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lunes, 18 de abril de 2011

Oscar Alfaro, príncipe de la poesía para niños -- LA POMPA DE JABÓN Y LAS HORMIGAS






LA POMPA DE JABÓN Y LAS HORMIGAS
Una pompa de jabón volaba sobre el pueblo de las hormigas y las pobrecitas
gritaban, espantadas:
—¡Socorro! ¡Esta bomba hará trizas nuestra ciudad!...
La hermosa pompa brillaba al sol, cambiando a cada rato de colores.
—No es una bomba, es una estrella lejana —dijo una hormiguita mirando con
telescopio.
—Las estrellas no tienen esa forma —dijo otra.
—Entonces es un planeta de cristal.
—Absurdo. ¿Dónde hay planetas de cristal?
—Entonces, ¡es una bomba de hidrógeno!...
—¡Evacúen la ciudad! —gritó la hormiga capitana. Y todas comenzaron a saltar del
hormiguero, llevando talegos de granos.
—¡Nada de saqueos! ¡La primera que abuse de la confusión morirá! —dijo la
hormiga presidenta, mostrando sus enormes pinzas. Y agregó-: Salgan de a una en fondo.
Y las demás hormigas, perfectamente formadas, empezaron a salir, llevando sus
cestas de huevos y sus hijos en brazos...
—Primero las mujeres —dijo de nuevo la hormiga capitana—. Las madres de
familia adelante.
Y éstas salían seguidas de sus chiquillos, que eran tan pequeños y morenos, como
verdaderos hijos de hormiga.
Ahora el campo ofrecía exactamente el aspecto de una ciudad en plena evacuación.
Lo más difícil fue sacar a las hormigas hospitalizadas. Las graves eran llevadas en camillas
por las hormigas enfermeras que vestían mandil blanco con una cruz roja. Las más
sanas iban rengueando por el camino.
Cuando todas salieron y marchaban en interminable fila por el campo, la pompa de
jabón cayó sobre la ciudad desierta. Las hormigas, que se hallaban lejos, cerraron los ojos,
se taparon los oídos y fueron alcanzadas por diminutas gotas de agua. Dieron un grito
horrible creyendo que esos fragmentos las pulverizarían, pero luego se levantaron
sanas y salvas, se palparon asombradas todo el cuerpo y volvieron sus cabecitas hacia el
hormiguero. Este seguía completamente intacto.
—¡Nada ha pasado! —exclamó una hormiga vieja.
—Pero qué iba a pasar... ¡Si era una pompa de jabón! —dijo una hormiga doctora.
—No es posible.
—Claro que sí. Por eso el agua nos salpicó a todas.
—Pero qué ridiculez. Asustarnos de eso.
—Es la psicosis de guerra...
—Nos parecemos a no sé
qué pueblo que imagina ver
bombas atómicas hasta en las
pompas de jabón que lanzan los
niños desde los rascacielos...
—¡A volver de inmediato!
Y todas regresaron en
perfecto orden hacia la ciudad
abandonada.

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