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martes, 30 de marzo de 2010

Jorge Bucay -- CUENTOS PARA PENSAR

Jorge Bucay

26 CUENTOS

PARA

PENSAR

_______

COMO CRECER?

Un rey fue hasta su jardín y descubrió que sus árboles, arbustos y flores se

estaban muriendo.

El Roble le dijo que se moría porque no podía ser tan alto como el Pino.

Volviéndose al Pino, lo halló caído porque no podía dar uvas como la Vid. Y la

Vid se moría porque no podía florecer como la Rosa.

La Rosa lloraba porque no podía ser alta y sólida como el Roble. Entonces

encontró una planta, una fresia, floreciendo y más fresca que nunca.

El rey preguntó:

¿Cómo es que creces saludable en medio de este jardín mustio y sombrío?

No lo sé. Quizás sea porque siempre supuse que cuando me plantaste, querías

fresias. Si hubieras querido un Roble o una Rosa, los habrías plantado. En

aquel momento me dije: "Intentaré ser Fresia de la mejor manera que pueda".

Ahora es tu turno. Estás aquí para contribuir con tu fragancia. Simplemente

mirate a vos mismo.

No hay posibilidad de que seas otra persona.

Podes disfrutarlo y florecer regado con tu propio amor por vos, o podes

marchitarte en tu propia condena...

ANIMARSE A VOLAR

..Y cuando se hizo grande, su padre le dijo:

-Hijo mío, no todos nacen con alas. Y si bien es cierto que no tienes obligación

de volar, opino que sería penoso que te limitaras a caminar teniendo las alas

que el buen Dios te ha dado.

-Pero yo no sé volar – contestó el hijo.

-Ven – dijo el padre.

Lo tomó de la mano y caminando lo llevó al borde del abismo en la montaña.

-Ves hijo, este es el vacío. Cuando quieras podrás volar. Sólo debes pararte

aquí, respirar profundo, y saltar al abismo. Una vez en el aire extenderás las

alas y volarás...

El hijo dudó.

-¿Y si me caigo?

-Aunque te caigas no morirás, sólo algunos machucones que harán más fuerte

para el siguiente intento –contestó el padre.

El hijo volvió al pueblo, a sus amigos, a sus pares, a sus compañeros con los

que había caminado toda su vida.

Los más pequeños de mente dijeron:

-¿Estás loco?

-¿Para qué?

-Tu padre está delirando...

-¿Qué vas a buscar volando?

-¿Por qué no te dejas de pavadas?

-Y además, ¿quién necesita?

Los más lúcidos también sentían miedo:

-¿Será cierto?

-¿No será peligroso?

-¿Por qué no empiezas despacio?

-En todo casa, prueba tirarte desde una escalera.

-...O desde la copa de un árbol, pero... ¿desde la cima?

El joven escuchó el consejo de quienes lo querían.

Subió a la copa de un árbol y con coraje saltó...

Desplegó sus alas.

Las agitó en el aire con todas sus fuerzas... pero igual... se precipitó a tierra...

Con un gran chichón en la frente se cruzó con su padre:

-¡Me mentiste! No puedo volar. Probé, y ¡mira el golpe que me di!. No soy

como tú. Mis alas son de adorno... – lloriqueó.

-Hijo mío – dijo el padre – Para volar hay que crear el espacio de aire libre

necesario para que las alas se desplieguen.

Es como tirarse en un paracaídas... necesitas cierta altura antes de saltar.

Para aprender a volar siempre hay que empezar corriendo un riesgo.

Si uno quiere correr riesgos, lo mejor será resignarse y seguir caminando como

siempre.

EL BUSCADOR

Esta es la historia de un hombre al que yo definiría como buscador

Un buscador es alguien que busca. No necesariamente es alguien que

encuentra. Tampoco esa alguien que sabe lo que está buscando. Es

simplemente para quien su vida es una búsqueda.

Un día un buscador sintió que debía ir hacia la ciudad de Kammir. Él había

aprendido a hacer caso riguroso a esas sensaciones que venían de un lugar

desconocido de sí mismo, así que dejó todo y partió. Después de dos días de

marcha por los polvorientos caminos divisó Kammir, a lo lejos. Un poco antes

de llegar al pueblo, una colina a la derecha del sendero le llamó la atención.

Estaba tapizada de un verde maravilloso y había un montón de árboles,

pájaros y flores encantadoras. La rodeaba por completo una especie de valla

pequeña de madera lustrada… Una portezuela de bronce lo invitaba a entrar.

De pronto sintió que olvidaba el pueblo y sucumbió ante la tentación de

descansar por un momento en ese lugar. El buscador traspaso el portal y

empezó a caminar lentamente entre las piedras blancas que estaban

distribuidas como al azar, entre los árboles. Dejó que sus ojos eran los de un

buscador, quizá por eso descubrió, sobre una de las piedras, aquella

inscripción … “Abedul Tare, vivió 8 años, 6 meses, 2 semanas y 3 días”. Se

sobrecogió un poco al darse cuenta de que esa piedra no era simplemente una

piedra. Era una lápida, sintió pena al pensar que un niño de tan corta edad

estaba enterrado en ese lugar… Mirando a su alrededor, el hombre se dio

cuenta de que la piedra de al lado, también tenía una inscripción, se acercó a

leerla decía “Llamar Kalib, vivió 5 años, 8 meses y 3 semanas”. El buscador

se sintió terrible mente conmocionado. Este hermoso lugar, era un cementerio

y cada piedra una lápida. Todas tenían inscripciones similares: un nombre y el

tiempo de vida exacto del muerto, pero lo que lo contactó con el espanto, fue

comprobar que, el que más tiempo había vivido, apenas sobrepasaba 11 años.

Embargado por un dolor terrible, se sentó y se puso a llorar. El cuidador del

cementerio pasaba por ahí y se acercó, lo miró llorar por un rato en silencio y

luego le preguntó si lloraba por algún familiar.

- No ningún familiar – dijo el buscador - ¿Qué pasa con este pueblo?, ¿Qué

cosa tan terrible hay en esta ciudad? ¿Por qué tantos niños muertos enterrados

en este lugar? ¿Cuál es la horrible maldición que pesa sobre esta gente, que lo

ha obligado a construir un cementerio de chicos?.

El anciano sonrió y dijo: -Puede usted serenarse, no hay tal maldición, lo que

pasa es que aquí tenemos una vieja costumbre. Le contaré: cuando un joven

cumple 15 años, sus padres le regalan una libreta, como esta que tengo aquí,

colgando del cuello, y es tradición entre nosotros que, a partir de allí, cada vez

que uno disfruta intensamente de algo, abre la libreta y anota en ella: a la

izquierda que fu lo disfrutado…, a la derecha, cuanto tiempo duró ese gozo. ¿

Conoció a su novia y se enamoró de ella? ¿Cuánto tiempo duró esa pasión

enorme y el placer de conocerla?…¿Una semana?, dos?, ¿tres semanas y

media?… Y después… la emoción del primer beso, ¿cuánto duró?, ¿El minuto y

medio del beso?, ¿Dos días?, ¿Una semana? … ¿y el embarazo o el nacimiento

del primer hijo? …, ¿y el casamiento de los amigos…?, ¿y el viaje más

deseado…?, ¿y el encuentro con el hermano que vuelve de un país

lejano…?¿Cuánto duró el disfrutar de estas situaciones?… ¿horas?, ¿días?… Así

vamos anotando en la libreta cada momento, cuando alguien se muere, es

nuestra costumbre abrir su libreta y sumar el tiempo de lo disfrutado, para

escribirlo sobre su tumba. Porque ese es, para nosotros, el único y verdadero

tiempo vivido.

EL ELEFANTE ENCADENADO

Cuando yo era chico me encantaban los circos, y lo que más me gustaba de los

circos eran los animales. También a mí como a otros, después me enteré, me

llamaba la atención el elefante. Durante la función, la enrome bestia hacia

despliegue de su tamaño, peso y fuerza descomunal... pero después de su

actuación y hasta un rato antes de volver al escenario, el elefante quedaba

sujeto solamente por una cadena que aprisionaba una de sus patas clavada a

una pequeña estaca clavada en el suelo. Sin embargo, la estaca era solo un

minúsculo pedazo de madera apenas enterrado unos centímetros en la tierra. Y

aunque la cadena era gruesa y poderosa me parecía obvio que ese animal

capaz de arrancar un árbol de cuajo con su propia fuerza, podría, con facilidad,

arrancar la estaca y huir. El misterio es evidente: ¿Qué lo mantiene entonces?

