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domingo, 9 de noviembre de 2008

CANCIONES INFANTILES



CANCIONES INFANTILES:


EL SEÑOR DON GATO

Estaba el Señor Don Gato
sentadito en su tejado,
MARRAMA-MIAU, MIAU, MIAU
sentadito en su tejado.

Ha recibido una carta
que si quiere ser casado,
MARRAMA-MIAU, MIAU, MIAU
que si quiere ser casado.

Con una gatita blanca
sobrina de un gato pardo,
MARRAMA-MIAU, MIAU, MIAU
sobrina de un gato pardo.

El gato con la alegría
cayó del tejado abajo,
MARRAMA-MIAU, MIAU, MIAU
cayó del tejado abajo.

Se rompió siete costillas
y la puntita del rabo,
MARRAMA-MIAU, MIAU, MIAU
y la puntita del rabo.

Lo llevaron a enterrar
a la plaza del mercado,
MARRAMA-MIAU, MIAU, MIAU
a la plaza del mercado.

Al olor de las sardinas
el gato ha resucitado,
MARRAMA-MIAU, MIAU, MIAU
el gato ha resucitado.

Con razón dice la gente:
"siete vidas tiene un gato",
MARRAMA-MIAU, MIAU, MIAU
"siete vidas tiene un gato".



LA MUÑECA AZUL

Tengo una muñeca
vestida de azul,
con su camisita
y su canesú.

La saqué a paseo
se me constipó,
la tengo en la cama
con mucho dolor.

Esta mañanita
me dijo el doctor
que le dé jarabe
con un tenedor.

Dos y dos son cuatro,
cuatro y dos son seis,
seis y dos son ocho
y ocho, dieciséis.

Y ocho, veinticuatro
y ocho, treinta y dos.
Animas benditas,
me arrodillo yo.



EL COCHERITO LERE

El cocherito leré
me dijo anoche leré
que si quería leré
montar en coche leré.
Y yo le dije leré
con gran salero leré
no quiero coche leré
que me mareo leré


AL PASAR LA BARCA

Al pasar la barca
me dijo el barquero
las niñas bonitas
no pagan dinero.
Yo no soy bonita
ni lo quiero ser
tome usted los cuartos
y a pasarlo bien.

Al volver la barca
me volvió a decir
las niñas bonitas
no pagan aquí.
Yo no soy bonita
ni lo quiero ser
las niñas bonitas
se echan a perder

Como soy tan fea
yo le pagaré
¡Arriba la barca
de Santa Isabel!



MAMBRÚ SE FUE A LA GUERRA

Mambrú se fue a la guerra,
¡qué dolor, qué dolor, qué pena!.
Mambrú se fue a la guerra,
no sé cuando vendrá.
Do-re-mi, do-re-fa,
no sé cuando vendrá.

Si vendrá por la Pascua,
¡qué dolor, qué dolor, qué guasa!
si vendrá por la Pascua,
o por la Trinidad.
Do-re-mi, do-re-fa,
o por la Trinidad.

La Trinidad se acaba,
¡qué dolor, qué dolor, qué rabia!,
la Trinidad se acaba
Mambrú no viene ya.
Do-re-mi, do-re-fa,
Mambrú no viene ya.

Por allí viene un paje,
¡qué dolor, qué dolor, qué traje!
por allí viene un paje,
¿qué noticias traerá?
Do-re-mi, do-re-fa,
¿qué noticias traerá?

Las noticias que traigo,
¡del dolor, del dolor me caigo!
las noticias que traigo
son tristes de contar,
Do-re-mi, do-re-fa,
son tristes de contar.

Que Mambrú ya se ha muerto,
¡qué dolor, qué dolor, qué entuerto!,
que Mambrú ya se ha muerto,
lo llevan a enterrar.
Do-re-mi, do-re-fa,
lo llevan a enterrar.

