de que explote; sin embargo, haré esto rápido. Puedes decirle a Jabba que morí en la explosión, recoger tus honorarios, y seguir con tus asuntos. Asumiré una identidad falsa, desapareceré, y nunca, jamás revelaré lo que sucedió dentro de este edificio mientras viva. Ambos ganamos —la mirada confiada de Rivo vaciló levemente—. ¿Qué dices, cazador de recompensas? ¿Es un trato?
Después de un momento, el cazador de recompensas asintió.
—Muy bien. Pero un día te encontraré, Rivo. Y ese día, terminaré este trabajo.
Rivo sonrió.
—Ah, sí. Podrá tomar más que lo usual, pero Boba Fett siempre gana. Muy bien, entonces. Hasta ese día... —su imagen parpadeó y desapareció en la oscuridad.
El cazador comprobó su cronómetro. Al menos eso todavía funcionaba. Mejor se ponía en marcha. Fett tenía la sensación de que el pequeño engendro de Sith podía haber sobrestimado "accidentalmente" la cuenta regresiva a la detonación. Mientras se dirigía hacia la azotea, Fett activó el mando a distancia del Esclavo I...
El Narrador se detuvo, gozando de las miradas impacientes de los niños.
— ¿Cómo termina? —preguntó una niña pequeña sin aliento.
Su pregunta fue repetida por los otros niños mientras exigían una resolución al cuento.
El Narrador sonrió apreciativamente y continuó.
—Bien, después de muchos, muchos años Boba Fett consiguió rastrear a Rivo a un planeta remoto en los territorios del Límite Exterior, a la misma cantina donde el experto en computadoras se estaba ocultando... —se detuvo brevemente por efecto y entonces dijo— y entonces el mayor caza-recompensas de todos los tiempos finalmente terminó su tarea. Como verán, Boba Fett nunca pierde —echó un vistazo a su cronómetro—. Ahora, ya tendrían que estar acostados. Vayan a dormir, todos ustedes. Y nada de sueños feos o no habrá más historias antes de acostarse.
Satisfechos, los niños subieron las escaleras a sus cuartos, comentando la historia. Todos a excepción de la niña pequeña. Ella se detuvo brevemente en la cima de la escalera con una mirada interrogante en su cara.
— ¿Boba Fett es bueno o malo?
Él lo consideró por un momento.
—Esa es una pregunta que solo tú puedes contestar —dijo finalmente.
La niña se encogió los hombros y subió saltando las escaleras, dejando al Narrador solo con sus pensamientos.
Bueno, no completamente solo.
— ¿Cuánto tiempo has estado sentado allí? —preguntó el Narrador.
—Dímelo tú —fue la respuesta plana y filtrada.
El Narrador se volvió hacia el reservado sombrío del cual emergió una figura vestida de gris y verde. Boba Fett permaneció de pie ante el Narrador, con los brazos cruzados sobre su pecho escudado.
—Después de todos estos años realmente conseguiste encontrarme —el Narrador se puso de pie sonriendo—. Al menos, nuestro pequeño cuento será auténtico ahora.
El caza-recompensas buscó lentamente en uno de sus bolsillos y el Narrador tomó una profunda inspiración. Fett extrajo algo plateado y brillante y el Narrador tuvo súbitas visiones de detonadores termales.
Fett arrojó casualmente el objeto hacia el hombre, que lo atajó por reflejo.
El Narrador se preparó para su final, pero cuando este no llegó, miró el objeto en su palma. Era un vale de crédito.
Fett ya estaba caminando hacia la salida.
El Narrador lo sostuvo, confundido.
— ¿Qué es esto?
El cazador de recompensas no se volvió.
—Muchas cosas, Rivo. Un final, un nuevo principio... y quizá incluso una respuesta a la pregunta de una niña pequeña —Fett echó un vistazo hacia atrás, después desapareció a través de las puertas.
El Narrador (él ya no pensaba en sí mismo como Rivo) examinó el vale. Contenía cincuenta mil créditos. La recompensa exacta puesta sobre su cabeza por Jabba. Repentinamente, todo se estuvo claro. Sonrió y corrió hacia afuera.
Boba Fett se había ido... desvanecido en los páramos de Ladarra.
El Narrador permaneció allí en silencio. Y se dio cuenta de que algo estaba mal. Por un breve momento, no pudo determinar que era y luego cayó en la cuenta repentinamente.
No había chirrido.
El Narrador miró hacia abajo... y se encontró mirando fijamente los restos desintegrados del cartel de replimadera del bar. Echó su cabeza hacia atrás y comenzó a reír.
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