¿Por qué no huye? Cuando tenía 5 o 6 años yo todavía en la sabiduría de los

grandes. Pregunté entonces a algún maestro, a algún padre, o a algún tío por

el misterio del elefante. Alguno de ellos me explicó que el elefante no se

escapaba porque estaba amaestrado. Hice entonces la pregunta obvia: -Si está

amaestrado, ¿por qué lo encadenan? No recuerdo haber recibido ninguna

respuesta coherente. Con el tiempo me olvide del misterio del elefante y la

estaca... y sólo lo recordaba cuando me encontraba con otros que también se

habían hecho la misma pregunta. Hace algunos años descubrí que por suerte

para mí alguien había sido lo bastante sabio como para encontrar la respuesta:

El elefante del circo no se escapa porque ha estado atado a una estaca

parecida desde muy, muy pequeño. Cerré los ojos y me imaginé al pequeño

recién nacido sujeto a la estaca. Estoy seguro de que en aquel momento el

elefantito empujó, tiró, sudó, tratando de soltarse. Y a pesar de todo su

esfuerzo, no pudo. La estaca era ciertamente muy fuerte para él. Juraría que

se durmió agotado, y que al día siguiente volvió a probar, y también al otro y

al que le seguía... Hasta que un día, un terrible día para su historia, el animal

aceptó su impotencia y se resignó a su destino. Este elefante enorme y

poderoso, que vemos en el circo, no se escapa porque cree -pobre- que

NO

PUEDE

.

Él tiene registro y recuerdo de su impotencia, de aquella impotencia

que sintió poco después de nacer. Y lo peor es que jamás se ha vuelto a

cuestionar seriamente ese registro. Jamás... jamás... intentó poner a prueba

su fuerza otra vez...

EL OSO

Esta historia habla de un sastre, un zar y su oso.

Un día el zar descubrió que uno de los botones de su chaqueta preferida se

había caído.

El zar era caprichoso, autoritario y cruel (cruel como todos los que enmarañan

por demasiado tiempo en el poder), así que, furioso por la ausencia del botón

mandó a buscar a su sastre y ordenó que a la mañana siguiente fuera

decapitado por el hacha del verdugo.

Nadie contradecía al emperador de todas la Rusias, así que la guardia fue

hasta la casa del sastre y arrancándolo de entre los brazos de su familia lo

llevó a la mazmorra del palacio para esperar allí su muerte.

Cuando, cayo el sol un guardiacárcel le llevó al sastre la última cena, el sastre

revolvió el plato de comida con la cuchara y mirando al guardiacárcel dijo –

Pobre del zar.

- El guardiacárcel no puedo evitar reírse - ¿Pobre del zar?, dijo pobre de ti tu

cabeza quedará separada de tu cuerpo unos cuantos metros mañana a la

mañana.

- Si, lo sé pero mañana en la mañana el zar perderá mucho más que un

sastre, el zar perderá la posibilidad de que su oso la cosa que más quiere en

el mundo su propio oso aprenda a hablar.

- ¿Tú sabes enseñarle a hablar a los osos?, preguntó el guardiacárcel

sorprendido.

- Un viejo secreto familiar... – dijo el sastre.

Deseoso de ganarse los favores del zar, el pobre guardia corrió a contarle al

soberano su descubrimiento:

¡¡El sastre sabía enseñarle a hablar a los osos!!

El zar se sintió encantado. Mandó rápidamente a buscar al sastre y le ordenó:

-¡¡Enséñale a mi oso a hablar nuestro gustaría complaceros pero la verdad, es

que enseñar a hablar a un oso es una ardua tarea y lleva tiempo... y

lamentablemente, tiempo es lo que menos tengo...

-El zar hizo un silencio, y preguntó ¿cuánto tiempo llevaría el aprendizaje?

- Bueno, depende de la inteligencia del oso... Dijo el sastre.

- ¡¡El oso es muy inteligente!! – interrumpió el zar

– De hecho es el oso más inteligente de todos los osos de Rusia.

-Bueno, musitó el sastre... si el oso es inteligente... y siente deseos de

aprender... yo creo... que el aprendizaje duraría... duraría... no menos de......

DOS AÑOS.

El zar pensó un momento y luego ordenó:

- Bien, tu pena será suspendida por dos años, mientras tanto tú entrenarás al

oso. ¡Mañana empezarás!

- Alteza - dijo el sastre – Si tu mandas al verdugo a ocuparse de mi cabeza,

mañana estarán muerto, y mi familia, se las ingeniará para poder sobrevivir.

Pero si me conmutas la pena, yo tendré que dedicarle el tiempo a trabajar, no

podré dedicarme a tu oso... debo mantener a mi familia.

- Eso no es problema – dijo el zar – A partir de hoy y durante dos años tú y tu

familia estarán bajo la protección real. Serán vestidos, alimentados y educados

con el dinero de la corte y nada que necesiten o deseen, les será negado...

Pero, eso sí... Si dentro de dos años el oso no habla... te arrepentirás de haber

pensado en esta propuesta... Rogarás haber sido muerto por el verdugo...

¿Entiendes, verdad?.

- Sí, alteza.

- Bien... ¡¡Guardias!! - gritó el zar –Que lleven al sastre a su casa en el

carruaje de la corte, denle dos bolsas de oro, comida y regalos para sus niños.

Ya... ¡¡Fuera!!.

El sastre en reverencia y caminando hacia atrás, comenzó a retirarse mientras

musitaba agradecimientos.

- No olvides - le dijo el zar apuntándolo con el dedo a la frente – Si en dos

años el oso no habla... – Alteza... -

...Cuando todos en la casa del sastre lloraban por la pérdida del padre de

familia, el hombre pequeño apareció en la casa en el carruaje del zar,

sonriente, eufórico y con regalos para todos.

La esposa del sastre no cabía en su asombro. Su marido que pocas horas antes

había sido llevado al cadalso volvía ahora, exitoso, acaudalado y exultante...

Cuando estuvo a solas el hombre le contó los hechos.

- Estás

LOCO

– chilló la mujer – enseñar a hablar al oso del zar. Tú, que ni

siquiera has visto un oso de cerca, ¡Estás, loco!

Enseñar a hablar al oso... Loco, estás loco...

- Calma mujer, calma. Mira, me iban a cortar la cabeza mañana al amanecer,

ahora... ahora tengo dos años... En dos años pueden pasar tantas cosas en

dos años.

En dos años... – siguió el sastre - se puede morir el zar... me puedo morir

yo... y lo más importante... por ahí el ¡¡oso habla!!

EL TEMIDO ENEMIGO

La idea de este cuento llegó a mí escuchando un relato de Enrique Mariscal. Me

permití, partir de allí prolongar el cuento transformarlo en otra historia con

otro mensaje y otro sentido. Así como está ahora se lo regalé una tarde a mí

amigo Norbi.

Había una vez, en un reino muy lejano y perdido, un rey al que le gustaba

sentirse poderoso. Su deseo de poder no se satisfacía sólo con tenerlo, él,

necesitaba además, que todos lo admiraran por ser poderoso, así como la

madrastra de Blanca Nieves no le alcanzaba con verse bella, también él

necesitaba mirarse en un espejo que le dijera lo poderoso que era.

Él no tenía espejos mágicos, pero contaba con un montón de cortesanos y

sirvientes a su alrededor a quienes preguntarle si él, era el más poderoso del

reino.

Invariablemente todos le decían lo mismo:

-Alteza, eres muy poderoso, pero tú sabes que el mago tiene un poder que

nadie posee: Él, él conoce el futuro.

( En aquel tiempo, alquimistas, filósofos, pensadores, religiosos y místicos eran

llamados, genéricamente “magos”).

El rey estaba muy celoso del mago del reino pues aquel no sólo tenía fama de

ser un hombre muy bueno y generoso, sino que además, el pueblo entero lo

amaba, lo admiraba y festejaba que él existiera y viviera allí.

No decían lo mismo del rey.

Quizás porque necesitaba demostrar que era él quien mandaba, el rey no era

justo, ni ecuánime, y mucho menos bondadoso.

Un día, cansado de que la gente le contara lo poderoso y querido que era el

mago o motivado por esa mezcla de celos y temores que genera la envidia, el

rey urdió un plan:

Organizaría una gran fiesta a la cual invitaría al mago y después la cena,

pediría la atención de todos. Llamaría al mago al centro del salón y delante de

los cortesanos, le preguntaría si era cierto que sabía leer el futuro. El invitado,

tendría dos posibilidades: decir que no, defraudando así la admiración de los

demás, o decir que sí, confirmando el motivo de su fama. El rey estaba seguro

de que escogería la segunda posibilidad. Entonces, le pediría que le dijera la

fecha en la que el mago del reino iba a morir. Éste daría una respuesta, un día

cualquiera, no importaba cuál. En ese mismo momento, planeaba el rey, sacar

su espada y matarlo. Conseguiría con esto dos cosas de un solo golpe: la

primera, deshacerse de su enemigo para siempre; la segunda, demostrar que

el mago no había podido adelantarse al futuro, y que se había equivocado en

su predicción. Se acabaría, en una sola noche. El mago y el mito de sus

poderes...

Los preparativos se iniciaron enseguida, y muy pronto el día del festejo llegó...

...Después de la gran cena. El rey hizo pasar al mago al centro y ante le

silencio de todos le preguntó:

- ¿Es cierto que puedes leer el futuro?

- Un poco – dijo el mago.

- ¿Y puedes leer tu propio futuro, preguntó el rey?

- Un poco – dijo el mago.

- Entonces quiero que me des una prueba - dijo el rey -

¿Qué día morirás?. ¿ Cuál es la fecha de tu muerte?

El mago se sonrió, lo miró a los ojos y no contestó.

- ¿Qué pasa mago? - dijo el rey sonriente -¿No lo sabes?... ¿no es cierto que

puedes ver el futuro?

- No es eso - dijo el mago - pero lo que sé, no me animo a decírtelo.

