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sábado, 30 de junio de 2012

CADENA DE CUENTOS



Cadena de
sonrisas
( por Pedro Pablo Sacristán )


Desde que era muy niño, Mateo dedicó todas sus energías a encontrar
el Saco Mascota, el más famoso objeto que había creado el mago
Cachuflo. Nadie sabía qué tenía dentro para hacerlo tan especial, pero
según decían, era capaz de hacer todo lo que su amo le ordenara.
Mateo, convertido en un poderoso caballero, fue implacable en su
búsqueda, superando todo aquello que se interponía en su camino, y
cuando sus esfuerzos tuvieron recompensa y encontró el saco
viviendo escondido en una cueva, se sintió el hombre más feliz del
mundo.
Pero resultó que el saco estaba lejos de ser una buena mascota:
gruñía cada vez que le pedían hacer algo, incluso aunque el caballero
le amenazaba con sus armas; si algo se le metía en la cabeza no había
forma de sacárselo, y no dejaba de morder, por más golpes que le
daba Carlo para que no lo hiciera. Decepcionado tras meses de
aguantar tan insufrible mascota, Mateo decidió venderla en el
mercadillo, pero era tan molesta e insolente, que apenas nadie se
acercaba a preguntar por su precio. Entonces se le acercó Diana, una
anciana mujer ciega, conocida de todos en aquella ciudad por su
amabilidad y optimismo.
- Yo me quedaré con tu mascota, aunque no tengo mucho para
pagarte.
Mateo se sintió aliviado al deshacerse del molesto saco, pero al
momento vio cómo el saco hacía todo tipo de juegos y cariñosas
piruetas con la anciana. Lleno de sorpresa, lo arrancó de sus manos,
pero nuevamente el saco se tornó agresivo e insufrible. Entonces, rojo
de ira, y tras arrojarlo al suelo, tomó su espada y lo rajó de arriba a
abajo.
Y al hacerlo, quedó petrificado. Por el roto comenzaron a salir cientos
de pequeños Mateos, todos furiosos y gritones, que lanzaron toda su
furia contra el caballero. Y posiblemente hubieran acabado con él, si
no fuera porque Diana se agachó a tomar el saco, y al hacerlo, todos
los Mateos se transformaron en amables Dianas, volvieron al saco,
cerraron la abertura, y comenzaron a jugar con su nueva dueña...
Así comprendió Mateo que nada había malo en aquel saco que no
estuviera previamente en él mismo, y con el mismo empeño con que
persiguió el saco, se propuso mejorarse a sí mismo. Y lo consiguió de
tal forma, que cuando la adorable Diana le dejó el saco poco antes de
morir, realizaron juntos tantas proezas y tan maravillosas, que darían
para escribir cien libros.


La Silla
( por Pedro Pablo Sacristán )



Había una vez un chico llamado Mario a quien le encantaba tener miles de
amigos. Presumía muchísimo de todos los amigos que tenía en el colegio, y
de que era muy amigo de todos. Su abuelo se le acercó un día y le dijo:
- Te apuesto un bolsón de palomitas a que no tienes tantos amigos como
crees, Mario. Seguro que muchos no son más que compañeros o cómplices
de vuestras fechorías.
Mario aceptó la apuesta sin dudarlo, pero como no sabía muy bien cómo
probar que todos eran sus amigos, le preguntó a su abuela. Ésta respondió:
- Tengo justo lo que necesitas en el desván. Espera un momento.
La abuela salió y al poco volvió como si llevara algo en la mano, pero Mario
no vio nada.
- Cógela. Es una silla muy especial. Como es invisible, es difícil sentarse, pero
si la llevas al cole y consigues sentarte en ella, activarás su magia y podrás
distingir a tus amigos del resto de compañeros.
Mario, valiente y decidido, tomó aquella extraña silla invisible y se fue con
ella al colegio. Al llegar la hora del recreo, pidió a todos que hicieran un
círculo y se puso en medio, con su silla.
- No os mováis, vais a ver algo alucinante.
Entonces se fue a sentar en la silla, pero como no la veía, falló y se calló de
culo. Todos se echaron unas buenas risas.
- Esperad, esperad, que no me ha salido bien - dijo mientras volvía a
intentarlo.
Pero volvió a fallar, provocando algunas caras de extrañeza, y las primeras
burlas. Marió no se rindió, y siguió tratando de sentarse en la mágica silla de
su abuela, pero no dejaba de caer al suelo... hasta que de pronto, una de las
veces que fue a sentarse, no calló y se quedó en el aire...
Y entonces, comprobó la magia de la que habló su abuela. Al mirar alrededor
pudo ver a Jorge, Lucas y Diana, tres de sus mejores amigos, sujetándole
para que no cayera, mientras muchos otros de quienes había pensado que
eran sus amigos no hacían sino burlarse de él y disfrutar con cada una de sus
caídas. Y ahí paró el numerito, y retirándose con sus tres verdaderos amigos,
les explicó cómo sus ingeniosos abuelos se las habían apañado para
enseñarle que los buenos amigos son aquellos que nos quieren y se
preocupan por nosotros, y no cualquiera que pasa a nuestro lado, y menos
aún quienes disfrutan con las cosas malas que nos pasan.
Aquella tarde, los cuatro fueron a ver al abuelo para pagar la apuesta, y lo
pasaron genial escuchando sus historias y tomando palomitas hasta
reventar. Y desde entonces, muchas veces usaron la prueba de la silla, y
cuantos la superaban resultaron ser amigos para toda la vida.

La Princesa de Fuego

( por Pedro Pablo Sacristán )



Hubo una vez una princesa increíblemente rica, bella y sabia.
Cansada de pretendientes falsos que se acercaban a ella para
conseguir sus riquezas, hizo publicar que se casaría con quien le
llevase el regalo más valioso, tierno y sincero a la vez. El palacio
se llenó de flores y regalos de todos los tipos y colores, de cartas
de amor incomparables y de poetas enamorados. Y entre todos
aquellos regalos magníficos, descubrió una piedra; una simple y
sucia piedra. Intrigada, hizo llamar a quien se la había regalado. A
pesar de su curiosidad, mostró estar muy ofendida cuando
apareció el joven, y este se explicó diciendo:
- Esa piedra representa lo más valioso que os puedo regalar,
princesa: es mi corazón. Y también es sincera, porque aún no es
vuestro y es duro como una piedra. Sólo cuando se llene de amor
se ablandará y será más tierno que ningún otro.
El joven se marchó tranquilamente, dejando a la princesa
sorprendida y atrapada. Quedó tan enamorada que llevaba
consigo la piedra a todas partes, y durante meses llenó al joven
de regalos y atenciones, pero su corazón seguía siendo duro
como la piedra en sus manos. Desanimada, terminó por arrojar la
piedra al fuego; al momento vio cómo se deshacía la arena, y de
aquella piedra tosca surgía una bella figura de oro. Entonces
comprendió que ella misma tendría que ser como el fuego, y
transformar cuanto tocaba separando lo inútil de lo importante.
Durante los meses siguientes, la princesa se propuso cambiar en
el reino, y como con la piedra, dedicó su vida, su sabiduría y sus
riquezas a separar lo inútil de lo importante. Acabó con el lujo, las
joyas y los excesos, y las gentes del país tuvieron comida y libros.
Cuantos trataban con la princesa salían encantados por su
carácter y cercanía, y su sola prensencia transmitía tal calor
humano y pasión por cuanto hacía, que comenzaron a llamarla
cariñosamente "La princesa de fuego".
Y como con la piedra, su fuego deshizo la dura corteza del
corazón del joven, que tal y como había prometido, resultó ser
tan tierno y justo que hizo feliz a la princesa hasta el fin de sus
días

El torito Chispa

Brava
( por Pedro Pablo Sacristán )



Roque estaba llorando en el patio. Algunos de sus compañeros se habían
estado metiendo con él, como hacían frecuentemente, y no había nada
que le diera más rabia. Pero por mucho que les dijera, gritara o
amenazara, no dejaban de hacerlo.
Un chico mayor, que lo había visto todo, se acercó y le dijo:
- Si quieres que no te vuelva a ocurrir eso, tendrás que llegar a ser como El
torito Chispa Brava. ¿Te cuento su historia?
- ¡Sí!
- Chispa Brava era un toro de lidia que una vez pudo ver una televisión
desde el prado. Televisaban una corrida de toros, y al ver cuál iba a ser su
final, dedicó el resto de su vida a prepararse para aquel día, el de su
corrida. Y no tardó en llegar.
Cuando salió a la plaza, recibió un primer puyazo en el lomo. Era muy
doloroso, y sintió cómo su sangre de toro le pedía a gritos venganza. Pero
él sabía lo que tenía que hacer, y se quedó inmóvil. Pronto apareció el
torero provocándole con su capote al viento y su traje rojo. Volvió a sentir
las mismas ganas de clavarle los cuernos bien adentro, pero nuevamente,
tragó saliva y siguió quieto. No importó que siguieran tratando de animar
al torito con puyas, banderillas y muletas: siguió tan quieto, que al cabo
de un rato, toda la plaza estaba silbando y abucheando, hasta que
decidieron cambiar de toro, porque resultó el toro más aburrido que se
recuerda. Así que Chispa Brava fue devuelto a su prado para seguir
viviendo tranquilamente. Y nunca más trataron de torearle, porque todos
sabían que claramente no servía para las corridas.
- ¿Y eso que tiene que ver conmigo? - preguntó Roque.
- Pues todo, chico. A Chispa Brava le llevaron a una plaza de toros porque
querían divertirse a su costa. Cuanto más hubiera respondido al capote y
las banderillas, más se habrían divertido, y no habrían parado hasta
terminar la corrida. A ti te pasa lo mismo con esos abusones. Se divierten
a tu costa porque ven lo mucho que te enfadas, y eso les hace una gracia
macabra. Pero si hicieras como Chispa Brava, y no respondieras a nada, se
aburrirían y buscarían a otro, o se irían 

El espejo
estropeado
( por Pedro Pablo Sacristán )