En caja de terciopelo,
¡qué dolor, qué dolor, qué duelo!,
en caja de terciopelo,
y tapa de cristal.
Do-re-mi, do-re-fa,
y tapa de cristal.

Y detrás de la tumba,
¡qué dolor, qué dolor, qué turba!,
y detrás de la tumba,
tres pajaritos van.
Do-re-mi, do-re-fa,
tres pajaritos van.

Cantando el pío-pío,
¡qué dolor, qué dolor, qué trío!,
cantando el pío-pío,
cantando el pío-pá.
Do-re-mi, do-re-fa,
cantando el pío-pá.


CANCION DEL BURRO ENFERMO

A mi burro, a mi burro
le duele la cabeza;
y el médico le ha puesto
una gorrita negra.

Una gorrita negra,
mi burro enfermo está.

A mi burro, a mi burro
le duele la nariz
y el médico le ha dado
agüita con anís.

Una gorrita negra,
agüita con anís,
mi burro enfermo está.

A mi burro, a mi burro
le duele la garganta;
y el médico le manda
una bufanda blanca.

Una gorrita negra,
agüita con anís,
una bufanda blanca,
mi burro enfermo está.

A mi burro, a mi burro
le duele el corazón;
el médico le ha puesto
jarabe de limón.

Una gorrita negra,
agüita con anís,
una bufanda blanca,
jarabe de limón,
mi burro enfermo está

A mi burro, a mi burro
le duelen las rodillas
y el médico le manda
un frasco de pastillas.

Una gorrita negra,
agüita con anís,
una bufanda blanca,
jarabe de limón,
un frasco de pastillas,
mi burro enfermo está

A mi burro, a mi burro
le duelen las pezuñas;
y el médico le ha puesto
emplasto de lechugas.

Una gorrita negra,
agüita con anís,
una bufanda blanca,
jarabe de limón,
un frasco de pastillas,
emplasto de lechugas,
mi burro enfermo está

A mi burro, a mi burro
ya no le duele nada,
pero el muy perezoso
durmiendo está en la cama.



EL CUENTO DEL ARCO IRIS, Y EL CAMALEON

EL CUENTO DEL ARCO IRIS, Y EL CAMALEON

Comienza así nuestra historia:

Un camaleón orgulloso, que se burlaba de los demás por no cambiar de color como él. Pasaba el día diciendo: ¡Que bello soy!.

¡No hay ningún animal que vista tan señorial!.

Todos admiraban sus colores, pero no su mal humor y su vanidad.

Un día, paseaba por el campo, cuando de repente, comenzó a llover.

La lluvia, dio paso al sol y éste a su vez al arco iris.

El camaleón alzó la vista y se quedó sorprendido al verlo, pero envidioso dijo: ¡No es tan bello como yo!.

¿No sabes admirar la belleza del arco iris?: Dijo un pequeño pajarillo que estaba en la rama de un árbol cercano.

Si no sabes valorarlo, continuó, es difícil que conozcas las verdades que te enseña la naturaleza.

¡Si quieres, yo puedo ayudarte a conocer algunas!.

¡Está bien!: dijo el camaleón.

Los colores del arco iris te enseñan a vivir, te muestran los sentimientos.

El camaleón le contestó: ¡Mis colores sirven para camuflarme del peligro, no necesito sentimientos para sobrevivir!.

El pajarillo le dijo: ¡Si no tratas de descubrirlos, nunca sabrás lo que puedes sentir a través de ellos!.

Además puedes compartirlos con los demás como hace el arco iris con su belleza.

El pajarillo y el camaleón se tumbaron en el prado.

Los colores del arco iris se posaron sobre los dos, haciéndoles cosquillas en sus cuerpecitos.

El primero en acercarse fue el color rojo, subió por sus pies y de repente estaban rodeados de manzanos, de rosas rojas y anocheceres.

El color rojo desapareció y en su lugar llegó el amarillo revoloteando por encima de sus cabezas.

Estaban sonrientes, alegres, bailaban y olían el aroma de los claveles y las orquideas.