- ¿Cómo que no te animas?- dijo el rey-... Yo soy tu soberano y te ordeno que

me lo digas. Debes darte cuenta de que es muy importante para el reino,

saber cuando perdemos a sus personajes más eminentes... Contéstame pues,

¿cuándo morirá el mago del reino?

Luego de un tenso silencio, el mago lo miró y dijo:

- No puedo precisarte la fecha, pero sé que el mago morirá exactamente un

día antes que el rey...

Durante unos instantes, el tiempo se congeló. Un murmullo corrió por entre los

invitados.

El rey siempre había dicho que no creía en los magos ni en las adivinaciones,

pero lo cierto es que no se animó a matar al mago.

Lentamente el soberano bajó los brazos y se quedó en silencio...

Los pensamientos se agolpaban en su cabeza.

Se dio cuenta de que se había equivocado.

Su odio había sido el peor consejero.

- Alteza, te has puesto pálido. ¿Qué te sucede? – preguntó el invitado.

- Me siento mal - contestó el monarca – voy a ir a mi cuarto, te agradezco que

hayas venido.

Y con un gesto confuso giró en silencio encaminándose a sus habitaciones...

El mago era astuto, había dado la única respuesta que evitaría su muerte.

¿Habría leído su mente?

La predicción no podía ser cierta. Pero... ¿Y si lo fuera?...

Estaba aturdido

Se le ocurrió que sería trágico que le pasara algo al mago camino a su casa.

El rey volvió sobre sus pasos, y dijo en voz alta:

- Mago, eres famoso en el reino por tu sabiduría, te ruego que pases esta

noche en el palacio pues debo consultarte por la mañana sobre algunas

decisiones reales.

- ¡ Majestad!. Será un gran honor... – dijo el invitado con una reverencia.

El rey dio órdenes a sus guardias personales para que acompañaran al mago

hasta las habitaciones de huéspedes en el palacio y para que custodiasen su

puerta asegurándose de que nada pasara...

Esa noche el soberano no pudo conciliar el sueño. Estuvo muy inquieto

pensando qué pasaría si el mago le hubiera caído mal la comida, o si se

hubiera hecho daño accidentalmente durante la noche, o si, simplemente, le

hubiera llegado su hora.

Bien temprano en la mañana el rey golpeó en las habitaciones de su invitado.

Él nunca en su vida había pensado en consultar ninguna de sus decisiones,

pero esta vez, en cuánto el mago lo recibió, hiz o la pregunta... necesitaba una

excusa.

Y el mago, que era un sabio, le dio una respuesta correcta, creativa y justa.

El rey, casi sin escuchar la respuesta alabó a su huésped por su inteligencia y

le pidió que se quedara un día más, supuestamente, para “consultarle” otro

asunto... (obviamente, el rey sólo quería asegurarse de que nada le pasara).

El mago – que gozaba de la libertad que sólo conquistan los iluminados –

aceptó...

Desde entonces todos los días, por la mañana o por la tarde, el rey iba hasta

las habitaciones del mago para consultarlo y lo comprometía para una nueva

consulta al día siguiente.

No pasó mucho tiempo antes de que el rey se diera cuenta de que los consejos

de su nuevo asesor eran siempre acertados y terminara, casi sin notarlo,

teniéndolos en cuenta en cada una de las decisiones.

Pasaron los meses y luego los años.

Y como siempre... estar cerca del que sabe vuelve el que no sabe, más sabio.

Así fue: el rey poco a poco se fue volviendo más y más justo.

Ya no era despótico ni autoritario. Dejó de necesitar sentirse poderoso, y

seguramente por ello dejó de necesitar demostrar su poder.

Empezó a aprender que la humildad también podía ser ventajosa empezó a

reinar de una manera más sabia y bondadosa.

Y sucedió que su pueblo empezó a quererlo, como nunca lo había querido

antes.

El rey ya no iba a ver al mago investigando por su salud, iba realmente para

aprender, para compartir una decisión o simplemente para charlar, porque el

rey y el mago habían llegado a ser excelentes amigos.

Un día, a más de cuatro años de aquella cena, y sin motivo, el rey recordó.

Recordó aquel plan aquel plan que alguna vez urdió para matar a este su

entonces más odiado enemigo

Y sé dio cuenta que no podía seguir manteniendo este secreto sin sentirse un

hipócrita.

El rey tomó coraje y fue hasta la habitación del mago. Golpeó la puerta y

apenas entró le dijo:

- Hermano, tengo algo que contarte que me oprime el pecho

- Dime – dijo el mago – y alivia tu corazón.

- Aquella noche, cuando te invité a cenar y te pregunté sobre tu muerte, yo no

quería en realidad saber sobre tu futuro, planeaba matarte y frente a cualquier

cosa que me dijeras, porque quería que tu muerte inesperada desmitificara

para siempre tu fama de adivino. Te odiaba porque todos te amaban... Estoy

tan avergonzado...

- Aquella noche no me animé a matarte y ahora que somos amigos, y más que

amigos, hermanos, me aterra pensar lo que hubiera perdido si lo hubiese

hecho.

Hoy he sentido que no puedo seguir ocultándote mi infamia.

Necesité decirte todo esto para que tú me perdones o me desprecies, pero sin

ocultamientos.

El mago lo miró y le dijo:

- Has tardado mucho tiempo en poder decírmelo. Pero de todas maneras, me

alegra, me alegra que lo hayas hecho, porque esto es lo único que me

permitirá decirte que ya lo sabía. Cuando me hiciste la pregunta y bajaste tu

mano sobre el puño de tu espada, fue tan clara tu intención, que no hacía falta

adivino para darse cuenta de lo que pensabas hacer, - el mago sonrió y puso

su mano en el hombro del rey. – Como justo pago a tu sinceridad, debo decirte

que yo también te mentí... Te confieso hoy que inventé esa absurda historia

de mi muerte antes de la tuya para darte una lección. Una lección que recién

hoy estás en condiciones de aprender, quizás la más importante cosa que yo

te haya enseñado nunca.

Vamos por el mundo odiando y rechazando aspectos de los otros y hasta de

nosotros mismos que creemos despreciables, amenazantes o inútiles... y sin

embargo, si nos damos tiempo, terminaremos dándonos cuenta de lo mucho

que nos costaría vivir sin aquellas cosas que en un momento rechazamos.

Tu muerte, querido amigo, llegará justo, justo el día de tu muerte, y ni un

minuto antes. Es importante que sepas que yo estoy viejo, y que mi día

seguramente se acerca. No hay ninguna razón para pensar que tu partida deba

estar atada a la mía. Son nuestras vidas las que se han ligado, no nuestras

muertes.

El rey y el mago se abrazaron y festejaron brindando por la confianza que cada

uno sentí en esta relación que habían sabido construir juntos...

Cuenta la leyenda... que misteriosamente... esa misma noche... el mago...

murió durante el sueño.

El rey se enteró de la mala noticia a la mañana siguiente... y se sintió

desolado.

No estaba angustiado por la idea de su propia muerte, había aprendido del

mago a desapegarse hasta de su permanencia en el mundo.

Estaba triste, simplemente por la muerte de su amigo.

¿Qué coincidencia extraña había hecho que el rey pudiera contarle esto al

mago justo la noche anterior a su muerte?.

Tal vez, tal vez de alguna manera desconocida el mago había hecho que él

pudiera decirle esto para quitarle su fantasía de morirse un día después.

Un último acto de amor para librarlo de sus temores de otros tiempos...

Cuentan que el rey se levantó y que con sus propias manos cavó en el jardín,

bajo su ventana, una tumba para su amigo, el mago.

Enterró allí su cuerpo y el resto del día se quedó al lado del montículo de

tierra, llorando como se llora ante la pérdida de los seres queridos.

Y recién entrada la noche, el rey volvió a su habitación.

Cuenta la leyenda... que esa misma noche... veinticuatro horas después de la

muerte del mago, el rey murió en su lecho mientras dormía... quizás de

casualidad... quizás de dolor... quizás para confirmar la última enseñanza del

maestro.

LA ALEGORIA DEL CARRUAJE

Un día de octubre, una voz familiar en el teléfono me dice: -Salí a la calle que

hay un regalo para vos.

Entusiasmado, salgo a la vereda y me encuentro con el regalo. Es un precioso

carruaje estacionado justo, justo frente a la puerta de mi casa. Es de madera

de nogal lustrada, tiene herrajes de bronce y lámparas de cerámica blanca,

todo muy fino, muy elegante, muy "chic". Abro la portezuela de la cabina y

subo. Un gran asiento semicircular forrado en pana bordó y unos visillos de

encaje blanco le dan un toque de realeza al cubículo. Me siento y me doy

cuenta que todo está diseñado exclusivamente para mí, está calculado el largo

de las piernas, el ancho del asiento, la altura del techo... todo es muy cómodo,

y no hay lugar para nadie más.

Entonces miro por la ventana y veo "el paisaje": de un lado el frente de mi

casa, del otro el frente de la casa de mi vecino... y digo: "¡Qué bárbaro este

regalo! "¡Qué bien, qué lindo...!" Y me quedo un rato disfrutando de esa

sensación.

Al rato empiezo a aburrirme; lo que se ve por la ventana es siempre lo mismo.