Había una vez un niño listo y rico, que tenía prácticamente de todo, así
que sólo le llamaba la atención los objetos más raros y curiosos. Eso
fue lo que le pasó con un antiguo espejo, y convenció a sus padres
para que se lo compraran a un misterioso anciano. Cuando llegó a
casa y se vio reflejado en el espejo, sintió que su cara se veía muy
triste. Delante del espejo empezó a sonreir y a hacer muecas, pero su
reflejo seguía siendo triste.
Extrañado, fue a comprar golosinas y volvió todo contento a verse en
el espejo, pero su reflejo seguía triste. Consiguió todo tipo de juguetes
y cachivaches, pero aún así no dejó de verse triste en el espejo, así
que, decepcionado, lo abandonó en una esquina. "¡Vaya un espejo
más birrioso! ¡es la primera vez que veo un espejo estropeado!"
Esa misma tarde salió a la calle para jugar y comprar unos juguetes,
pero yendo hacia el parque, se encontró con un niño pequeño que
lloraba entristecido. Lloraba tanto y le vio tan sólo, que fue a ayudarle
para ver qué le pasaba. El pequeño le contó que había perdido a sus
papás, y juntos se pusieron a buscarlo. Como el chico no paraba de
llorar, nuestro niño gastó su dinero para comprarle unas golosinas
para animarle hasta que finalmente, tras mucho caminar, terminaron
encontrando a los padres del pequeño, que andaban preocupadísimos
buscándole.
El niño se despidió del chiquillo y se encaminó al parque, pero al ver lo
tarde que se había hecho, dio media vuelta y volvió a su casa, sin
haber llegado a jugar, sin juguetes y sin dinero. Ya en casa, al llegar a
su habitación, le pareció ver un brillo procedente del rincón en que
abandonó el espejo. Y al mirarse, se descubrió a sí mismo radiante de
alegría, iluminando la habitación entera. Entonces comprendió el
misterio de aquel espejo, el único que reflejaba la verdadera alegría
de su dueño.
Y se dio cuenta de que era verdad, y de que se sentía verdaderamente
feliz de haber ayudado a aquel niño.
Y desde entonces, cuando cada mañana se mira al espejo y no ve ese
brillo especial, ya sabe qué tiene que hacer para recuperarlo.

Tierra trágame
( por Pedro Pablo Sacristán )


Dicen que una vez alguien confundió sus colorados mofletes con dos
tomates, y que al ir a arrancarlos, se quemó la mano. Y es que no era para
menos, porque Álvaro era el niño con más vergüenza y miedo al ridículo
que uno pueda imaginarse; bastaba con que ocurriera cualquier pequeña
contrariedad para que se pusiera rojo como una guindilla. Así que el día
que le ocurrió algo ridículo de verdad, parecía que iba a estallar de
vergüenza.
Álvaro estaba con su amigo Jaime preparando la obra de teatro de "Los
tres cerditos", en la que Jaime participaba. Estuvieron jugando un rato
hasta que Álvaro recordó que había invitado esa tarde a Dora, la niña más
dulce, guapa y lista de la clase, a merendar a su casa, así que salió
corriendo hacia el patio, donde encontró a Dora, y le dijo:
- ¿Qué, vamos a mi casa? puedo darte un bocata de chorizo...
Y justo cuando estaba acabando la frase se dió cuenta de que había
olvidado quitarse la careta y el disfraz de cerdito! Dora quedó petrificada,
todos a su alrededor comenzaron a reir, y el pobre Álvaro, incapaz de
reaccionar, sólo pensó: ¡tierra, trágame!
Al instante, desapareció bajo la tierra y se encontró en un lugar increíble:
¡allí estaban todos los que alguna vez habían deseado que les tragara la
tierra! y no era raro , porque casi todos tenían un aspecto
verdaderamente ridículo y divertido. Así conoció al atleta que empezó a
correr en dirección contraria y creyó haber ganado por mucho, a la
señorita calva que perdió la peluca en un estornudo o a la novia que se
pisó el vestido y acabó rodando como una albóndiga. Pronto se enteró de
que la única forma de escapar de aquel lugar era a través de la risa, pero
no de una risa cualquiera: tenía que aprender a reirse de sí mismo. Y era
difícil, porque algunos llevaban años allí encerrados, negándose a
encontrar divertidos sus momentos de mayor ridículo; pero Álvaro se
superó y supo encontrar en aquellos momentos de tanta vergüenza una
forma de hacer reír a los demás y darles un poco de alegría. Y cuando se
vio a sí mismo con la careta de cerdo, hablando de chorizo con Dora, no
pudo dejar de reírse de la situación.
Al momento volvió a estar en el colegio, delante de Dora, justo donde
había dejado su frase. Pero esta vez, lejos de ponerse colorado sin saber
qué decir, sonrió, se quitó la careta y meneando su traserito de cerdo dijo:
- Venga anímate, que ¡hoy tengo buenos jamones!
Dora y todos los demás encontraron divertidísima la broma, y desde aquel
día, Álvaro se convirtió en uno de lo chicos más divertidos del colegio,
capaz de reírse y hacer chistes de cualquier cosa que le ocurriera.


El origen de lafelicidad( por Pedro Pablo Sacristán )



Había una vez un niño que era muy feliz, , aunque
no tenía muchos juguetes ni dinero. Él decía que lo
que le hacía feliz era hacer cosas por los demás, y
que eso le daba una sensación genial en su
interior. Pero realmente nadie le creía, y pensaban
que no andaba muy bien de la cabeza. Dedicaba
todo el día a ayudar a los demás, a dar limosna y
ayuda a los más pobres, a cuidar de los animales, y
raras veces hacía nada para sí mismo.
Un día conoció a un famoso médico al que extrañó
tanto su caso, que decidió investigarlo, y con un
complejo sistema de cámaras y tubos, pudo grabar
lo que ocurría en su interior. Lo que descubrieron
fue sorprendente: cada vez que hacía algo bueno,
un millar de angelitos diminutos aparecían para
hacerle cosquillas justo en el corazón.
Aquello explicó la felicidad del niño, pero el
médico siguió estudiando hasta descubrir que
todos tenemos ese millar de angelitos en nuestro
interior. La pena es que como hacemos tan pocas
cosas buenas, andan todos aburridos haciendo el
vago.
Y así se descubrió en qué consiste la felicidad, y
gracias a ese niño todos sabemos qué hay que
hacer para llegar a sentir cosquillitas


Jugando con
el sol
( por Pedro Pablo Sacristán )


Había una vez un bosque en que todos los
animales jugaban felices y contentos. Tanto
que el sol que los veía quiso jugar con ellos.
Estos le dejaron jugar, pero cuando el sol
bajó del cielo y se acercó al bosque, ninguno
podía resistir el calor y todos huyeron a
esconderse.
Entonces, el sol volvió a subir junto a las
nubes, pero estaba tan triste que ya no
quería salir a iluminar nada, y sin el sol, todo
se fue apagando, y el precioso bosque y sus
animales también. Los animales, sabiendo la
causa que apenaba al sol, se reunieron a
pensar en formas de alegrarle, hasta que
alguien propuso jugar con él de noche,
cuando ya no quema, y así evitar sus rayos. Y
así lo hicieron.
Todos tuvieron que hacer un gran esfuerzo
para descansar más durante el día y poder
jugar por la noche, pero tenían tantas ganas
de alegrar a su amigo el sol, que nadie puso
ninguna pega, y la luz y la alegría volvieron al
bosque y al resto del mundo.


Ya no aguanto
más
( por Pedro Pablo Sacristán )


Había una vez dos puertas en la misma casa. Una era una bella puerta
de salón, mientras que la otra era una puerta de baño del montón,
pero en lo que coincidían ambas era en que llevaban una vida de
perros. La casa estaba llena de niños traviesos y descuidados que no
dejaban de arrearles portazos y golpes día tras día.
Cada noche, cuando todos dormían, las puertas comentaban su mala
fortuna, pero mientras la puerta de salón se mostraba siempre harta y
a punto de explotar, la puerta de baño la tranquilizaba diciendo:
- No te preocupes, es normal; son niños y ya aprenderán; aguanta un
poco y verás cómo todo cambiará a mejor.
Y la puerta de salón se calmaba por algún tiempo. Pero un día, tras
una gran fiesta en la casa llena de golpes y portazos, explotó diciendo:
"Ya está bien. No aguanto más. Al próximo portazo que me den, me
rompo y se van a enterar de lo que es bueno.
No hizo caso de las palabras de la otra puerta, y cuando al día
siguiente recibió su primer golpe, la puerta del salón se rompió.
Aquello causó un gran revuelo y preocupación en la casa, y los niños
fueron advertidos para tener más cuidado, lo que llenó de satisfacción
a la puerta, que saboreaba su venganza.
Pero pasados los primeros días de problemas, los dueños de la casa se
hartaron de la incomodidad de tener una puerta rota. Sin embargo, en
lugar de arreglarla, decidieron cambiarla, así que sacaron de su sitio la
antigua puerta y sin ningún miramiento la abandonaron junto a la
basura.
Entonces la bella puerta de salón se lamentó de lo que había hecho,
pues por no haber aguantado un poco más, ahora se veía esperando a
ser convertida en serrín, mientras que su amiga, la vulgar puerta de
baño, seguía en su sitio y además era tratada con más cuidado...
Afortunadamente, la puerta de salón no acabó hecha serrín, porque
un hombre muy pobre la descubrió junto a la basura y aunque rota, le
pareció la mejor puerta que podía encontrar para su pobre casa; y la
puerta fue feliz de tener otra oportunidad y volver a hacer de puerta,
y de aceptar con agrado las incomodidades de un trabajo tan duro y
tan digno como es ser una puerta.



Ladrones en el
jardín
( por Pedro Pablo Sacristán )


Se había corrido la noticia de que en el jardín había
ladrones y el señor escarabajo temía que su casa
fuera la siguiente, pues todos sabían que acababa
de recoger su gran cosecha anual de comida, así
que ese día montó guardia en la ventana. Vigilaba
con un catalejo todo lo que se movía, y vio como a
un tiempo se acercaban una peligrosa araña negra,
y una preciosa mariquita.
El escarabajo hubiera ido a hablar con la mariquita,
pero tenía que vigilar su casa de la araña. La araña
de acercaba más, así que armándose de valor, salió
a la puerta y se encaró con la araña. Le costó algún
tiempo asustar a la araña, hasta que finalmente se
alejó. El escarabajo volvió triunfante a su casa, pero
al llegar a la puerta la encontró abierta y toda su
comida había desaparecido. Al volver fuera tuvo el
tiempo justo para ver de lejos a la mariquita huir
con toda su comida.
Apenado, fue a contarlo a la policía del jardín,
donde le contaron que suponían que sería el
siguiente, y habían enviado a su mejor agente, una
araña recién llegada como refuerzo, para ayudarle.
Así, el escarabajo aprendió a no dejarse llevar por
los prejuicios y las apariencias.

