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martes, 8 de abril de 2008

2º Special "Hans Christian Andersen" -- EL AVE FENIX

Hans Christian Andersen
EL AVE FÉNIX
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En el jardín del Paraíso, bajo el árbol de la sabiduría, crecía un rosal. En su primera rosa
nació un pájaro; su vuelo era como un rayo de luz, magníficos sus colores, arrobador su
canto.

Pero cuando Eva cogió el fruto de la ciencia del bien y del mal, y cuando ella y Adán
fueron arrojados del Paraíso, de la flamígera espada del ángel cayó una chispa en el nido
del pájaro y le prendió fuego. El animalito murió abrasado, pero del rojo huevo salió
volando otra ave, única y siempre la misma: el Ave Fénix. Cuenta la leyenda que anida en
Arabia, y que cada cien años se da la muerte abrasándose en su propio nido; y que del
rojo huevo sale una nueva ave Fénix, la única en el mundo.

El pájaro vuela en torno a nosotros, rauda como la luz, espléndida de colores, magnífica
en su canto. Cuando la madre está sentada junto a la cuna del hijo, el ave se acerca a la
almohada y, desplegando las alas, traza una aureola alrededor de la cabeza del niño.
Vuela por el sobrio y humilde aposento, y hay resplandor de sol en él, y sobre la pobre
cómoda exhalan, su perfume unas violetas.

Pero el Ave Fénix no es sólo el ave de Arabia; aletea también a los resplandores de la
aurora boreal sobre las heladas llanuras de Laponia, y salta entre las flores amarillas
durante el breve verano de Groenlandia. Bajo las rocas cupríferas de Falun, en las minas
de carbón de Inglaterra, vuela como polilla espolvoreada sobre el devocionario en las
manos del piadoso trabajador. En la hoja de loto se desliza por las aguas sagradas del
Ganges, y los ojos de la doncella hindú se iluminan al verla.

¡Ave Fénix! ¿No la conoces? ¿El ave del Paraíso, el cisne santo de la canción? Iba en el
carro de Thespis en forma de cuervo parlanchín, agitando las alas pintadas de negro; el
arpa del cantor de Islandia era pulsada por el rojo pico sonoro del cisne; posada sobre el
hombro de Shakespeare, adoptaba la figura del cuervo de Odin y le susurraba al oído:
¡Inmortalidad! Cuando la fiesta de los cantores, revoloteaba en la sala del concurso de la
Wartburg.

¡Ave Fénix! ¿No la conoces? Te cantó la Marsellesa, y tú besaste la pluma que se
desprendió de su ala; vino en todo el esplendor paradisíaco, y tú le volviste tal vez la
espalda para contemplar el gorrión que tenía espuma dorada en las alas.
¡El Ave del Paraíso! Rejuvenecida cada siglo, nacida entre las llamas, entre las llamas
muertas; tu imagen, enmarcada en oro, cuelga en las salas de los ricos; tú misma vuelas
con frecuencia a la ventura, solitaria, hecha sólo leyenda: el Ave Fénix de Arabia.
En el jardín del Paraíso, cuando naciste en el seno de la primera rosa bajo el árbol de la
sabiduría, Dios te besó y te dio tu nombre verdadero: ¡poesía!.

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