Me pregunto: "¿Cuánto tiempo uno puede ver las mismas cosas?" Y empiezo a

convencerme de que el regalo que me hicieron no sirve para nada.

De eso me ando quejando en voz alta cuando pasa mi vecino que me dice,

como adivinándome: -¿No te das cuenta que a este carruaje le falta algo?

Yo pongo cara de qué-le-falta mientras miro las alfombras y los tapizados.

-Le faltan los caballos - me dice antes de que llegue a preguntarle.

Por eso veo siempre lo mismo -pienso-, por eso me parece aburrido.

-Cierto - digo yo.

Entonces voy hasta el corralón de la estación y le ato dos caballos al carruaje.

Me subo otra vez y desde adentro les grito:

-¡¡Eaaaaa!!

El paisaje se vuelve maravilloso, extraordinario, cambia permanentemente y

eso me sorprende.

Sin embargo, al poco tiempo empiezo a sentir cierta vibración en el carruaje y

a ver el comienzo de una rajadura en uno de los laterales.

Son los caballos que me conducen por caminos terribles; agarran todos los

pozos, se suben a las veredas, me llevan por barrios peligrosos.

Me doy cuenta que yo no tengo ningún control de nada; los caballos me

arrastran a donde ellos quieren. Al principio, ese derrotero era muy lindo, pero

al final siento que es muy peligroso.

Comienzo a asustarme y a darme cuenta que esto tampoco sirve.

En ese momento veo a mi vecino que pasa por ahí cerca, en su auto. Lo

insulto: -¡Qué me hizo!

Me grita:-¡Te falta el cochero!

-¡Ah! - digo yo.

Con gran dificultad y con su ayuda, sofreno los caballos y decido contratar un

cochero. A los pocos días asume funciones. Es un hombre formal y

circunspecto con cara de poco humor y mucho conocimiento.

Me parece que ahora sí estoy preparado para disfrutar verdaderamente del

regalo que me hicieron. Me subo, me acomodo, asomo la cabeza y le indico al

cochero a dónde ir.

Él conduce, él controla la situación, él decide la velocidad adecuada y elige la

mejor ruta.

Yo... Yo disfruto el viaje.

"Hemos nacido, salido de nuestra casa y nos hemos encontrado con un regalo:

nuestro cuerpo.

A poco de nacer nuestro cuerpo registró un deseo, una necesidad, un

requerimiento instintivo, y se movió. Este carruaje no serviría para nada si no

tuviera caballos; ellos son los deseos, las necesidades, las pulsiones y los

afectos.

Todo va bien durante un tiempo, pero en algún momento empezamos a darnos

cuenta que estos deseos nos llegaban por caminos un poco arriesgados y a

veces peligrosos, y entonces tenemos necesidad de sofrenarlos. Aquí es donde

aparece la figura del cochero: nuestra cabeza, nuestro intelecto, nuestra

capacidad de pensar racionalmente.

El cochero sirve para evaluar el camino, la ruta. Pero quienes realmente tiran

del carruaje son tus caballos.

No permitas que el cochero los descuide. Tienen que ser alimentados y

protegidos, porque... ¿qué harías sin los caballos? ¿Qué sería de vos si fueras

solamente cuerpo y cerebro? Si no tuvieras ningún deseo, ¿cómo sería la vida?

Sería como la de esa gente que va por el mundo sin contacto con sus

emociones, dejando que solamente su cerebro empuje el carruaje. Obviamente

tampoco podés descuidar el carruaje, porque tiene que durar todo el proyecto.

Y esto implicará reparar, cuidar, afinar lo que sea necesario para su

mantenimiento. Si nadie lo cuida, el carruaje se rompe, y si se rompe se acabó

el viaje..."

OBSTÁCULOS

Voy andando por un sendero.

Dejo que mis pies me lleven.

Mis ojos se posan en los árboles, en los pájaros, en las piedras. En el horizonte

se recorte la silueta de una ciudad. Agudizo la mirada para distinguirla bien.

Siento que la ciudad me atrae.

Sin saber cómo, me doy cuenta de que en esta ciudad puedo encontrar todo lo

que deseo. Todas mis metas, mis objetivos y mis logros. Mis ambiciones y mis

sueños están en esta ciudad. Lo que quiero conseguir, lo que necesito, lo que

más me gustaría ser, aquello a lo cual aspiro, o que intento, por lo que trabajo,

lo que siempre ambicioné, aquello que sería el mayor de mis éxitos.

Me imagino que todo eso está en esa ciudad. Sin dudar, empiezo a caminar

hacia ella. A poco de andar, el sendero se hace cuesta arriba. Me canso un

poco, pero no me importa.

Sigo. Diviso una sombra negra, más adelante, en el camino. Al acercarme, veo

que una enorme zanja me impide mi paso. Temo... dudo.

Me enoja que mi meta no pueda conseguirse fácilmente. De todas maneras

decido saltar la zanja. Retrocedo, tomo impulso y salto... Consigo pasarla. Me

repongo y sigo caminando.

Unos metros más adelante, aparece otra zanja. Vuelvo a tomar carrera y

también la salto. Corro hacia la ciudad: el camino parece despejado. Me

sorprende un abismo que detiene mi camino. Me detengo. Imposible saltarlo

Veo que a un costado hay maderas, clavos y herramientas. Me doy cuenta de

que está allí para construir un puente. Nunca he sido hábil con mis manos...

Pienso en renunciar. Miro la meta que deseo... y resisto.

Empiezo a construir el puente. Pasan horas, o días, o meses. El puente está

hecho. Emocionado, lo cruzo. Y al llegar al otro lado... descubro el muro. Un

gigantesco muro frío y húmedo rodea la ciudad de mis sueños...

Me siento abatido... Busco la manera de esquivarlo. No hay caso. Debo

escalarlo. La ciudad está tan cerca... No dejaré que el muro impida mi paso.

Me propongo trepar. Descanso unos minutos y tomo aire... De pronto veo, a

un costado del camino un niño que me mira como si me conociera. Me sonríe

con complicidad.

Me recuerda a mí mismo... cuando era niño.

Quizás por eso, me animo a expresar en voz alta mi queja: -¿Por qué tantos

obstáculos entre mi objetivo y yo?

El niño se encoge de hombros y me contesta:

-¿Por qué me lo preguntas a mí?

Los obstáculos no estaban antes de que tú llegaras... Los obstáculos

los trajiste tú.

SUEÑOS DE SEMILLA

En el silencio de mi reflexión percibo todo mi mundo interno como si fuera una

semilla, de alguna manera pequeña e insignificante pero también pletórica de

potencialidades.

...Y veo en sus entrañas el germen de un árbol magnífico, el árbol de mi propia

vida en proceso de desarrollo.

En su pequeñez, cada semilla contiene el espíritu del árbol que será después.

Cada semilla sabe cómo transformarse en árbol, cayendo en tierra fértil,

absorbiendo los jugos que la alimentan, expandiendo las ramas y el follaje,

llenándose de flores y de frutos, para poder dar lo que tienen que dar.

Cada semilla sabe cómo llegar a ser árbol. Y tantas son las semillas como son

los sueños secretos.

Dentro de nosotros, innumerables sueños esperan el tiempo de germinar,

echar raíces y darse a luz, morir como semillas... para convertirse en árboles.

Árboles magníficos y orgullosos que a su vez nos digan, en su solidez, que

oigamos nuestra voz interior, que escuchemos la sabiduría de nuestros sueños

semilla.

Ellos, los sueños, indican el camino con símbolos y señales de toda clase, en

cada hecho, en cada momento, entre las cosas y entre las personas, en los

dolores y en los placeres, en los triunfos y en los fracasos. Lo soñado nos

enseña, dormidos o despiertos, a vernos, a escucharnos, a darnos cuenta.

Nos muestra el rumbo en presentimientos huidizos o en relámpagos de lucidez

cegadora.

Y así crecemos, nos desarrollamos, evolucionamos... Y un día, mientras

transitamos este eterno presente que llamamos vida, las semillas de nuestros

sueños se transformarán en árboles, y desplegarán sus ramas que, como alas

gigantescas, cruzarán el cielo, uniendo en un solo trazo nuestro pasado y

nuestro futuro.

Nada hay que temer,... una sabiduría interior las acompaña... porque cada

semilla sabe... cómo llegar a ser árbol...

UN RELATO SOBRE AMOR

Se trata de dos hermosos jóvenes que se pusieron de novios cuando ella tenía

trece y él dieciocho. Vivían en un pueblito de leñadores situado al lado de una

montaña. Él era alto, esbelto y musculoso, dado que había aprendido a ser

leñador desde la infancia. Ella era rubia, de pelo muy largo, tanto que le

llegaba hasta la cintura; tenía los ojos celestes, hermosos y maravillosos..

La historia cuenta que habían noviado con la complicidad de todo el pueblo.

Hasta que un día, cuando ella tuvo dieciocho y él veintitrés, el pueblo entero se

puso de acuerdo para ayudar a que ambos se casaran.

Les regalaron una cabaña, con una parcela de árboles para que él pudiera

trabajar como leñador. Después de casarse se fueron a vivir allí para la alegría

de todos, de ellos, de su familia y del pueblo, que tanto había ayudado en esa

relación.