Tomás
Tarambana y
su tambor
( por Pedro Pablo Sacristán )


Tomás Tarambana era un niño de plastilina naranja y azul que vivía en un
colegio. Aunque tenía muchas cosas buenas, había empezado a perder un
poco el respeto a los demás, y cuando su tía Ágata, una gran bola de
plastilina de colores, le regaló un tambor por su cumpleaños, aquello fue
terrible. Daba igual cuánto le pidieran todos que tocara más bajo, o que fuera
a hacerlo a otro lugar: Tomás se paseaba por toda el aula aporreando el
tambor, sin que las molestias que causaba a los demás le importasen ni un
pimiento. Así que el resto de figuritas del aula dejaron de querer jugar con
Tomás, y sufrieron mucho con su ruidoso tambor hasta que Coco Sapio, un
muñeco listísimo hecho con construcciones, inventó unos tapones especiales
para los oídos que dejaban oír los ruidos normales, pero evitaban los más
molestos.
Tomás, al ver que los demás ya no le hacían caso, y que ni siquiera se
molestaban, se enfadó mucho con Coco Sapio, y tras una gran pelea, el
inventor terminó cayendo al suelo desde lo alto de una mesa, rompiéndose en
sus mil piezas. Aunque fue un accidente, todos se enfadaron tanto con
Tomás, que ya nadie quiso volver a saber nada de él, aunque a él tampoco le
importó mucho.
Y todo habría quedado así si no fuera porque a los pocos días, colocaron en
la clase en precioso reloj de cuco, justo al lado de la estantería que dormía
Tomás. El cuco sonaba constantemente, "tic, tac, tic, tac", y para colmo cada
hora salía a hacer "cucú, cucú", así que Tomás no podía descansar ni un
poquito, pero los demás, con sus tapones especiales, estaban tan tranquilos.
Entonces Tomás empezó a darse cuenta de lo muchísimo que había
molestado a todos con su tambor, y de la tontería que había hecho
peleándose con Coco Sapio, que sería el único que podría ayudarle ahora. Y
decidido a cambiar la situación, y a que todos vieran que iba a convertirse en
el niño más bueno y respetuoso, dedicó todo el tiempo a ir reuniendo las
piezas de Coco Sapio para reconstruirlo en secreto. Le llevó muchísimos días
y noches, hasta que terminó justo cuando ya casi no podía más, de tan poco
que dormía por culpa del reloj de cuco. Y cuando Coco Sapio estuvo
construido y volvió a tomar vida, todos se llevaron una estupenda sorpresa y
felicitaron mucho a Tomás por su trabajo, que pidió perdón a todos por su
falta de cuidado y por no haber tenido en cuenta lo mucho que les molestaba.
Así que aunque Coco Sapio estaba algo enfadado con Tomás Tarambana, le
convencieron para que inventara unos tapones para él, y a partir de aquel día,
pudo por fin Tomás Tarambana descansar un poco, y nunca más dejó que
nadie volviera a ser tan desconsiderado como lo había sido él mismo.


La deliciosa
música del
arpa
( por Pedro Pablo Sacristán )


Un rey adoraba tanto la música que buscó
por todo el mundo el mejor instrumento que
hubiera, hasta que un mago le entregó un
arpa. La llevó a palacio, pero cuando tocó el
músico real, estaba desafinada; muchos
otros músicos probaron y coincidieron en que
no servía para nada y había sido un engaño,
así que se deshicieron del arpa tirándolo a la
basura. Una niña muy pobre encontró el
arpa, y aunque no sabía tocar, decidió
intentarlo. Tocaba y tocaba durante todo el
día, durante meses y años, siempre
desafinando, pero haciéndolo mejor cada
vez. Hasta que un día, de repente, el arpa
comenzó a entonar las melodías más
maravillosas, pues era un arpa mágica que
sólo estaba dispuesta a tocar para quien de
verdad pusiera interés y esfuerzo. El rey llegó
a escuchar la música, y mandó llamar a la
niña; cuando vio el arpa, se llenó de alegría,
y en aquel momento nombró a la niña como
su músico particular, llenando de riquezas a
ella y a su familia.

El zorro
bocazas
( por Pedro Pablo Sacristán )

Pingüino, reno y zorro eran muy amigos. Un día, el
pingüino y el reno encuentran un montón de fruta y
deciden guardarlo en secreto. Por el camino, se
encuentran al zorro, que al verles tan felices les
pregunta por qué. Se resisten a contarlo porque es
secreto, pero el zorro les pide que confíen en él y lo
hacen. Cuando llegan al pueblo, se olvida de su
promesa y lo cuenta a todo el mundo. Cuando
vuelven el pingüino y el reno por la fruta, los otros
animales del pueblo ya se la habían comido. Ese
mismo día pingüino y reno encuentran otro lugar lleno
de comida, y se repite la misma historia con el zorro.
Enfadados por sus traiciones, deciden darle una
lección, y al día siguiente le cuentan que han
encontrado un lago tan lleno de peces que no hay
que esforzarse en cogerlos. El zorro vuelve a
traicionarles y cuenta el secreto. Al día siguiente, el
zorro aparece lleno de golpes, porque al contarles a
todo el mundo lo de los peces, habían ido allí hasta
osos polares; pero al no encontrar peces se sintieron
engañados y dieron una buena zurra al zorro
Y el zorro aprendió que la confianza es muy
importante, pero que para que puedan confiar en uno,
hay que ganarse esa confianza con lealtad, y
cumpliendo las promesas. Alguna trampa más le
pusieron sus amigos, pero como ya no era un
bocazas, el zorro volvió a recuperar la confianza de
pingüino y reno, y éstos le perdonaron.

El árbol
mágico
( por Pedro Pablo Sacristán )

Hace mucho mucho tiempo, un niño
paseaba por un prado en cuyo centro
encontró un árbol con un cartel que decía:
soy un árbol encantado, si dices las
palabras mágicas, lo verás.
El niño trató de acertar el hechizo, y probó
con abracadabra,
supercalifragilisticoespialidoso, tan-ta-tachán,
y muchas otras, pero nada. Rendido,
se tiró suplicante, diciendo: "¡¡por favor,
arbolito!!", y entonces, se abrió una gran
puerta en el árbol. Todo estaba oscuro,
menos un cartel que decía: "sigue haciendo
magia". Entonces el niño dijo "¡¡Gracias,
arbolito!!", y se encendió dentro del árbol
una luz que alumbraba un camino hacia una
gran montaña de juguetes y chocolate.
El niño pudo llevar a todos sus amigos a
aquel árbol y tener la mejor fiesta del
mundo, y por eso se dice siempre que "por
favor" y "gracias", son las palabras mágicas

El cohete de
papel
( por Pedro Pablo Sacristán )

Había una vez un niño cuya mayor ilusión era tener un
cohete y dispararlo hacia la luna, pero tenía tan poco
dinero que no podía comprar ninguno. Un día, junto a la
acera descubrió la caja de uno de sus cohetes favoritos,
pero al abrirla descubrió que sólo contenía un pequeño
cohete de papel averiado, resultado de un error en la
fábrica.
El niño se apenó mucho, pero pensando que por fin
tenía un cohete, comenzó a preparar un escenario para
lanzarlo. Durante muchos días recogió papeles de todas
las formas y colores, y se dedicó con toda su alma a
dibujar, recortar, pegar y colorear todas las estrellas y
planetas para crear un espacio de papel. Fue un trabajo
dificilísimo, pero el resultado final fue tan magnífico que
la pared de su habitación parecía una ventana abierta al
espacio sideral.
Desde entonces el niño disfrutaba cada día jugando con
su cohete de papel, hasta que un compañero visitó su
habitación y al ver aquel espectacular escenario, le
propuso cambiárselo por un cohete auténtico que tenía
en casa. Aquello casi le volvió loco de alegría, y aceptó
el cambio encantado.
Desde entonces, cada día, al jugar con su cohete
nuevo, el niño echaba de menos su cohete de papel,
con su escenario y sus planetas, porque realmente
disfrutaba mucho más jugando con su viejo cohete.
Entonces se dio cuenta de que se sentía mucho mejor
cuando jugaba con aquellos juguetes que el mismo
había construido con esfuerzo e ilusión.
Y así, aquel niño empezó a construir él mismo todos sus
juguetes, y cuando creció, se convirtió en el mejor
juguetero del mundo.

La llegada
inesperada
( por Pedro Pablo Sacristán )

Menudo revuelo se armó en el Cielo cuando apareció Tatiana. Nadie
se lo esperaba, porque aún era muy joven y además era la mamá de
dos niños pequeños, así que San Pedro la miró muy severamente,
diciendo:
- ¿Pero qué haces aquí? Seguro que todavía no te toca...
Sin embargo, al comprobar su libro, San Pedro no se lo podía creer.
Era verdad, había hecho todas aquellas cosas que permitían la
entrada al Cielo, incluyendo dar todo lo que necesitaban sus hijos, ¡y
en tan poco tiempo!. Al ver su extrañeza, Tatiana dijo sonriente.
- Siempre fui muy rápida en todo. Desde que Renato y Andrea eran
bebés les di cuanto tenía, y lo guardé en un tesoro al que sólo pudiera
acceder ellos.
Todos sabían a qué se refería Tatiana. Las mamás van llenando de
amor y virtudes el corazón de sus hijos, y sólo pueden ir al Cielo
cuando está completamente lleno. Aquello era un notición, porque no
era nada normal conocer niños que tuvieran el corazón lleno tan
pronto, y todos quisieron verlo.
Ver los corazones de los niños es el espectáculo favorito de los
ángeles. Por la noche, cuando los niños duermen, sus corazones
brillan intensamente con un brillo de color púrpura que sólo los
ángeles pueden ver, y se sientan alrededor susurrando bellas
canciones. Esa noche esperaron en la habitación de Adrián y Andrea
miles de ángeles. Ninguno de ellos había dejado de estar triste por la
marcha de su madre, pero no tardaron en dormirse. Cuando lo
hicieron, su corazón comenzó a iluminarse como siempre lo hacen,
poco a poco, brillando cada vez más, hasta alcanzar unos brillos y
juegos de luces de belleza insuperable. Sin duda Tatiana había
dejado su corazón tan rebosante de amor y virtudes, que podrían
compartirlo con otros mil niños, y los ángeles agradecieron el
espectáculo con sus mejores cánticos, y la promesa de volver cada
noche. Al despertar, ni Adrián ni Andrea vieron nada extraño, pero se
sintieron con fuerzas para comenzar el día animados, dispuestos a
llegar a ser los niños que su madre habría querido.
Así, sin dejar de echar de menos a su mamá, Adrián y Andrea
crecieron como unos niños magníficos y singulares, excelentemente
bondadosos, que tomaban ánimos cada día del corazón tan rebosante
de amor y virtudes que les había dejado su madre, y de la compañía
de los miles de ángeles que cada noche acudían a verlo brillar.