El amarillo dio paso al verde que se metió dentro de sus pensamientos.

El camaleón empezó a pensar en su futuro, sus ilusiones, sus sueños y recordaba los amigos perdidos.

Al verde siguió el azul oscuro, el camaleón sintió dentro la profundidad del mar, peces, delfines y corales le rodeaban.

Daban vueltas y vueltas y los pececillos jugaban con ellos.

Salieron a la superficie y contemplaron las estrellas. Había un baile en el cielo y las estrellas se habían puesto sus mejores galas.

El camaleón estaba entusiasmado.

La fiesta terminó y apareció el color azul claro. Comenzaron a sentir una agradable sensación de paz y bienestar.

Flotaban entre nubes y miraban el cielo.

Una nube dejó caer sus gotas de lluvia y se mojaron, pero estaban contentos de sentir el frescor del agua.

Se miraron a los ojos y sonrieron.

El color naranja se había colocado justo delante de ellos.

Por primera vez, el camaleón sentía que compartía algo y comprendió la amistad que le ofrecía el pajarillo.

Todo se iluminó de color naranja.

Aparecieron árboles frutales y una gran alfombra de flores.

Cuando estaban más relajados, apareció el color añil, y de los ojos del camaleón cayeron unas lagrimitas. Estaba arrepentido de haber sido tan orgulloso y de no valorar aquello que era realmente hermoso.

Pidió perdón al pajarillo y a los demás animales y desde aquel día se volvió mas humilde.



EL CUENTO DE : El pueblo fantasma.

El pueblo fantasma.


La noche era lluviosa, una gran tormenta caía sobre el mar.

Las olas eran gigantes y la niebla era espesa.

Los barcos se bamboleaban de un lado a otro como marionetas de guiñol.

De repente, un crujido espantoso sonó en la oscuridad.

Una gran humareda se veía a lo lejos y un olor intenso se dejaba notar en el aire.

Todos se preguntaban que es lo que habría ocurrido.

Un barco había encallado cerca de la orilla, y había derramado parte del petróleo que llevaba.

Una gran mancha negra se extendió por el agua, como un gran manto negro que ponía de luto al mar.

El olor a petróleo era cada vez mas fuerte, y se confundía con la frescura que la brisa tenía cada anochecer cuando junto a la playa,

Carlos y Ana iban a contemplar las estrellas.

Cuando sentían esa libertad que sólo sienten los que aún no han traicionado sus ideales.

Carlos y Ana eran los hijos de un pescador y vivían en una humilde casa blanca muy cerca del acantilado.

Los pescadores habían tenido últimamente problemas para pescar,

la pesca no era muy abundante.

Ahora, aun sería mucho peor, ya no habría nada en mucho tiempo.

Ya no se vería a los pescadores traer el pescado a puerto.

Ni se podría despedirlos hasta pronto como era habitual.

Ahora tendrían que marcharse lejos, para poder seguir viviendo.

El pueblo se convirtió en un pueblo sin gente, un pueblo fantasma.

Apenas unas cuantas mujeres y niños pequeños quedaban allí.

Los hombres y los jóvenes partían en busca de trabajo y volvían de tarde en tarde, para ver a los suyos.

Cada anochecer, apenas unas cuantas luces, devolvían la existencia al pueblo.

Pero desde el acantilado, la vista no era la misma, parecía que hasta la brisa había cambiado de lugar.

El aire olía a petróleo y la calma del mar, se había convertido en una tremenda angustia de ver como toda la vida marina se destruía.

Los peces muertos flotaban y todo era desolador.

Los pocos que quedaron, empezaron a reconstruir y limpiar todo aquello que había sido dañado.

Pasaron unos cuantos años, hasta que el pueblo volvió a la normalidad.

Comenzaron a llegar algunos de los que se habían marchado, y las barcas volvieron a puerto.

Renacía de nuevo la esperanza, con el temor de que algún día volviera a repetirse.