Y vivieron allí durante todos los días de un invierno, un verano, una primavera

y un otoño, disfrutando mucho de estar juntos. Cuando el día del primer

aniversario se acercaba, ella sintió que debía hacer algo para demostrarle a él

su profundo amor. Pensó hacerle un regalo que significara esto. Un hacha

nueva relacionaría todo con el trabajo; un pulóver tejido tampoco la convencía,

pues ya le había tejido pulóveres en otras oportunidades; una comida no era

suficiente agasajo...

Decidió bajar al pueblo para ver qué podía encontrar allí y empezó a caminar

por las calles. Sin embargo, por mucho que caminara no encontraba nada que

fuera tan importante y que ella pudiera comprar con las monedas que,

semanas antes, había ido guardando de los vueltos de las compras pensando

que se acercaba la fecha del aniversario.

Al pasar por una joyería, la única del pueblo, vio una hermosa cadena de oro

expuesta en la vidriera. Entonces recordó que había un solo objeto material

que él adoraba verdaderamente, que él consideraba valioso. Se trataba de un

reloj de oro que su abuelo le había regalado antes de morir. Desde chico, él

guardaba ese reloj en un estuche de gamuza, que dejaba siempre al lado de su

cama. Todas las noches abría la mesita de luz, sacaba del sobre de gamuza

aquel reloj, lo lustraba, le daba un poquito de cuerda, se quedaba

escuchándolo hasta que la cuerda se terminaba, lo volvía a lustrar, lo

acariciaba un rato y lo guardaba nuevamente en el estuche.

Ella pensó: "Que maravilloso regalo sería esta cadena de oro para aquel reloj."

Entró a preguntar cuánto valía y, ante la respuesta, una angustia la tomó por

sorpresa. Era mucho más dinero del que ella había imaginado, mucho más de

lo que ella había podido juntar. Hubiera tenido que esperar tres aniversarios

más para poder comprárselo. Pero ella no podía esperar tanto.

Salió del pueblo un poco triste, pensando qué hacer para conseguir el dinero

necesario para esto. Entonces pensó en trabajar, pero no sabía cómo; y pensó

y pensó, hasta que, al pasar por la única peluquería del pueblo, se encontró

con un cartel que decía: "Se compra pelo natural". Y como ella tenía ese pelo

rubio, que no se había cortado desde que tenía diez años, no tardó en entrar a

preguntar.

El dinero que le ofrecían alcanzaba para comprar la cadena de oro y todavía

sobraba para una caja donde guardar la cadena y el reloj. No dudó. Le dijo a la

peluquera:

- Si dentro de tres días regreso para venderle mi pelo, ¿usted me lo

compraría?

- Seguro - fue la respuesta.

- Entonces en tres días estaré aquí.

Regresó a la joyería, dejó reservada la cadena y volvió a su casa. No dijo nada.

El día del aniversario, ellos dos se abrazaron un poquito más fuerte que de

costumbre. Luego, él se fue a trabajar y ella bajó al pueblo.

Se hizo cortar el pelo bien corto y, luego de tomar el dinero, se dirigió a la

joyería. Compró allí la cadena de oro y la caja de madera. Cuando llegó a su

casa, cocinó y esperó que se hiciera la tarde, momento en que él solía

regresar.

A diferencia de otras veces, que iluminaba la casa cuando él llegaba, esta vez

ella bajó las luces, puso sólo dos velas y se colocó un pañuelo en la cabeza.

Porque él también amaba su pelo y ella no quería que él se diera cuenta de

que se lo había cortado. Ya habría tiempo después para explicárselo.

Él llegó. Se abrazaron muy fuerte y se dijeron lo mucho que se querían.

Entonces, ella sacó de debajo de la mesa la caja de madera que contenía la

cadena de oro para el reloj. Y él fue hasta el ropero y extrajo de allí una caja

muy grande que le había traído mientras ella no estaba. La caja contenía dos

enormes peinetones que él había comprado... vendiendo el reloj de oro del

abuelo.

Si ustedes creen que el amor es sacrificio, por favor, no se olviden de esta

historia. El amor no está en nosotros para sacrificarse por el otro, sino para

disfrutar de su existencia.

LA TRISTEZA Y LA FURIA

En un reino encantado donde los hombres nunca pueden llegar, o quizás donde

los hombres transitan eternamente sin darse cuenta...

En un reino mágico, donde las cosas no tangibles, se vuelven concretas.

Había una vez... un estanque maravilloso.

Era una laguna de agua cristalina y pura donde nadaban peces de todos los

colores existentes y donde todas las tonalidades del verde se reflejaban

permanentemente...

Hasta ese estanque mágico y transparente se acercaron a bañarse haciéndose

mutua compañía, la tristeza y la furia.

Las dos se quitaron sus vestimentas y desnudas las dos entraron al estanque.

La furia, apurada (como siempre esta la furia), urgida -sin saber por qué- se

baño rápidamente y más rápidamente aún, salió del agua...

Pero la furia es ciega, o por lo menos no distingue claramente la realidad, así

que, desnuda y apurada, se puso, al salir, la primera ropa que encontró...

Y sucedió que esa ropa no era la suya, sino la de la tristeza...

Y así vestida de tristeza, la furia se fue.

Muy calma, y muy serena, dispuesta como siempre a quedarse en el lugar

donde está, la tristeza terminó su baño y sin ningún apuro (o mejor dicho, sin

conciencia del paso del tiempo), con pereza y lentamente, salió del estanque.

En la orilla se encontró con que su ropa ya no estaba.

Como todos sabemos, si hay algo que a la tristeza no le gusta es quedar al

desnudo, así que se puso la única ropa que había junto al estanque, la ropa de

la furia.

Cuentan que desde entonces, muchas veces uno se encuentra con la furia,

ciega, cruel, terrible y enfadada, pero si nos damos el tiempo de mirar bien,

encontramos que esta furia que vemos es sólo un disfraz, y que detrás del

disfraz de la furia, en realidad... está escondida la tristeza.

AUTODEPENDENCIA

"Me acuerdo siempre de esta escena:

Mi primo, mucho más chico que yo, tenía tres años. Yo tenía uno doce...

Estábamos en el comedor diario de la casa de mi abuela. Mi primito vino

corriendo y se llevó la mesa ratona por delante. Cayó sentado de culo en el

piso llorando.

Se había dado un golpe fuerte y poco después un bultito del tamaño de un

carozo de durazno le apareció en la frente.

Mi tía que estaba en la habitación corrió a abrazarlo y mientras me pedía que

trajera hielo le decía a mi primo: Pobrecito, mala la mesa que te pegó, chas

chas a la mesa..., mientras le daba palmadas al mueble invitando a mi pobre

primo a que la imitara... Y yo pensaba: ¿...? ¿Cuál es la enseñanza? La

responsabilidad no es tuya que sos un torpe, que tenés tres años y que no

mirás por dónde caminás; la culpa es de la mesa. La mesa es mala.

Yo intentaba entender más o menos sorprendido el mensaje oculto de la mala

intencionalidad de los objetos. Y mi tía insistía para que mi primo le pegara a

la mesa...

Me parece gracioso como símbolo, pero como aprendizaje me parece siniestro:

vos nunca sos responsable de lo que hiciste, la culpa siempre la tiene el otro,

la culpa es del afuera, vos no, es el otro el que tiene que dejar de estar en tu

camino para que vos no te golpees...

Tuve que recorrer un largo trecho para apartarme de los mensajes de las tías

del mundo.

Es mi responsabilidad apartarme de lo que me daña. Es mi responsabilidad

defenderme de los que me hacen daño. Es mi responsabilidad hacerme cargo

de lo que me pasa y saber mi cuota de participación en los hechos.

Tengo que darme cuenta de la influencia que tiene cada cosa que hago. Para

que las cosas que me pasan me pasen, yo tengo que hacer lo que hago. Y no

digo que puedo manejar todo lo que me pasa sino que soy responsable de lo

que me pasa porque en algo, aunque sea pequeño, he colaborado para que

suceda. Yo no puedo controlar la actitud de todos a mi alrededor pero puedo

controlar la mía. Puedo actuar libremente con lo que hago. Tendré que decidir

qué hago. Con mis limitaciones, con mis miserias, con mis ignorancias, con

todo lo que sé y aprendí, con todo eso, tendré que decidir cuál es la mejor

manera de actuar. Y tendré que actuar de esa mejor manera. Tendré que

conocerme más para saber cuáles son mis recursos. Tendré que quererme

tanto como para privilegiarme y saber que esta es mi decisión. Y tendré,

entonces, algo que viene con la autonomía y que es la otra cara de la libertad:

el coraje. Tendré el coraje de actuar como mi conciencia me dicta y de pagar el

precio. Tendré que ser libre aunque a vos no te guste. Y si no vas a quererme

así como soy; y si te vas a ir de mi lado, así como soy; y si en la noche más

larga y más fría del invierno me vas a dejar solo y te vas a ir... cerrá la puerta,

¿viste? porque entra viento. Cerrá la puerta. Si esa es tu decisión, cerrá la

puerta. No voy a pedirte que te quedes un minuto más de lo que vos quieras.