Los
problemillas
del Arca
( por Pedro Pablo Sacristán )

En el arca de Noé los animales llevaban tanto tiempo que
empezaron a organizar juegos y actividades para
divertirse. Pero no tuvieron mucho cuidado, y en uno de
los juegos, un pájaro carpintero terminó haciendo un
agujero en el fondo del arca. El agujero empezó a crecer,
y en poco tiempo comenzó a entrar muchísima agua. Uno
a uno, distintos animales trataron de arreglarlo,
peleándose incluso por ser los que salvaran el barco, pero
ni siquiera la presa del castor pudo hacer nada.
Empezaron a asustarse y pensaron que el barco se
hundiría, pero entonces la abeja explicó a todos cómo
ellas siempre trabajaban todas juntas y en equipo, cada
una haciendo lo que mejor sabía, y todos comenzaron a
organizarse y ayudarse: los pájaros tiraban todos juntos
del barco hacia arriba, los elefantes y otros animales
grandes llenaban sus bocas de agua para sacarla del
barco, los más rápidos iban de acá para allá juntando
materiales que los que construían nidos y madrigueras
utilizaban para arreglar el boquete cada vez mayor. Así,
todos trabajando, consiguieron frenar un poco el
hundimiento, pero no pararlo. Desesperados, siguieron
buscando si faltaba algún animal por ayudar. Buscaron y
buscaron, pero en el barco no había nadie más. Pero de
repente, un pez se coló en barco, y los animales se dieron
cuenta de que ¡aún no habían pedido ayuda a todos los
animales del mar! Pidieron al pez que buscara ayuda para
salvar el barco, y acudieron peces y peces, y hasta una
gran ballena que terminó por cubrir el agujero mientras el
resto de animales reparaban el barco. Y así fue como
todos los animales se salvaron con la ayuda de todos

Augustito
Calentito
( por Pedro Pablo Sacristán )


Augustito Calentito era un ratoncillo de ciudad que vivía plácidamente en una gran casa, con
todas las comodidades que ningún ratón pudiera soñar: siempre encontraba agua tibia para
bañarse, comida aún caliente, ropa de abrigo o lo que fuera. Con él vivía un tipo raro,
Duretas Aguantetas, que incomprensiblemente, a pesar de tener todas esas comodidades,
cada día renunciaba a una o dos de ellas. Era capaz de lavarse con agua fría teniéndola
caliente, o de mordisquear puerros teniendo al lado un trozo de queso. Y lo peor era cuando
trataba de convencer al bueno de Augustito para que también lo hiciera:
- Venga, hombre, te harás un tipo más duro. ¡Que te estás convirtiendo en un blandito! - le
decía.
Y el pobre Augustito se daba la vuelta, se envolvía en su manta calentita y se ponía a leer,
pensando cómo podía haber todavía gente tan bruta.
Pero la desgracia quiso que una noche cayera tal nevada en la ciudad, que la ratonera de
nuestros amigos quedó completamente sepultada y aislada por una montaña de nieve.
Trataron de salir, pero el frío era intenso y no creyeron poder cavar un túnel con tanta nieve,
así que decidieron esperar. Pasaron los días, seguían rodeados de nieve, y ya no tenían
comida. Duretas aguantaba bastante bien, pero el bueno de Augustito, privado de sus baños,
su comida y su abrigo, estaba a punto de perder el control. Era un tipo culto, que había
estudiado mucho, y sabía que no aguantarían más de 3 días sin comida, los mismos que
habían calculado que necesitaban para cavar el túnel a través de la nieve, así que no les
quedaba otro remedio que lanzarse a cavar.
Pero en cuanto tocó la fría nieve, Augustito dio media vuelta. No podía con aquel frío, ni con
tanta hambre ¡ni siquiera sabiendo que estaba a punto de morir! Duretas, sin embargo, lo
aguantaba bastante bien, y comenzó a cavar, al tiempo que animaba a su compañero a
hacer lo mismo. Pero Augustito estaba paralizado, no podía aguantar tan terribles
condiciones, y ni siquiera podía pensar con claridad. Y entonces vio a Duretas, "aquel bruto",
y comprendió que era mucho más sabio de lo que parecía, pues en lugar de hacer como él,
se había acostumbrado a hacer las cosas porque quería, y no sólo las más apetecibles de
cada momento. Y podía mandar cavar a sus patitas sin importar que estuvieran moradas por
el frío, algo imposible para él mismo, por mucho que lo desease. Y con esos pensamientos, y
una lágrima de impotencia, se echó sobre el calentito montón de plumas que le servía de
cama, dispuesto a dejarse morir.
Cuando abrió los ojos, creyó estar en el cielo, pues la cara de un angelito le estaba
sonriendo. Pero con gran alegría comprobó que sólo era la enfermera, quien le contó que
llevaban días curándole, desde que un valiente había llegado allí con las cuatro patas
congeladas, y les había indicado cómo encontrarle antes de caer sin fuerzas. Cuando
Augustito corrió a agradecer a Duretas su ayuda, le encontró en pie, muy recuperado. Había
perdido varios dedos y una oreja, pero se le veía alegre. Augustito se sentía muy culpable,
pues él estaba entero, pero el bruto de Duretas le respondió:
- No te preocupes, si no fuera por esos dedos y esa oreja, yo tampoco estaría aquí. ¡No han
podido tener mejor uso!
Por supuesto, siguieron siendo grandes amigos, pero Augustito ya nunca pensó en Duretas
como un bruto, y junto a él, se propuso recuperar el control de su calentito y caprichoso
cuerpecito, renunciando cada día a una de esas innecesarias comodidades de la vida
moderna.

El gran partido
( por Pedro Pablo Sacristán )


Había una vez un grupo de niños que habían quedado para jugar
un partido de fútbol por todo lo alto. Habían dedicido que cada
uno llevaría un elemento importante que hubiera en todos los
partidos oficiales, y así, uno trajo el balón, otro el silbato, otro una
portería, otro los guantes del portero, las banderillas del córner,
etc... Pero antes de comenzar el partido, a la hora de elegir los
equipos hubo una pequeña discusión, y decidieron que podría
elegir aquel que hubiera llevado el elemento más importante.
Como tampoco se ponían de acuerdo en eso, pensaron que lo
mejor sería empezar a jugar al completo, con todos los
elementos, e ir eliminando lo que cada uno había traído para ver
si se podía seguir jugando y descubrían qué era verdaderamente
imprescindible. Así que comenzaron a jugar, y primero eliminaron
el silbato, pero quien hacía de árbitro pudo seguir arbitrando a
gritos. Luego dejaron a los porteros sin guantes, pero paraban
igual de bien sin ellos; y tampoco se notó apenas cuando
quitaron los banderines que definían los límites del campo, ni
cuando cambiaron las porterías por dos papeleras...; y así
siguieron, hasta que finalmente cambiaron también el balón por
una lata, y pudieron seguir jugando...
Mientras jugaban, pasó por allí un señor con su hijo, y viéndoles
jugar de aquella forma, le dijo al niño:
-"Fíjate, hijo: aprende de ellos, sin tener nada son capaces de
seguir jugando al fútbol, aunque nunca vayan a poder aprender ni
mejorar nada jugando así"
Y los chicos, que lo oyeron, se dieron cuenta de que por su
exceso de orgullo y egoísmo, lo que se presentaba como un
partido increíble, había acabado siendo un partido penoso, con el
que apenas se estaban divirtiendo. Así que en ese momento,
decidieron dejar de un lado sus opiniones egoístas, y enseguida
se pusieron de acuerdo para volver a empezar el partido desde el
principio, esta vez con todos sus elementos. Y verdaderamente,
fue un partido alucinante, porque ninguno midió quién jugaba
mejor o peor, sino que entre todos sólo pensaron en divertirse y
ayudarse.

Las honradas
mariquitas
( por Pedro Pablo Sacristán )


Cuenta una extraña historia que las mariquitas perdonan, pero no
olvidan. Según parece, al principio las mariquitas no tenían sus
famosos puntitos negros. Poco antes todas estuvieron a punto de
desaparecer cuando guiadas por el famosísimo Cayus Insectus, una
tormenta inundó el camino por el que viajaban. Las pocas que
sobrevivieron tuvieron que elegir el sustituto de Cayus Insectus,
desaparecido entre las aguas, y decidieron que lo sería quien primero
llegara al lago de la región sur y regresara para describirlo.
Las mariquitas se lanzaron a la aventura, y poco a poco fueron
regresando, contando lo bello que estaba el lago en aquella época del
año, con sus aguas cristalinas, lleno de flores y hierba fresca en sus
orillas. Pero la última de todas ellas tardaba en llegar. La esperaron
hasta 3 días, y cuando regresó, lo hacía cabizbaja y avergonzada,
pues no había llegado a encontrar el lago. Todas criticaron la torpeza
y lentitud de la joven mariquita, y se prepararon para continuar el viaje
al día siguiente.
Siguiendo al nuevo guía, caminaron toda la mañana hacia el Norte,
hasta que al atravesar unas hierbas espesas y altas, se detuvieron
atónitos: ¡frente a ellos estaba el Gran Lago! y no tenía ni flores, ni
hierba, ni aguas cristalinas. Las grandes lluvias lo habían convertido
en una gran charca verdosa rodeada de barro.
Todos comprendieron al momento la situación, pues al ser arrastrados
por el río habían dejado atrás el lago sin saberlo, y cuantos salieron a
buscarlo lo hicieron en dirección equivocada. Y vieron cómo, salvo
aquella tardona mariquita, todos deseaban tanto convertirse en Gran
Guía, que no les había importado mentir para conseguirlo; e incluso
llegaron a comprobar que el nefasto Cayus Insectus había llegado a
aquel puesto de la misma forma.
Así pues la mariquita tardona, la única en quien de verdad confiaban,
se convirtió en Gran Guía. Y decidieron además que cada vez que
una de ellas fuera descubierta engañando, pintarían un lunar negro en
su espalda, para que no pudiera ni borrarlos, ni saber cuántos tenía.
Y desde entoces, cuando una mariquita mira a otra por la espalda, ya
sabe si es de fiar por el número de lunares.


Como las mariquitas
( por Pedro Pablo Sacristán )

Regal no podía oír nada. Era un niño normal en todo, pero había
nacido sordo. Era muy famoso en el pueblo, y todos le trataban con
mucho cariño, pero a la hora de la verdad, no le tenían muy en cuenta
para muchas cosas. Los niños pensaban que podría hacerse daño, o
que no reaccionaría rápido durante un juego sin oir la pelota, y los
adultos actuaban como si no fuera capaz de entenderles, casi como si
hablaran con un bebé. A Regal no le gustaba mucho esto, pero
mucho menos aún a su amigo Manuel, que un dia decidió que aquello
tenía que cambiar. Y como Manuel era el hijo del alcalde, convenció a
su padre para que aquel año, en honor de Regal, dedicaran un día de
las fiestas a quienes no pueden oir, y durante 24 horas todos llevaran
unos tapones en los oidos con los que no se pudiera oír nada.
La idea fue muy bien recibida, porque todos querían mucho a Regal,
que durante las semanas previas a las fiestas tuvo que aguantar
bastantes miradas de lástima y sonrisas compasivas. Y el Día del
Silencio, como así lo llamaron, todos fueron a ponerse sus tapones
con gran fiesta y alegría. La mañana estuvo llena de chistes, bromas y
risas, pero según fueron pasando las horas, todos comenzaron a ser
conscientes de las dificultades que tenían al no poder oir. Pero todo lo
que aprendieron sobre lo difícil que era vivir así, no fue nada
comparado con el gran descubrimiento del día: ¡Regal era un
fenómeno! Como resultaba que ya nadie se fijaba en su sordera,
aquel día Regal pudo jugar a todo como cualquier niño, y resultó que
era buenísimo a casi todo. Y no sólo eso; Regal tenía una mente clara
y ágil y aquel día como nadie tenía la prisa habitual todos pudieron
atender a Regal, que era quien mejor se expresaba por gestos. Y
todos quedaron sorprendidos de su inteligancia y creatividad, y su
facilidad para inventar soluciones a casi cualquier problema. Y se
dieron cuenta de que siempre había sido así, y que lo único que
necesitaba Regal era un poco más de tiempo para expresarse bien.
Así que el Día del Silencio fue el del gran descubrimiento de Regal, y
de que había que dar a todos la oportunidad de demostrar lo que
valían. Y para que otros aprendieran la misma lección, desde aquel
día, cada vez que alguien visitaba el pueblo le recibían con gran
alegría, poniéndole un gran gorro con el que no se podía oir nada.


Juanija
Lagartija
( por Pedro Pablo Sacristán )

Juanija Lagartija vivía entre unas piedras en el campo. Como a todas
las lagartijas, le encantaba tomar tranquilamente el sol sobre una gran
roca plana. Allí se quedaba tan a gustito, que más de una vez había
llegado a dormirse, y eso fue lo que pasó el día que perdió su rabito:
unos niños la atraparon, y Juanija sólo pudo soltarse perdiendo su
rabo y corriendo a esconderse.
Asustada oyó como aquellos niños reían al ver cómo seguía
moviéndose el rabito sin la lagartija, y terminaban tirándolo al campo
después de un ratito. La lagartija comenzó entonces a buscarlo por
toda la zona, dispuesta a recuperarlo como fuera para volver a
colocarlo en su sitio. Pero aquel campo era muy grande, y por mucho
que buscaba, no encontraba ni rastro de su rabito. Juanija dejó todo
para poder buscarlo, olvidando su casa, sus juegos y sus amigos,
pero pasaban los días y los meses, y Juanija seguía buscando,
preguntando a cuantos encontraba en su camino.
Un día, uno aquellos a quienes preguntó respondió extrañado "¿Y
para qué quieres tener dos rabos?". Juanija se dio la vuelta y
descubrió que después de tanto tiempo le había crecido un nuevo
rabito, incluso más fuerte y divertido que el anterior. Entonces
comprendió que había sido una totería dedicar tanto tiempo a lo que
ya no tenía remedio, y decidió darse la vuelta y volver a casa.
Pero de vuelta a sus rocas, precisamente encontró su rabito al lado
del camino. Estaba seco y polvoriento, y tenía un aspecto muy feo.
Alegre, después de haber dedicado tanto tiempo a buscarlo, Juanija
cargó con él y siguió su camino. Se cruzó entonces con un sapo, que
sorprendido le dijo:
- ¿Por qué cargas con un rabo tan horrible y viejo, teniendo uno tan
bonito?
- He estado meses buscándolo - respondió la lagartija.
- ¿De verdad has estado meses buscando algo tan feo y sucio?
-siguió el sapo.
- Bueno - se, excusó Juanija- antes no era tan feo...
- Mmm, pero ahora sí lo es, ¿no?... ¡qué raras sois las lagartijas! -dijo
el sapo antes de largarse dando saltos
El sapo tenía razón. Juanija seguía pensando en su rabito como si
fuera el de siempre, pero la verdad es que ahora daba un poco de
asco. Entonces la lagartija comprendió todo, y decidió dejarlo allí
abandonado, dejando con él todas sus preocupaciones del pasado; y
sólo se llevó de allí un montón de ilusiones para el futuro.

El tesoro de
Barba Iris
( por Pedro Pablo Sacristán )

Según contaba la leyenda, Barba Iris había sido el pirata de las golosinas más
increíble que había existido nunca. Durante años asaltó cientos de tiendas de
golosinas y según decían, en algún lugar perdido almacenaba el mayor tesoro
que ningún niño podría imaginar. Por eso, cuando Toni y sus amigos encontraron
un extraño y antiguo cofre con lo que parecía ser un mapa de un tesoro para
niños, se llenaron de emoción y se prepararon para la gran búsqueda del tesoro
de Barba Iris.
Así, siguiendo las pistas, llegaron hasta una cueva oculta junto al lago, donde
encontraron otro pequeño cofre. En él encontraron unas pocas golosinas, un gran
cartel con la letra D, y otro mapa con más instrucciones para encontrar el tesoro,
que les ayudó a superar la decepción inicial de pensar que no se tratara de un
gran tesoro. Toni y los demás consiguieron descifrar el mapa, para lo que
necesitaron algunos días y leer unos cuantos libros, y así llegaron hasta un gran
árbol hueco en medio de un gran bosque, donde volvieron a encontrar un cofre
con algunas golosinas, un nuevo mapa, y una hoja con la letra O.
Entre muchas aventuras encontraron dos cofres más con sus golosinas, sus
mapas y las letras C y B. Pero el último mapa era un tanto extraño. Más que un
mapa, parecían unas instrucciones bastante incomprensibles:
"Al tesoro ya has llegado
pero tendrás que encontrarlo;
si juntas un buen retrato
del hijo de tus abuelos,
y lo pones justo al lado
de la hija de tus yayos,
si luego añades las letras
que cada tesoro ha dado
se desvelará el secreto
que lleva tanto guardado.
Ese que acerca tus sueños
para poder alcanzarlos."
Mucho tiempo discutieron sobre el significado del enigma, y sólo consiguieron
ponerse de acuerdo en que el mensaje hablaba de las fotos de unos padres, pero
no alcanzaban a entender el resto. Hasta uno de los numerosos días que
discutían sobre el asunto en el salón de casa de Toni, mirando como siempre
aquellas cuatro letras. Alex, distraído, miraba la foto de los padres de Toni que
había sobre la mesa, y entonces dio un salto:
- ¡¡Lo tengo!!
Todos le miraron con interés, pero en lugar de hablar, Alex se acercó a la mesa.
Reordenó las letras y al final acercó la foto de los padres de Toni.
- O... B... D.. C..... ¡obedece a tus padres! - gritaron todos a la vez.
Y aunque no hubo millones de golosinas, todos estaban dispuestos a seguir aquel
gran consejo. ¡¡Cómo no iban a hacerlo, si se trataba del mismísimo tesoro del
pirata Barba Iris!!


Una vaca en la
cafetería
( por Pedro Pablo Sacristán )

Curro Churretes era un camarero muy divertido y vivaracho que
tenía su propia cafetería. Y era además muy afortunado, porque
en uno de los viajes al pueblo de sus padres, descubrió que una
de las vacas jóvenes, de las últimas que habían nacido, era tan
especial que en lugar de dar leche al ordeñarla, servía
directamente café con leche. Pensando en hacerse rico, Curro se
llevó la vaca directamente a la ciudad. Y a pesar de que su
esposa le decía que primero debería preparar la cafetería para
poder meter la vaca, Curro estaba tan ansioso e impaciente que
no pudo esperar, y allí se fue con la vaca, directamente a la
cafetería.
El resultado fue espectacular: la vaca salió en los periódicos y
televisiones, y de todas partes venían clientes a probar su
delicioso café con leche recién ordeñado. Pero después de ese
tirón inicial tan de moda, resultó que el hecho de tener una vaca
en medio de una cafetería no era nada cómodo: todos los días la
vaca rompía 20 ó 30 tazas con los meneos de su cola, la
cafetería olía como un establo, el heno que comía la vaca se
desperdigaba por todas partes, y había tan poco sitio que
siempre había alguien que se acercaba tanto a la vaca que
terminaba por pisar alguna boñiga... Así que fue perdiendo
clientes, y para colmo, vino la policía con una inspección y le
pusieron una multa tan gorda, que Curro estuvo a punto de tener
que cerrar la cafetería.
Y así fue como Curro Curretes se dio cuenta de que tenía que
haber sido más paciente y ordenado, y esperar a que todo
estuviera preparado para poder servir sus cafés con leche recién
ordeñados. Pero como era un tipo con suerte, cuando llevó la
vaca al pueblo mientras hacían la obra en la cafetería, descubrió
que una de las gallinas ponía huevos de chocolate. Esta vez sí
supo ser paciente y esperar a que todo estuviera preparado para
tener una cafetería con vaca, gallina, café con leche, chocolate y
churros, y su local tuvo tanto éxito que llegó a ser el sitio más
famoso de toda la ciudad.


Lío en la clase
de ciencias
( por Pedro Pablo Sacristán )

En profesor de ciencias, Don Estudiete, había pedido a sus
alumnos que estudiaran algún animal, hicieran una pequeña
redacción, y contaran sus conclusiones al resto de la clase. Unos
hablaron de los perros, otros de los caballos o los peces, pero el
descubrimiento más interesante fue el de la pequeña Sofía:
- He descubierto que las moscas son unas gruñonas histéricas -
dijo segurísima
Todos sonrieron, esperando que continuara. Entonces Sofía siguió
contando:
- Estuve observado una mosca en mi casa durante dos horas.
Cuando volaba tranquilamente, todo iba bien, pero en cuanto
encontraba algún cristal, la mosca empezaba a zumbar. Siempre
había creído que ese ruido lo hacían con las alas, pero no. Con los
prismáticos de mi papá miré de cerca y vi que lo que hacía era
gruñir y protestar: se ponía tan histérica, que era incapaz de cruzar
una ventana, y se daba de golpes una y otra vez; pom!, pom!,
pom!. Si sólo hubiera mirado a la mariposa que pasaba a su lado,
habría visto que había un hueco en la ventana... la mariposa
incluso trató de hablarle y ayudarle, pero nada, allí seguía
protestando y gruñendo.
Don Estudiete les explicó divertido que aquella forma de actuar no
tenía tanto que ver con los enfados, sino que era un ejemplo de
los distintos niveles de inteligencia y reflexión que tenían los
animales, y acordaron llevar al día siguiente una lista con los
animales ordenados por su nivel de inteligencia...
Y así fue como se armó el gran lío de la clase de ciencias, cuando
un montón de papás protestaron porque sus hijos.. ¡¡les habían
puesto entre los menos inteligentes de los animales!! según los
niños, porque no hacían más que protestar, y no escuchaban a
nadie.
Y aunque Don Estudiete tuvo que hacer muchas aclaraciones y
calmar unos cuantos padres, aquello sirvió para que algunos se
dieran cuenta de que por muy listos que fueran, muchas veces se
comportaban de forma bastante poco inteligente.