Te digo: cerrá la puerta porque yo me quedo y hace frío. Y esta va a ser mi

decisión. Esto me transforma en una especie de ser inmanejable. Porque los

autodependientes son inmanejables. Porque a un autodependiente solamente

lo manejas si él quiere. Esto significa un paso muy adelante en tu historia y en

tu desarrollo, una manera diferente de vivir el mundo y probablemente

signifique empezar a conocer un poco más a quien está a tu lado.

Si sos autodependiente, de verdad, es probable que algunas personas de las

que están a tu lado se vayan... Quizás algunos no quieran quedarse. Bueno,

habrá que pagar ese precio también. Habrá que pagar el precio de soportar las

partidas de algunos a mi alrededor y prepararse para festejar la llegada de

otros (Quizás...)"

GALLETITAS

A una estación de trenes llega una tarde, una señora muy elegante. En la

ventanilla le informan que el tren está retrasado y que tardará

aproximadamente una hora en llegar a la estación.

Un poco fastidiada, la señora va al puesto de diarios y compra una revista,

luego pasa al kiosco y compra un paquete de galletitas y una lata de gaseosa.

Preparada para la forzosa espera, se sienta en uno de los largos bancos del

andén. Mientras hojea la revista, un joven se sienta a su lado y comienza a

leer un diario. Imprevistamente la señora ve, por el rabillo del ojo, cómo el

muchacho, sin decir una palabra, estira la mano, agarra el paquete de

galletitas, lo abre y después de sacar una comienza a comérsela

despreocupadamente.

La mujer está indignada. No está dispuesta a ser grosera, pero tampoco a

hacer de cuenta que nada ha pasado; así que, con gesto ampuloso, toma el

paquete y saca una galletita que exhibe frente al joven y se la come mirándolo

fijamente.

Por toda respuesta, el joven sonríe... y toma otra galletita.

La señora gime un poco, toma una nueva galletita y, con ostensibles señales

de fastidio, se la come sosteniendo otra vez la mirada en el muchacho.

El diálogo de miradas y sonrisas continúa entre galleta y galleta. La señora

cada vez más irritada, el muchacho cada vez más divertido.

Finalmente, la señora se da cuenta de que en el paquete queda sólo la última

galletita. " No podrá ser tan caradura", piensa, y se queda como congelada

mirando alternativamente al joven y a las galletitas.

Con calma, el muchacho alarga la mano, toma la última galletita y, con mucha

suavidad, la corta exactamente por la mitad. Con su sonrisa más amorosa le

ofrece media a la señora.

- Gracias! - dice la mujer tomando con rudeza la media galletita.

- De nada - contesta el joven sonriendo angelical mientras come su mitad.

El tren llega.

Furiosa, la señora se levanta con sus cosas y sube al tren. Al arrancar, desde

el vagón ve al muchacho todavía sentado en el banco del andén y piensa: "

Insolente".

Siente la boca reseca de ira. Abre la cartera para sacar la lata de gaseosa y se

sorprende al encontrar, cerrado, su paquete de galletitas... ! Intacto!.

QUIERO

Quiero que me oigas, sin juzgarme.

Quiero que opines, sin aconsejarme.

Quiero que confíes en mi, sin exigirme.

Quiero que me ayudes, sin intentar decidir por mi

Quiero que me cuides, sin anularme.

Quiero que me mires, sin proyectar tus cosas en mi.

Quiero que me abraces, sin asfixiarme.

Quiero que me animes, sin empujarme.

Quiero que me sostengas, sin hacerte cargo de mi.

Quiero que me protejas, sin mentiras.

Quiero que te acerques, sin invadirme.

Quiero que conozcas las cosas mías que más te disgusten,

que las aceptes y no pretendas cambiarlas.

Quiero que sepas, que hoy,

hoy podés contar conmigo.

Sin condiciones.

EL VERDADERO VALOR DEL ANILLO

Un joven concurrió a un sabio en busca de ayuda.

- Vengo, maestro, porque me siento tan poca cosa que no tengo fuerzas para

hacer nada. Me dicen que no sirvo, que no hago nada bien, que soy torpe y

bastante tonto. ¿Cómo puedo mejorar maestro?. ¿Qué puedo hacer para que

me valoren más?

El maestro, sin mirarlo, le dijo:

- ¡Cuánto lo siento muchacho, no puedo ayudarte, debo resolver primero mis

propios problemas. Quizás después... Si quisieras ayudarme tú a mí, yo

podría resolver este tema con más rapidez y después tal vez te pueda ayudar.

- E... encantado, maestro -titubeó el joven pero sintió que otra vez era

desvalorizado y sus necesidades postergadas-.

- Bien -asintió el maestro-. Se quitó un anillo que llevaba en el dedo pequeño

de la mano izquierda y dándoselo al muchacho agregó: Toma el caballo que

está allí afuera y cabalga hasta el mercado. Debo vender este anillo para

pagar una deuda. Es necesario que obtengas por él la mayor suma posible,

pero no aceptes menos de una moneda de oro. Vete y regresa con esa

moneda lo más rápido que puedas.

El joven tomó el anillo y partió. Apenas llegó, empezó a ofrecer el anillo a los

mercaderes. Estos lo miraban con algún interés hasta que el joven decía lo

que pretendía por el anillo. Cuando el joven mencionaba la moneda de oro,

algunos reían, otros le daban vuelta la cara y sólo un viejito fue tan amable

como para tomarse la molestia de explicarle que una moneda de oro era muy

valiosa para entregarla a cambio de un anillo.

En afán de ayudar, alguien le ofreció una moneda de plata y un cacharro de

cobre, pero el joven tenía instrucciones de no aceptar menos de una moneda

de oro, así que rechazó la oferta.

Después de ofrecer su joya a toda persona que se cruzaba en el mercado -

más de cien personas- y abatido por su fracaso, montó su caballo y regresó.

¡Cuánto hubiese deseado el joven tener él mismo esa moneda de oro! Podría

habérsela entregado al maestro para liberarlo de su preocupación y recibir

entonces su consejo y su ayuda.

- Maestro -dijo- lo siento, no es posible conseguir lo que me pediste. Quizás

pudiera conseguir 2 ó 3 monedas de plata, pero no creo que yo pueda

engañar a nadie respecto del verdadero valor del anillo.

- ¡Qué importante lo que dijiste, joven amigo! -contestó sonriente el maestro-

. Debemos saber primero el verdadero valor del anillo. Vuelve a montar y

vete al joyero. ¿Quién mejor que él para saberlo?. Dile que quisieras vender

el anillo y pregúntale cuánto da por él. Pero no importa lo que ofrezca, no se

lo vendas. Vuelve aquí con mi anillo.

El joven volvió a cabalgar. El joyero examinó el anillo a la luz del candil, lo

miró con su lupa, lo pesó y luego le dijo:

- Dile al maestro, muchacho, que si lo quiere vender ya, no puedo darle más

que 58 monedas de oro por su anillo.

- ¿¿¿¿58 monedas???? -exclamó el joven-.

- Sí, -replicó el joyero-. Yo sé que con tiempo podríamos obtener por él cerca

de 70 monedas, pero no sé... Si la venta es urgente...

El joven corrió emocionado a casa del maestro a contarle lo sucedido.

- Siéntate -dijo el maestro después de escucharlo-. Tú eres como este anillo:

una joya única y valiosa. Y como tal, sólo puede evaluarte verdaderamente un

experto. ¿Qué haces por la vida pretendiendo que cualquiera descubra tu

verdadero valor?

Y diciendo esto, volvió a ponerse el anillo en el dedo pequeño de su mano

izquierda.

LA MIRADA DEL AMOR

El rey estaba enamorado de Sabrina: una mujer de baja condición a la que el

rey había hecho su última esposa.

Una tarde, mientras el rey estaba de cacería, llegó un mensajero para avisar

que la madre de Sabina estaba enferma. Pese a que existía la prohibición de

usar el carruaje personal del rey (falta que era pagada con la cabeza), Sabrina

subió al carruaje y corrió junto a su madre.

A su regreso, el rey fue informado de la situación.

-¿No es maravillosa?-dijo-Esto es verdaderamente amor filial. No le importó su

vida para cuidar a su madre!! Es maravillosa!

Cierto día, mientras Sabrina estaba sentada en el jardín del palacio comiendo

fruta, llegó el rey. La princesa lo saludó y luego le dio un mordisco al último

durazno que quedaba en la canasta.

-¡Parecen ricos!-dijo el rey.

-Lo son- dijo la princesa y alargando la mano le cedió a su amado el último

durazno.

-¡Cuánto me ama!-comentó después el rey-, Renunció a su propio placer, para

darme el último durazno de la canasta.¿no es fantástica?

Pasaron algunos años y vaya a saber por qué, el amor y la pasión

desaparecieron del corazón del rey.

Sentado con su amigo más confidente, le decía:

-Nunca se portó como una reina…¿acaso no desafió mi investidura usando mi

carruaje? Es más, recuerdo que un día me dio a comer una fruta mordida.

LA CIUDAD DE LOS POZOS

Esta ciudad no estaba habitada por personas, como todas las demás ciudades

del planeta.

Esta ciudad estaba habitada por pozos. Pozos vivientes ...pero pozos al fin.