La espada
pacifista
( por Pedro Pablo Sacristán )

Había una vez una espada preciosa. Pertenecía a un gran rey, y desde siempre había estado
en palacio, partipando en sus entrenamientos y exhibiciones, enormemente orgullosa. Hasta
que un día, una gran discusión entre su majestad y el rey del país vecino, terminó con ambos
reinos declarándose la guerra.
La espada estaba emocionada con su primera participación en una batalla de verdad.
Demostraría a todos lo valiente y especial que era, y ganaría una gran fama. Así estuvo
imaginándose vencedora de muchos combates mientras iban de camino al frente. Pero
cuando llegaron, ya había habido una primera batalla, y la espada pudo ver el resultado de la
guerra. Aquello no tenía nada que ver con lo que había imaginado: nada de caballeros
limpios, elegantes y triunfadores con sus armas relucientes; allí sólo había armas rotas y
melladas, y muchísima gente sufriendo hambre y sed; casi no había comida y todo estaba
lleno de suciedad envuelta en el olor más repugnante; muchos estaban medio muertos y
tirados por el suelo y todos sangraban por múltiples heridas...
Entonces la espada se dio cuenta de que no le gustaban las guerras ni las batallas. Ella
prefería estar en paz y dedicarse a participar en torneos y concursos. Así que durante aquella
noche previa a la gran batalla final, la espada buscaba la forma de impedirla. Finalmente,
empezó a vibrar. Al principio emitía un pequeño zumbido, pero el sonido fue creciendo, hasta
convertirse en un molesto sonido metálico. Las espadas y armaduras del resto de soldados
preguntaron a la espada del rey qué estaba haciendo, y ésta les dijo:
- "No quiero que haya batalla mañana, no me gusta la guerra".
- "A ninguno nos gusta, pero ¿qué podemos hacer?".
- "Vibrad como yo lo hago. Si hacemos suficiente ruido nadie podrá dormir".
Entonces las armas empezaron a vibrar, y el ruido fue creciendo hasta hacerse
ensordecedor, y se hizo tan grande que llegó hasta el campamento de los enemigos, cuyas
armas, hartas también de la guerra, se unieron a la gran protesta.
A la mañana siguiente, cuando debía comenzar la batalla, ningún soldado estaba preparado.
Nadie había conseguido dormir ni un poquito, ni siquiera los reyes y los generales, así que
todos pasaron el día entero durmiendo. Cuando comenzaron a despertar al atardecer,
decidieron dejar la batalla para el día siguiente.
Pero las armas, lideradas por la espada del rey, volvieron a pasar la noche entonando su
canto de paz, y nuevamente ningún soldado pudo descansar, teniendo que aplazar de nuevo
la batalla, y lo mismo se repitió durante los siguientes siete días. Al atardecer del séptimo día,
los reyes de los dos bandos se reunieron para ver qué podían hacer en aquella situación.
Ambos estaban muy enfadados por su anterior discusión, pero al poco de estar juntos,
comenzaron a comentar las noches sin sueño que habían tenido, la extrañeza de sus
soldados, el desconcierto del día y la noche y las divertidas situaciones que había creado, y
poco después ambos reían amistosamente con todas aquellas historietas.
Afortunadamente, olvidaron sus antiguas disputas y pusieron fin a la guerra, volviendo cada
uno a su país con la alegría de no haber tenido que luchar y de haber recuperado un amigo.
Y de cuando en cuando los reyes se reunían para comentar sus aventuras como reyes,
comprendiendo que eran muchas más las cosas que los unían que las que los separaban.


Pico Chato el
equilibrista
( por Pedro Pablo Sacristán )

Pico Chato era un pato de granja cuya mayor ilusión era convertirse en un célebre
equilibrista. Todos los días ensayaba muchas horas sobre la cuerda, animado por
su fiel amigo Poco Pocho, otro pato un poco más anciano que de joven tuvo esa
misma afición. Pero como los dos eran un poco "patos", la verdad es que no se
les daba muy bien, aunque no por ello dejaban de entrenarse y tratar de mejorar.
Cierto día, llegó un carnero nuevo a la granja, que al poco de ver a los patos
haciendo sus equilibrios, comenzó a alabarles y a comentarles lo bien que lo
hacían, y a apostar que podrían cruzar cualquier precipicio sobre una cuerda.
Esto animó muchísimo a Pico Chato, a pesar de que su amog Poco Pocho le
comentaba que no había notado tal mejoría. Y en pocos días, Pico Chato ya
había quedado con el carnero junto al barranco del río, un lugar con un gran salto
que sólo podría cruzarse pasando por una cuerda.
Poco Pocho trató de disuadir a su amigo, haciéndole ver que aún no era tan buen
equilibrista y que aquello sería peligroso, pero el carnero protesto asegurando
que era el mejor equilibrista de la comarca, y que el anciano pato sólo tenía
envidia. Así que ambos patos se enfadaron y Poco Pocho se negó a asistir a la
demostración.
En el río, el carnero animó al pato a cruzar y llegar al otro lado, pero nada más
comenzar, perdió el equilibrio y cayó. Por fortuna, pudo ir a parar a un pequeño
saliente entre las rocas, pero cuando fue a pedir ayuda al carnero, este había
desaparecido. Allí pasó un rato Pico Chato con la pata rota, pensando que su
viejo amigo tenía razón, y que le decía la verdad cuando le comentaba que aún
no estaba preparado; se dio cuenta de lo difícil que tenía que haber sido para
Poco Pocho decirle que no era un buen equilibrista, y pensó en cuánta suerte
tenía de tener un amigo tan bueno, capaz de decirle las cosas sinceramente...
Y efectivamente era un buen amigo, porque sabiendo lo que iba a ocurrir, no
había perdido el tiempo, y había ido a buscar a un grupo de patos salvajes, viejos
amigos suyos, que volaban mucho mejor que los pobres patos de granja. Con
ellos había preparado una operación de rescate, sabiendo que su amigo caería
de la cuerda. Pico Pato le pidió entonces mil perdones, que el anciano pato
aceptó encantado, y cuando al ser rescatado le llevaron volando por las alturas,
pudo ver que al otro lado del precipicio había un tesoro de deliciosos manjares
muy escondido, y se dio cuenta de que en realidad aquello era lo único que
pretendía el avaricioso carnero, para quien cruzar la cuerda era imposible. Y Pico
Chato se sintió tan tonto como afortunado, porque ayudados de sus amigos los
patos, recogieron todo aquella excelente comida para llevarla a la granja y hacer
una gran fiesta con todos sus verdaderos amigos.


La increíble
lluvia negra
( por Pedro Pablo Sacristán )

Gustavo Gruñetas nunca esta contento con nada. Tenía muchos amigos
y unos papás que le querían con locura, pero él sólo se fijaba en lo que
no tenía o lo que estaba mal. Si le regalaban un coche, era demasiado
grande o demasiado lento; si visitaba el zoo, volvía triste porque no le
habían dejado dar de comer a los leones, y si jugaba al fútbol con sus
amigos, protestaba porque eran muchos para un solo balón...
Pero no contaba Gustavo con Jocosilla, la nube bromista. Un día que
paseaba por allí cerca, la nube escuchó las protestas de Gustavo, y corrió
a verle. Y según llegó y se puso sobre su cabeza, comenzó a descargar
una espesa lluvia negra. Era su broma favorita para los niños gruñones.
A Gustavo aquello no le gustó nada, y protestó aún mucho más. Y se
enfadó incluso más cuando vio que daba igual a dónde fuera, porque la
nube y su lluvia negra le perseguían. Y así estuvo casi una semana, sin
poder escapar de la nube, y cada vez más enfadado.
Gustavo tenía una amiguita, una niña alegre y bondadosa llamada
Alegrita, que fue la única que quiso acompañarle aquellos días, porque
los demás se apartaban por miedo a mojarse y acabar totalmente negros.
Y un día que Gustavo estaba ya cansado de la nube, le dijo:
- ¿Por qué no te animas? Deberías darte cuenta de que eres el único
niño que tiene una nube para él, ¡y encima llueve agua negra! Podríamos
jugar a hacer cosas divertidas con la nube, ¿no te parece?
Como Alegrita era su única compañía, y no quería que se fuera, Gustavo
aceptó de muy mala gana. Alegrita le llevó hasta la piscina, y allí le dejó
hasta que toda el agua se volvió negra. Entonces fueron a buscar otros
niños, y aprovechando que con el agua negra no se veía nada ¡estuvieron
jugando al escondite! Aún a regañadientes, Gustavo tuvo que reconocer
que había sido muy divertido, pero más divertido aún fue jugar a mojar
gatos: Gustavo corría junto a ellos, y en cuanto sentían el agua, daban
unos saltos increíbles y huían de allí a todo correr haciendo gestos
divertidísimos. En muy poco tiempo, todos los niños del pueblo estaban
con Gustavo proponiendo e inventando nuevos juegos para la nube. Y
por primera vez, Gustavo empezó a ver el lado bueno de las cosas,
incluso de las que al principio parecían del todo malas.
Entonces la nube Jocosilla pensó en despedirse e ir con otros niños, pero
antes de abandonar a Gustavo, le regaló dos días enteros de lluvias de
colores, con las que inventaros los juegos más brillantes y divertidos. Y
cuando desapareció, Gustavo ya no protestó; esta vez sabía fijarse en las
cosas buenas, y se alegró mucho porque por fin estaba seco y podía
volver a jugar a muchas cosas.


Un encargo
insignificante
( por Pedro Pablo Sacristán )

El día de los encargos era uno de los más esperados por todos los niños en clase.
Se celebraba durante la primera semana del curso, y ese día cada niño y cada
niña recibía un encargo del que debía hacerse responsable durante ese año.
Como con todas las cosas, había encargos más o menos interesantes, y los niños
se hacían ilusiones con recibir uno de los mejores. A la hora de repartirlos, la
maestra tenía muy en cuenta quiénes habían sido los alumnos más responsables
del año anterior, y éstos eran los que con más ilusión esperaban aquel día. Y entre
ellos destacaba Rita, una niña amable y tranquila, que el año anterior había
cumplido a la perfección cuanto la maestra le había encomendado. Todos sabían
que era la favorita para recibir el gran encargo: cuidar del perro de la clase.
Pero aquel año, la sorpresa fue mayúscula. Cada uno recibió alguno de los
encargos habituales, como preparar los libros o la radio para las clases, avisar de
la hora, limpiar la pizarra o cuidar alguna de las mascotas. Pero el encargo de Rita
fue muy diferente: una cajita con arena y una hormiga. Y aunque la profesora
insistió muchísimo en que era una hormiga muy especial, Rita no dejó de sentirse
desilusionada.
La mayoría de sus compañeros lo sintió mucho por ella, y le compadecían y
comentaban con ella la injusticia de aquella asignación. Incluso su propio padre se
enfadó muchísimo con la profesora, y animó a Rita a no hacer caso de la
insignificante mascotilla en señal de protesta. Pero Rita, que quería mucho a su
profesora, prefería mostrarle su error haciendo algo especial con aquel encargo
tan poco interesante:
- Convertiré este pequeño encargo en algo grande -decía Rita.
Así que Rita investigó sobre su hormiga: aprendió sobre las distintas especies y
estudió todo lo referente a sus hábitat y costumbres, y adaptó su pequeña cajita
para que fuera perfecta. Cuidaba con mimo toda la comida que le daba, y
realmente la hormiga llegó a crecer bastante más de lo que ninguno hubiera
esperado...
Un día de primavera, mientras estaban en el aula, se abrió la puerta y apareció un
señor con aspecto de ser alguien importante. La profesora interrumpió la clase con
gran alegría y dijo:
- Este es el doctor Martínez. Ha venido a contarnos una noticia estupenda
¿verdad?
- Efectivamente. Hoy se han publicado los resultados del concurso, y esta clase ha
sido seleccionada para acompañarme este verano a un viaje por la selva tropical,
donde investigaremos todo tipo de insectos. De entre todas las escuelas de la
región, sin duda es aquí donde mejor habéis sabido cuidar la delicada hormiga
gigante que se os encomendó. ¡Felicidades! ¡Seréis unos ayudantes estupendos!.
Ese día todo fue fiesta y alegría en el colegio: todos felicitaban a la maestra por su
idea de apuntarles al concurso, y a Rita por haber sido tan paciente y responsable.
Muchos aprendieron que para recibir las tareas más importantes, hay que saber
ser responsable con las más pequeñas, pero sin duda la que más disfrutó fue Rita,
quien repetía para sus adentros "convertiré ese pequeño encargo en algo grande" .


El ladrón de
pelos
( por Pedro Pablo Sacristán )

Valeria era una niña muy preocupada por su papá. Desde hacía
algún tiempo, había visto que se estaba quedando calvo, y que
cada vez tenía menos pelo. Un día, se atrevió a preguntárselo:
- Papá, ¿por qué cada día tienes menos pelo?
Su papá le dijo sonriente:
- Es por el ladrón de pelos. Hay por esta zona un ladronzuelo
chiquitito que visita mi cabeza por las noches cuando estoy
dormido, y me quita todos los pelos que le da gana. ¡Y no hay
forma de atraparlo!
Valeria se quedó preocupada, pero decidida a ayudar a su papá,
aquella misma noche aguantó despierta tanto como pudo. Cuando
oyó los primeros ronquidos de su padre, agarró una gran maza y se
fue a la habitación de sus padres. Entró muy despacito, sin hacer
ruido, para que el ladrón de pelos no pudiera sentirla, y cuando
llegó junto a su papá, se quedó observando detenidamente su
cabeza, decidida a atrapar al ladrón de pelos en cuanto apareciera.
Al poco, vio una una sombra sobre la cabeza, y con todas las
fuerzas que tenía, lanzó el porrazo más fuerte que pudo.
¡Menudo golpe! Su papá pegó un enorme grito y se levantó de un
salto, con un enorme chichón en la cabeza y un buen susto en el
cuerpo. Al encerder la luz, se encontró con Valeria de frente, con la
mano en alto sujetando la maza, y diciendo:
- ¡casi lo tenía! papá. ¡Creo que le he dado, pero el ladrón de pelos
se ha escapado!
Al oir eso, y ver al papá con la cabeza bien dolorida, la mamá
comenzó a reirse:
- Eso te pasa por contarle tonterías a la niña - dijo divertida.
Y el padre de Valeria tuvo que explicarle que no existía ningún
ladrón de pelos, y contarle la verdad de por qué se quedaba calvo.
Y así, con la ayuda de un gran chichón en su cabeza, comprendió
lo importante que era no engañar a los niños y contarles siempre la
verdad. Y Valeria, que seguía preocupada por su papá, dejó de
buscar ladrones de pelos, y le compró un bonito gorro de dormir.



Platillos en el
espacio
( por Pedro Pablo Sacristán )

Tere Timbalitos era una niña alegre y artista con un gran sueño: llegar
a tocar la batería en un grupo musical. Pero para conseguirlo había un
gran obstáculo: Tere tenía que practicar mucho para hacerlo bien,
pero justo al lado de su casa vivían un montón de ancianitos, muchos
de ellos enfermos, en una residencia; y sabía que el ruido de
tambores, bombos y platillos podía molestarles muchísimo. Tere era
una niña muy buena y respetuosa, y buscaba constantemente la
forma de practicar sin molestar a los demás. Así, había intentado
tocar en sitios tan raros como un sótano enterrado, una cocina, un
desván, o incluso una ducha, pero no había forma, siempre había
alguien que se sentía verdaderamente molesto; así que, decidida a
ensayar mucho, Tere pasaba la mayor parte del tiempo tocando sobre
libros y cajas, y buscando nuevos sitios donde practicar.
Un día, mientras veía un documental de ciencias en la televisión,
escuchó que en el espacio, como no había aire, el ruido no se podía
transmitir, y decidió convertirse en una especie de astronauta musical.
Con la ayuda de muchos libros, mucho tiempo, y mucho trabajo, se
construyó una burbuja espacial: era una gran esfera de cristal, en la
que una máquina sacaba el aire para hacer el vacío, y en la que sólo
estaban su batería y una silla. Tere se vestía con un traje de
astronauta que se había fabricado, se metía en la burbuja, pulsaba el
de la máquina para sacar el aire, y... ¡se ponía a tocar la batería como
una loca!
En muy poco tiempo, Tere Timbalitos, "la astronauta musical", se hizo
muy famosa. Acudía tanta gente a verla tocar en su burbuja espacial,
que tuvo que poner unos pequeños altavoces para que pudieran
escucharla, y poco despúes trasladó su burbuja y comenzó a dar
conciertos. Llegó a ser tanta su fama, que desde el gobierno le
propusieron formar parte de un viaje único al espacio, y así se
convirtió de veras en la auténtica astronauta musical, superando de
largo aquel sueño inicial de tocar en un grupo.
Y cuando años después le preguntaban cómo había conseguido todo
aquello, se quedaba un rato pensando y decía:
-Si no me hubieran importado tanto aquellos ancianitos, si no hubiera
seguido buscando una solución, nada de esto habría ocurrido.


El niño de las
mil cosquillas
( por Pedro Pablo Sacristán )

Pepito Chispiñas era un niño tan sensible, tan sensible, que tenía cosquillas en el pelo.
Bastaba con tocarle un poco la cabeza, y se rompía de la risa. Y cuando le daba esa
risa de cosquillas, no había quien le hiciera parar. Así que Pepito creció acostumbrado a
situaciones raras: cuando venían a casa las amigas de su abuela, siempre terminaba
desternillado de risa, porque no faltaba una viejecita que le tocase el pelo diciendo "qué
majo". Y los días de viento eran la monda, Pepito por el suelo de la risa en cuanto el
viento movía su melena, que era bastante larga porque en la peluquería no costaba
nada que se riera sin parar, pero lo de cortarle el pelo, no había quien pudiera.
Verle reír era, además de divertidísimo, tremendamente contagioso, y en cuanto Pepito
empezaba con sus cosquillas, todos acababan riendo sin parar, y había que interrumpir
cualquier cosa que estuvieran haciendo. Así que, según se iba haciendo más mayor,
empezaron a no dejarle entrar en muchos sitios, porque había muchas cosas serias que
no se podían estropear con un montón de risas. Pepito hizo de todo para controlar sus
cosquillas: llevó mil sombreros distintos, utilizó lacas y gominas ultra fuertes, se rapó la
cabeza e incluso hizo un curso de yoga para ver si podía aguantar las cosquillas
relajándose al máximo, pero nada, era imposible. Y deseaba con todas sus fuerzas ser
un chico normal, así que empezó a sentirse triste y desgraciado por ser diferente.
Hasta que un día en la calle conoció un payaso especial. Era muy viejecito, y ya casi no
podía ni andar, pero cuando le vio triste y llorando, se acercó a Pepito para hacerle reír.
No le tardó mucho en hacer que Pepito se riera, y empezaron a hablar. Pepito le contó
su problema con las cosquillas, y le preguntó cómo era posible que un hombre tan
anciano siguiera haciendo de payaso.
- No tengo quien me sustituya- dijo él, - y tengo un trabajo muy serio que hacer.
Carlitos le miró extrañado; "¿serio?, ¿un payaso?", pensaba tratando de entender. Y el
payaso le dijo:
- Ven, voy a enseñártelo.
Entonces el payaso le llevó a recorrer la ciudad, parando en muchos hospitales, casas
de acogida, albergues, colegios... Todos estaban llenos de niños enfermos o sin padres,
con problemas muy serios, pero en cuanto veían aparecer al payaso, sus caras
cambiaban por completo y se iluminaban con una sonrisa. Su ratito de risas junto al
payaso lo cambiaba todo, pero aquel día fue aún más especial, porque en cada parada
las cosquillas de Pepito terminaron apareciendo, y su risa contagiosa acabó con todos
los niños por los suelos, muertos de risa.
Cuando acabaron su visita, el anciano payaso le dijo, guiñándole un ojo.
- ¿Ves ahora qué trabajo tan serio? Por eso no puedo retirarme, aunque sea tan viejito.
- Es verdad -respondió Pepito con una sonrisa, devolviéndole el guiño- no podría
hacerlo cualquiera, habría que tener un don especial para la risa. Y eso es tan difícil de
encontrar... -dijo Pepito, justo antes de que el viento despertara sus cosquillas y sus
risas.
Y así, Pepito se convirtió en payaso, sustituyendo a aquel anciano tan excepcional, y
cada día se alegraba de ser diferente, gracias a su don especial.