Los pozos se diferenciaban entre sí, no solo por el lugar en el que estaban

excavados sino también por el brocal (la abertura que los conectaba con el

exterior). Había pozos pudientes y ostentosos con brocales de mármol y de

metales preciosos; pozos humildes de ladrillo y madera y algunos otros más

pobres, con simples agujeros pelados que se abrían en la tierra.

La comunicación entre los habitantes de la ciudad era de brocal a brocal y las

noticias cundían rápidamente, de punta a punta del poblado.

Un día llegó a la ciudad una "moda" que seguramente había nacido en algún

pueblito humano: La nueva idea señalaba que todo ser viviente que se precie

debería cuidar mucho más lo interior que lo exterior. Lo importante no es lo

superficial sino el contenido.

Así fue como los pozos empezaron a llenarse de cosas. Algunos se llenaban de

cosas, monedas de oro y piedras preciosas. Otros, más prácticos, se llenaron

de electrodomésticos y aparatos mecánicos. Algunos más optaron por el arte y

fueron llenándose de pinturas , pianos de cola y sofisticadas esculturas

posmodernas. Finalmente los intelectuales se llenaron de libros, de manifiestos

ideológicos y de revistas especializadas.

Pasó el tiempo.

La mayoría de los pozos se llenaron a tal punto que ya no pudieron incorporar

nada más.

Los pozos no eran todos iguales así que , si bien algunos se conformaron, hubo

otros que pensaron que debían hacer algo para seguir metiendo cosas en su

interior...

Alguno de ellos fue el primero: en lugar de apretar el contenido, se le ocurrió

aumentar su capacidad ensanchándose.

No paso mucho tiempo antes de que la idea fuera imitada, todos los pozos

gastaban gran parte de sus energías en ensancharse para poder hacer más

espacio en su interior.

Un pozo, pequeño y alejado del centro de la ciudad, empezó a ver a sus

camaradas ensanchándose desmedidamente. El pensó que si seguían

hinchándose de tal manera , pronto se confundirían los bordes y cada uno

perdería su identidad...

Quizás a partir de esta idea se le ocurrió que otra manera de aumentar su

capacidad era crecer, pero no a lo ancho sino hacia lo profundo. Hacerse más

hondo en lugar de más ancho.

Pronto se dio cuenta que todo lo que tenia dentro de él le imposibilitaba la

tarea de profundizar. Si quería ser más profundo debía vaciarse de todo

contenido...

Al principio tuvo miedo al vacío, pero luego , cuando vio que no había otra

posibilidad, lo hizo.

vacío de posesiones, el pozo empezó a volverse profundo, mientras los demás

se apoderaban de las cosas de las que él se había deshecho...

Un día , sorpresivamente el pozo que crecía hacia adentro tuvo una sorpresa:

adentro, muy adentro , y muy en el fondo encontró agua!!!.

Nunca antes otro pozo había encontrado agua...

El pozo supero la sorpresa y empezó a jugar con el agua del fondo,

humedeciendo las paredes, salpicando los bordes y por último sacando agua

hacia fuera.

La ciudad nunca había sido regada más que por la lluvia, que de hecho era

bastante escasa, así que la tierra alrededor del pozo, revitalizada por el agua,

empezó a despertar.

Las semillas de sus entrañas, brotaron en pasto , en tréboles, en flores, y en

troquitos endebles que se volvieron árboles después...

La vida explotó en colores alrededor del alejado pozo al que empezaron a

llamar "El Vergel".

Todos le preguntaban cómo había conseguido el milagro. -Ningún milagrocontestaba

el Vergel- hay que buscar en el interior, hacia lo profundo...

Muchos quisieron seguir el ejemplo del Vergel, pero desandaron la idea cuando

se dieron cuenta de que para ir más profundo debían vaciarse.

Siguieron ensanchándose cada vez más para llenarse de más y más cosas...

En la otra punta de la ciudad, otro pozo, decidió correr también el riesgo del

vacío...

Y también empezó a profundizar...

Y también llegó al agua...

Y también salpicó hacia fuera creando un segundo oasis verde en el pueblo...

-¿Qué harás cuando se termine el agua?- le preguntaban. -No sé lo que

pasará- contestaba- Pero, por ahora, cuánto más agua saco , más agua hay.

Pasaron unos cuantos meses antes del gran descubrimiento.

Un día, casi por casualidad, los dos pozos se dieron cuenta de que el agua que

habían encontrado en el fondo de sí mismos era la misma...Que el mismo río

subterráneo que pasaba por uno inundaba la profundidad del otro.

Se dieron cuenta de que se abría para ellos una nueva vida. No sólo podían

comunicarse, de brocal a brocal, superficialmente , como todos los demás, sino

que la búsqueda les había deparado un nuevo y secreto punto de contacto:

La comunicación profunda que sólo consiguen entre sí, aquellos que tienen el

coraje de vaciarse de contenidos y buscar en lo profundo de su ser lo que

tienen para dar...

UN LUGAR EN EL BOSQUE

Esta historia nos cuenta de un famoso rabino jasídico: Baal Shem Tov.

B

aal Shem Tov era conocido dentro de su comunidad porque todos decían que

él era un hombre tan piadoso, tan bondadoso, tan casto y tan puro que Dios

escuchaba sus palabras cuando él hablaba.

Se había hecho una tradición en este pueblo:

Todos los que tenían un deseo insatisfecho o necesitaba algo que no habían

podido conseguir iban a ver al rabino.

Baal Shem Tov se reunía con ellos una vez por año, en un día especial que él

elegía. Y los llevaba a todos juntos a un lugar único, que él conocía, en medio

del bosque. Y una vez allí, cuenta la leyenda, que Baal Shem Tov armaba con

ramas y hojas un fuego de una manera muy particular y muy hermosa, y

entonaba después una oración en voz muy baja... como si fuera para él

mismo.

Y dicen...

que Dios le gustaban tanto esas palabras que Baal Shem Tov decía, se

fascinaba tanto con el fuego armado de esa manera, quería tanto a esa

reunión de gente en ese lugar del bosque...

que no podía resistir el pedido de Baal Shem Tov y concedía los deseos

de todas las personas que ahí estaban.

Cuando el rabino murió, la gente se dio cuenta de que nadie sabía las palabras

que Baal Shem Tov decía cuando iban todos juntos a pedir algo...

Pero conocían el lugar en el bosque. Sabían cómo armar el fuego.

Una vez al año, siguiendo la tradición de Baal Shem Tov había instituido, todos

los que tenían necesidades y deseos insatisfechos se reunían en ese mismo

lugar en el bosque, prendían el fuego de la manera en que habían aprendido

del viejo rabino, y como no conocían las palabras cantaban

cualquier canción o recitaban un salmo, o sólo se miraban y hablaban de

cualquier cosa en ese mismo lugar alrededor del fuego.

Y dicen...

que Dios gustaba tanto del fuego encendido, gustaba tanto de ese lugar

en el bosque y de esa gente reunida...

que aunque nadie decía las palabras adecuadas, igual concedía los

deseos a todos los que ahí estaban.

El tiempo ha pasado y de generación en generación la sabiduría se ha ido

perdiendo...

Y aquí estamos nosotros.

Nosotros no sabemos cuál es el lugar en el bosque.

No sabemos cuáles son las palabras.

Ni siquiera sabemos cómo encender

el fuego a la manera que Baal Shem Tov lo hacía...

Sin embargo hay algo que sí sabemos:

Sabemos esta historia,

Sabemos este cuento...

Y dicen...

que Dios adora tanto este cuento...

que le gusta tanto esta historia...

que basta que alguien la cuente...

y que alguien la escuche...

para que Él, complacido,

satisfaga cualquier necesidad

y conceda cualquier deseo

a todos los que están compartiendo este momento...

Amén... (Así sea...)

EL MAESTRO SUFI

El Maestro sufi contaba siempre una parábola al finalizar cada clase, pero los

alumnos no siempre entendían el sentido de la misma...

- Maestro – lo encaró uno de ellos una tarde. Tú nos cuentas los cuentos

pero no nos explicas su significado...

- Pido perdón por eso. – Se disculpó el maestro – Permíteme que en señal

de reparación te convide con un rico durazno.

- Gracias maestro.- respondió halagado el discípulo

- Quisiera, para agasajarte, pelarte tu durazno yo mismo. ¿Me permites?

- Sí. Muchas gracias – dijo el discípulo.

- ¿ Te gustaría que, ya que tengo en mi mano un cuchillo, te lo corte en

trozos para que te sea más cómodo?...

- Me encantaría... Pero no quisiera abusar de tu hospitalidad, maestro...

- No es un abuso si yo te lo ofrezco. Solo deseo complacerte...

- Permíteme que te lo mastique antes de dártelo...

- No maestro. ¡No me gustaría que hicieras eso! Se quejó, sorprendido el

discípulo.

El maestro hizo una pausa y dijo:

- Si yo les explicara el sentido de cada cuento... sería como darles a comer

una fruta masticada

SIN NOMBRE

Un señor muy creyente sentía que estaba cerca de recibir una luz que le

iluminara el camino que debía seguir. Todas las noches, al acostarse, le

pedía a Dios que le enviara una señal sobre cómo tenía que vivir el resto

de su vida.

Así anduvo por la vida, durante dos o tres semanas en un estado

semi-místico buscando recibir una señal divina.