La poción de la
mala vida
( por Pedro Pablo Sacristán )

Hace muchos, muchos años, todas las personas estaban fuertes y sanas. Hacían
comidas muy variadas, y les encantaban la fruta, las verduras y el pescado;
diariamente hacían ejercicio y disfrutaban de lo lindo saltando y jugando. La tierra
era el lugar más sano que se podía imaginar, y se notaba en la vida de la gente y de
los niños, que estaban llenas de alegría y buen humor. Todo aquello enfadaba
terriblemente a las brujas negras, quienes sólo pensaban en hacer el mal y fastidiar
a todo el mundo.
La peor de todas las brujas, la malvada Caramala, tuvo las más terrible de las ideas:
entre todas unirían sus poderes para inventar una poción que quitase las ganas de
vivir tan alegremente. Todas las brujas se juntaron en el bosque de los pantanos y
colaboraron para hacer aquel maligno hechizo. Y era tan poderoso y necesitaban
tanta energía para hacerlo, que cuando una de las brujas se equivocó en una sola
palabra, hubo una explosión tan grande que hizo desaparecer el bosque entero.
La explosión convirtió a todas aquellas malignas brujas en seres tan pequeñitos y
minúsculos como un microbio, dejándolas atrapadas en el líquido verde de un
pequeño frasco de cristal que quedó perdido entre los pantanos. Allí estuvieron
encerradas durante cientos de años, hasta que un niño encontró el frasco con la
poción, y creyendo que se trataba de un refresco, se la bebió entera. Las
microscópicas y malvadas brujas aprovecharon la ocasión y aunque eran tan
pequeñas que no podían hacer ningún daño, pronto aprendieron a cambiar los
gustos del niño para perjudicarle. En pocos días, sus pellizquitos en la lengua y la
boca consiguieron que el niño ya no quisiera comer las ricas verduras, la fruta o el
pescado; y que sólo sintiera ganas de comer helados, pizzas, hamburguesas y
golosinas. Y los mordisquitos en todo el cuerpo consiguieron que dejara de
parecerle divertidísimo correr y jugar con los amigos por el campo y sólo sintiera que
todas aquellas cosas le cansaban, así que prefería quedarse en casa sentado o
tumbado.
Así su vida se fue haciendo más aburrida, comenzó a sentirse enfermo, y poco
después ya no tenía ilusión por nada; ¡la maligna poción había funcionado!. Y lo
pero de todo, las brujas aprendieron a saltar de una persona a otra, como los virus,
y consiguieron que el malvado efecto de la poción se convirtiera en la más
contagiosa de las enfermedades, la de la mala vida.
Tuvo que pasar algún tiempo para que el doctor Sanis Saludakis, ayudado de su
microscopio, descubriera las brujitas que causaban la enfermedad. No hubo vacuna
ni jarabe que pudiera acabar con ellas, pero el buen doctor descubrió que las
brujitas no soportaban la alegría y el buen humor, y que precisamente la mejor cura
era esforzarse en tener una vida muy sana, alegre y feliz. En una persona sana, las
brujas aprovechaban cualquier estornudo para huir a toda velocidad.
Desde entonces, sus mejores recetas no eran pastillas ni inyecciones, sino un
poquitín de esfuerzo para comer verduras, frutas y pescados, y para hacer un poco
de ejercicio. Y cuantos pasaban por su consulta y le hacían caso, terminaban
curándose totalmente de la enfermedad de la mala vida.





Glosario de Valores

ALEGRÍA: Sentimiento de placer que tiene una persona cuando se produce un suceso favorable o cuando obtiene una cosa que deseaba, y que suele expresarse externamente con una sonrisa, con risas, etc. AMABILIDAD: Actitud afable, cortés y gentil hacia los demás AMISTAD: Relación de confianza y afecto desinteresado entre personas. Afecto personal, puro y desinteresado. AMOR: Vivo afecto o
inclinación hacia una persona o cosa. Valor positivo de gran afecto entre personas.
CIVISMO: Se refiere a las pautas mínimas de comportamiento social que nos permiten convivir en colectividad, respetar a la Patria teniendo consideración al resto de individuos que componen la sociedad siguiendo unas normas conductuales y de educación que varían según la cultura del colectivo en cuestión. COMPAÑERISMO: Actitud leal y solidaria propia de compañero VALORESLa definición de valor, está relacionada con los principios, actitudes y sentimientos que rigen aquella escala ética y moral que el individuo posee a la hora de actuar; se relacionan estrechamente con la educación que cada uno ha recibido desde pequeño.AUTOCONTROLCapacidad de control sobre sí mismo. BONDAD: Inclinación natural a hacer el bien. Dulzura, afabilidad, cualidad de bueno.BUEN HUMOR: Disposición para no detenerse en el mal que nos rodea, sino descubrir el bien que siempre existe CARIDAD: Sentimiento o actitud que impulsa a interesarse por los demás y a querer ayudar a los necesitados. Virtud que tiene por objeto el amor de Dios y del prójimo CONFIANZA: Cercanía, facilidad y sinceridad en el trato entre amigos, parientes u otras personas Esperanza firme que se tiene de una persona o cosa. Seguridad que uno tiene en sí mismo. CONSIDERACIÓN: Respeto o atención con el que se trata a una persona o cosa.CONSTANCIA: Dedicación y firmeza en las actitudes y las ideas o en la realización de las cosas. Firmeza y perseverancia del ánimo. Efecto de hacer constar alguna cosa de manera fehaciente.DISCRECIÓN: Reserva o cautela para no decir algo que se sabe o piensa. Cualidad de una persona que se caracteriza por su moderación, prudencia y sensatez.EDUCACIÓN: Comportamiento adecuado a las normas sociales. Conjunto de conocimientos y habilidades que tiene una persona GENEROSIDAD: Cualidad de la persona que ayuda y da lo que tiene a los demás sin esperar nada a cambio. HONESTIDAD: Cualidad de la persona honesta. Decencia, decoro. Recato, pudor.HONRADEZ: Cualidad de la persona honrada, que actúa conforme a las normas morales, diciendo la verdad y siendo justa.HUMILDAD: Cualidad del carácter de una persona que le hace restar importancia a sus propios logros y virtudes y reconocer sus defectos y errores ILUSIÓN: esperanza de que algo que se anhela o se persigue suceda o tenga lugar ESFUERZO: Empleo enérgico de la fuerza física. Empleo enérgico del valor o actividad del ánimo. Ánimo, vigor, valor. Empleo de elementos costosos en la consecución de algún fin.ESPERANZA: Confianza de lograr una cosa, de que la cosa deseada se realice. ESPÍRITU DE EQUIPO: Es el grado en la gente se siente orgullosa de pertenecer a la organización y sienten que todos están trabajando hacia aun objetivo común.FE: Adhesión de la razón y de la voluntad a verdades que solo son accesibles por mediación de otras personas o del mismo Dios. Creencia. Confianza. FORTALEZA: Vigor cardinal que confiere valor para soportar la adversidad, para resistir las pasiones y para acometer los peligros que rodean la práctica de la virtud. IGUALDAD:Cualidad de dos cosas o personas iguales, que tienen las mismas características en cuanto a su naturaleza, cantidad, forma o cualidad. Correspondencia y proporción que resulta de muchas partes que uniformemente componen un todo INTEGRACIÓN: Incorporación de una persona a un todo y adaptación a él. Acción y efecto de incorporar alguien en igualdad de condiciones. LIBERTAD: Facultad de las personas para actuar según su propio deseo en el seno de una sociedad organizada y dentro de los límites de reglas definidas LIMPIEZA: Acción que consiste en quitar o eliminar la suciedad o una mancha de algo. OBEDIENCIA : Cumplimiento de la voluntad de la persona que manda, de lo que establece una norma o de lo que ordena la ley PERSEVERANCIA : Dedicación y firmeza en las actitudes e ideas o en la realización de las cosas POSITIVISMO: Actitud realista y práctica de una persona ante la vida. RESPETO: Consideración y reconocimiento del valor de una persona o de una cosa que nos conduce a no faltar a ella RESPONSABILIDAD: Capacidad de compromiso o de cuidado de una persona consigo misma y con todo lo de alrededor SINCERIDAD: Falta de fingimiento en las cosas que se dicen o en lo que se hace. OPTIMISMO: Tendencia a ver y a juzgar las cosas o a las personas en su aspecto más positivo o más agradable ORDEN: Colocación de las cosas en el lugar que les corresponde. Concierto, disposición regular de las cosas entre sí. Relación de una cosa con otra. PACIENCIA: Actitud del que sabe sufrir y tolerar sus infortunios y adversidades con fortaleza, sin lamentarse.Virtud cristiana opuesta a la ira.Calidad del que sabe esperar con calma una cosa que tarda, o sufrir la duración de un trabajo. PAZ: Estado de tranquilidad y sosiego. Estado de una nación que no está en guerra.PERDÓN: Acción y resultado de olvidar una persona la falta que ha cometido alguien contra ella o contra otros o no tener en cuenta una deuda o una obligación que otra persona tiene con ella SOLIDARIDAD: Apoyo a una causa o al interés de otros SUPERACIÓN: Acción de sobrepasar un límite o de vencer un obstáculo o una dificultad TENACIDAD: Fuerza que mueve a una persona a continuar con empeño y sin desistir en la obtención de un fin.TOLERANCIA: Respeto a las opiniones, ideas o actitudes de los demás, aunque no coincidan con las propias URBANIDAD: Comportamiento correcto y con buenos modales que demuestra buena educación y respeto hacia los demás VALENTÍA : Valor, energía y voluntad para afrontar situaciones difíciles o adversas.VIDA SANA: Calidad de vida y salud, una forma de vida incuestionable que va más allá del cuidado del cuerpo.COMPRENSIÓN: Actitud tolerante y respetuosa hacia los sentimientos o actos de otra persona.COMPROMISO:Responsabilidad u obligación que se contrae




 Créditos y agradecimientos• Idea y composición:Lic Mª Nelly Vindas Arias
• con la colaboración y autorización de
cuentosparadormir.com
• Cuentos originales:
cuentosparadormir.com
• Dibujos:
Jodie Mackrell, de jdsclipart.com
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