Hasta que un día, paseando por un bosque, vio a un cervatillo caído,

tumbado, herido, que tenía una pierna medio rota. Se quedó mirándolo y

de repente vio aparecer a un puma. La situación lo dejó congelado; estaba

a punto de ver cómo el puma, aprovechándose de las circunstancias, se

comía al cervatillo de un sólo bocado.

Entonces se quedó mirando en silencio, temeroso también de que el

puma, no satisfecho con el cervatillo, lo atacara a él. Sorpresivamente, vio

al puma acercarse al cervatillo. Entonces ocurrió algo inesperado: en lugar

de comérselo, el puma comenzó a lamerle las heridas.

Después se fue y volvió con unas pocas ramas humedecidas y se las

acercó al cervatillo con la pata para que éste pudiera beber el agua; y

después se fue y trajo un poco de hierba húmeda y se la acercó para que

el cervatillo pudiera comer.

Increíble.

Al día siguiente, cuando el hombre volvió al lugar, vio que el

cervatillo aún estaba allí, y que el puma otra vez llegaba para alimentarlo,

lamerle las heridas y darle de beber.

El hombre se dijo:

Esta es la señal que yo estaba buscando, es muy clara. "Dios se

ocupa de proveerte de lo que necesites, lo único que no hay que

hacer es ser ansioso y desesperado corriendo detrás de las

cosas".

Así que agarró su atadito, se puso en la puerta de su casa y se

quedó ahí esperando que alguien le trajera de comer y de beber.

Pasaron dos horas, tres, seis, un día, dos días, tres días... pero nadie

le daba nada.

Los que pasaban lo miraban y él ponía cara de pobrecito imitando al

cervatillo herido, pero no le daban nada.

Hasta que un día pasó un señor muy sabio que había en el pueblo y el

pobre hombre, que estaba muy angustiado, le dijo:

-

Dios me engañó, me mandó una señal equivocada para

hacerme creer que las cosas eran de una manera y eran de otra.

¿Por qué me hizo esto? Yo soy un hombre creyente...

Y le contó lo que había visto en el bosque.

El sabio lo escuchó y luego dijo:

-

Quiero que sepas algo. Yo también soy un hombre muy

creyente.

Dios no manda señales en vano. Dios te mandó esa señal para

que aprendieras.

El hombre le preguntó:

- ¿Por qué me abandonó?

Entonces el sabio le respondió:

- ¿Qué haces tú, que eres un puma fuerte y listo para luchar,

comparándote con el cervatillo?

Tu lugar es buscar algún cervatillo a quien ayudar, encontrar a

alguien que no pueda valerse por sus propios medios.

ESTRELLITAS Y DUENDES

"En el país de los cuentos había una vez un pequeño duende. Un duende muy

travieso que siempre andaba riendo y saltando de un lado para otro... Vivía

en una casita toda rodeada de montañas. A su lado, un pequeño río que

discurría placidamente por la falda de la ladera describiendo un paisaje difícil

de imaginar.......... Lo que mas gustaba al duendecillo era ver como cada

mañana, con los primeros rayos de sol, todas las flores de su jardín iban

abriendo una por una sus hojas..... Uno de aquellos días, como muchos otros,

salió a pasear a la montaña. Y caminando entre las rocas encontró una flor:

era una flor preciosa, nunca había visto otra de igual belleza. Le había

cautivado tanto que paso toda la tarde mirándola. Era maravilloso verla

cuando se contorneaba cada vez que el viento acariciaba sus hojas.............

Al siguiente día y al siguiente, y al otro, volvió para estar a su lado y mirarla.

Un día como tantos otros, nuestro duendecillo vio como de una de sus hojas

caía una pequeña lagrima. No entendía como la flor más maravillosa del

mundo podía estar triste. Se acercó a ella y le pregunto: -"?Por que lloras?". -

Y contesto la flor: "me siento triste aquí entre las rocas, sin nadie que me mire

salvo tu. Me gustaría vivir en un jardín como el tuyo y ser una mas de entre

las flores. Además, te concederé el deseo que mas quieras si me llevas allí".

Fue entonces, cuando el pequeño duende la tomo entre sus manos y con todo

el cariño del mundo la planto en el lugar mas bonito de su jardín........... Una

vez cumplido el deseo, la flor le dijo al duendecillo: - "Y bien, ahora que me

has llenado de felicidad al traerme aquí, ?que es lo que mas deseas en este

mundo?". Y el duendecillo entonces, la miro fijamente y contesto : - "Quiero

ser flor como tu para sentirme por siempre a tu lado". Y

colorín colorado, en el país de los cuentos, el final ha llegado.

____

SIN QUERER SABER

Y si es cierto que has dejado de quererme...

yo te pido,

¡por favor,

no me lo digas!

Necesito por hoy

y todavía

navegar

inocente en tus mentiras...

Dormiré sonriendo

y muy tranquilo.

Me despertaré

bien temprano en la mañana.

Y volveré a hacerme a la mar,

te lo prometo...

Pero esta vez...

sin atisbo de protesta o resistencia

naufragaré por voluntad y sin reservas

en la profunda inmensidad de tu abandono...

SIN NOMBRE 2

En un oasis escondido entre los mas lejanos paisajes del desierto, se

encontraba el viejo ELIAHU de rodillas, a un costado de algunas palmeras

datileras.

Su vecino HAKIM, el acaudalado mercader, se detuvo en el oasis a abrevar sus

camellos y vio a ELIAHU transpirando, mientras parecía cavar en la arena.

-Que tal anciano? La paz sea contigo.

-Contigo- contesto ELIAHU sin dejar su tarea.

-Que haces aquí, con esta temperatura, y esa pala en las manos?

-Siembro- contesto el viejo.

-Que siembras aquí, ELIAHU?

-Dátiles -respondió ELIAHU mientras señalaba a su alrededor el palmar.

-Dátiles!!!- repitió el recién llegado, y cerro los ojos como quien escucha la

mayor estupidez.

-El calor te ha dañado el cerebro, querido amigo. Ven, deja esa tarea y vamos

a la tienda a beber una copa de licor.

-No debo terminar la siembra. Luego si quieres, beberemos...

-Dime, amigo: Cuantos años tienes?

-No se... sesenta, setenta, ochenta, no se... lo he olvidado... pero eso que

importa?

-Mira amigo, los datileros tardan mas de 50 años en crecer y recién después

de ser palmeras adultas están en condiciones de dar frutos. Yo no estoy

deseándote el mal y lo sabes, ojalá vivas hasta los 101 años, pero tu sabes

que difícilmente puedas llegar a cosechar algo de lo que hoy siembras. Deja

eso y ven conmigo.

-Mira Hakim, yo comí los dátiles que otro sembró, otro que tampoco soñó con

probar esos dátiles. Yo siembro hoy, para que otros puedan comer mañana los

dátiles que hoy planto... y aunque solo fuera en honor de aquel desconocido,

vale la pena terminar mi tarea.

-Me has dado una gran lección, ELIAHU, déjame que te pague con una bolsa

de monedas esta enseñanza que hoy me diste - y diciendo esto, HAKIM le puso

en la mano al viejo una bolsa de cuero.

-Te agradezco tus monedas, amigo. Ya ves , a veces pasa esto: tu me

pronosticabas que no llegaría a cosechar lo que sembrara. parecía cierto y sin

embargo, mira, todavía no termino de sembrar y ya coseche una bolsa de

monedas y la gratitud de un amigo.

-Tu sabiduría me asombra, anciano. Esta es la segunda gran lección que me

das hoy y es quizás mas importante que la primera. déjame pues que pague

esta lección con otra bolsa de monedas.

-Y a veces pasa esto -siguió el anciano y extendió la mano mirando las dos

bolsas de monedas-: sembré para no cosechar y antes de terminar de sembrar

ya coseche no solo una, sino dos veces.

-Ya basta, viejo, no sigas hablando. Si sigues enseñándome cosas tengo miedo

de que no me alcance toda mi fortuna para pagarte...

CODICIA

Cavando, para montar un cerco que separara mi terreno de el de mi vecino,

me encontré enterrado en mi jardín, un viejo cofre lleno de monedas de oro.

A mi no me intereso por la riqueza, me intereso por lo extraño del hallazgo,

nunca he sido ambicioso y no me importan demasiado los bienes materiales,

pero igual desenterré el cofre.

Saqué las monedas y las lustre. Estaban tan sucias las pobres...

Mientras las apilaba sobre mi mesa prolijamente, las fui contando...

Constituían en si mismas una verdadera fortuna. Solo por pasar el tiempo,

empecé a imaginar todas las cosas que se podrían comprar con ellas.

Pensaba en lo loco que se pondría un codicioso que se topara con semejante

tesoro. Por suerte, por suerte...no era mi caso...

Hoy vino un señor a reclamar las monedas, era mi vecino. Pretendía sostener

en un miserable que las monedas las había enterrado su abuelo, y que por lo

tanto le pertenecían a el.

Me dio tanto fastidio que lo mate...

Si no lo hubiera visto tan desesperado por tenerlas, se las hubiera dado,

porque si hay algo que a mi no me importa son las cosas que se compran con

dinero, eso si, no soporto la gente codiciosa...